Las cifras que dejó la Nochebuena en el país resisten varias miradas. Una optimista obliga a aplaudir, por ejemplo, los esfuerzos de las autoridades, que permitieron una disminución del 83 por ciento en la cantidad de quemados con pólvora. También lleva a subrayar la disminución en la cantidad de lesiones personales y, sobre todo, de homicidios: de 64 del 2015 a 54 este año, y a calificar como un logro muy meritorio el que este haya sido el tercer año consecutivo sin muertes en las carreteras por causa de conductores ebrios.
La anterior, no obstante, es una lectura en clave relativa. Y un asunto como este requiere también una en clave absoluta. Tal aproximación obliga a considerar excesiva y preocupante la citada cifra de homicidios. En este campo, valga reiterar lo que tantas veces se ha dicho desde estos renglones: cualquier cifra diferente a cero es excesiva. Y ni hablar de cuando esta supera los cincuenta. Más de medio centenar de vidas arrebatadas violentamente en una noche que, en teoría, debería ser marco de sana convivencia en torno a la familia.
En esta línea hay que referirse también a las riñas: 7.442 en todo el país, 1.700 en Bogotá. De nuevo, guarismos que deben prender las alarmas, así en todos estos casos, según aseguró la Policía, se haya dado una respuesta oportuna de la fuerza policial. Y es que estos episodios suelen ser el detonante de las muertes y siempre por motivos absurdos.
Los retos ya han sido planteados: van desde un trabajo a largo plazo en las aulas y la familia, que mine los pilares de una cultura patriarcal y machista, en la que la violencia física es aceptada y en la que es visto como normal que esta aflore cuando se combina con licor y celebración, hasta una mayor capacidad de las instituciones para desactivar oportunamente los focos de conflictos cotidianos que dan pie a disputas fatales.
Bienvenidos, pues, los avances, que continúen las tendencias actuales, en la mayoría de los casos esperanzadoras, pero con la advertencia de que son apenas pasos en un largo camino para que cesen fenómenos a todas luces anómalos.
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