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En la 'calle de la heroína' de Cali les venden hasta agua sucia

Más de 5.000 habitantes de calle que se concentran en ocho sectores de la capital del Valle.

CALI
A los 20 años que dice tener y que parecen 40, José, un habitante de la calle, pasó de su mundo rodeado de vicio y hambre, a un golpe de fortuna en el centro de Cali. Pero esa dicha se le volvió humo en las manos.
Venía de calmar su resaca por excesos de ‘pipo’ (alcohol antiséptico con gaseosa) en un inquilinato del barrio San Pascual, esa mañana de un 3 de febrero. De pronto, en una caneca de basura, apareció la bolsa que revisó varias veces para ver que estaba llena de fajos de billetes.
Eran miles de veces los 6.000, 7.000 o hasta 20.000 pesos que se ‘levanta’ al escarbar entre las basuras. Repartió billetes de 50.000 entre sus amigos de la principal plaza de Cali.
Y José, que siempre se paraba frente a restaurantes a pedir sobras de comida, en esa ocasión les compartió pollo a otros y brindó con crema de whisky. Fue el último lujo. Hacia las 3 de la tarde se fue feliz con mujeres y un desconocido. Dos horas después regresó sin su costal de billetes. Contó que lo amenazaron de muerte y se llevaron su ‘bolso de loco’ con la plata, que podría sumar entre 15 y 20 millones. Estaba otra vez sin un peso.
La de José es una de las vivencias de los más de 5.000 habitantes de calle que se concentran en ocho sectores de Cali. Pocos tienen esos golpes de suerte, como dice Luz, quien no sonríe para evitar que se vean sus dientes rotos. Pasa días sin hablar con alguien.
En esos espacios donde se mueven habitantes de la calle se consigue un basuco a 600 pesos, que viene con más polvo de ladrillo que con droga. Cada consumidor le puede agregar más ladrillo o pared machacadas a piedra, para rendirlo en varias fumadas.
En la ‘calle de la heroína’, como se le conoce a la carrera 14 con calle 18 del barrio Sucre, cerca de una de las rutas más transitadas hacia el centro, una dosis de heroína se consigue en 5.000 y cuando se vende a menos precio, cualquiera dudaría que fuera esa droga, aunque allí llegan los sobrantes de la alta producción que viene desde el norte del Cauca.
Bryan dice que usa heroína, pero en esa nebulosa que mantiene le pueden vender cualquier cosa. “Hasta agua sucia”, como advierte un funcionario encargado de los planes de resocialización.
La capital del Valle es un punto intermedio entre Santander de Quilichao (Cauca), donde se produce esta droga, y sus principales centros de consumo en el país, que son Pereira y Bogotá. Y a la ‘calle de la heroína’ va a parar buena parte de esa producción, con todos los males que ese consumo implica, como la propagación del contagio de VIH y también la hepatitis C por las jeringas compartidas.
La administración del alcalde Mauricio Armitage mantiene el Programa Integral para Personas que se Inyectan Drogas –llamado Cambie–, que está enfocado en frenar la expansión de esas enfermedades. “Encontramos una condición que había que atender y no podíamos dejar pasar, porque en la medida en que no atendemos la situación de VIH se nos incrementa justo en esta población”, dice Maritza Isaza, responsable del área de Salud Mental y Convivencia Social de la Secretaría de Salud.
Del programa hacen parte el Ministerio de Justicia, la Secretaría de Salud y la Corporación Acción Técnica Social, y al cierre del año se habrán invertido 500 millones de pesos.
Cambie comenzó con un análisis de las características de los consumidores (calculan que entre el 80 y 90 por ciento son habitantes de calle) y este año empezaron a entregar los kits –que incluyen jeringa, cazoleta (para calentar la droga), torniquete, agua esterilizada, alcohol, filtro y material pedagógico–.
En total, se han entregado 57.565 jeringas y se han realizado unas 4.300 atenciones. En promedio, atienden a 100 personas cada día.
Aunque esperan que la próxima etapa del programa incluya la evaluación del impacto que ha tenido, una de las cifras que exhibe Isaza es que entre junio y octubre se registraron 2 sobredosis, mientras que en el primer semestre fueron 8 sobredosis.
“Pienso que hemos dignificado a estos pacientes, porque no andan inyectándose agua estancada y ya no se inyectan con la misma jeringa 6 u 8 personas”, dice el secretario de Salud de Cali, Alexánder Durán, quien defiende las bondades del programa, que al principio tuvo críticos entre quienes afirmaban que era una forma de patrocinar el consumo de drogas.
Por estar en la zona de influencia del centro de Cali, el lugar que concentra el mayor número de habitantes de calle en la ciudad, el personal médico del Hospital San Juan de Dios se acostumbró a incluirlos en la lista de pacientes diarios.
Allí calculan que en una semana llegan de 20 a 30 pacientes que deambulan por las calles, por heridas de arma cortopunzante, problemas respiratorios y hasta tuberculosis.
La salud mental es otra preocupación, porque muchos de los habitantes de la calle tienen algún trastorno no clasificado y no tratado, lo que les dificulta relacionarse con otras personas.
Los dueños del negocio
La Policía ha desmantelado más de 50 bandas de microtráfico, de las cuales el 90 por ciento corresponde a la zona centro, donde están las ollas, y el suroriente de Cali. En las dos se concentra el mayor número de habitantes de calle en esa capital.
En el sector de la galería de Santa Elena mandan las bandas de ‘los Paisas’ y ‘los Primos’. Ellos se disputan un territorio donde se ofrece marihuana, cocaína, basuco y pepas por más de 800 millones de pesos mensuales, aparte de armas y objetos robados.
Algo similar pasa en El Calvario, el espacio de más población en indigencia, donde deambulan de un lado a otro muchos prisioneros de la droga.
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