En la primera sesión de lectura en voz alta, María José Agudelo, de 9 años, salió al frente con un libro en las manos, pero por más que intentó las palabras no salieron de su boca. Sus 13 compañeros la miraron expectantes, pero la timidez jugó en su contra.
Sus ojos, resguardados tras los gruesos lentes de pasta morada, repasaban las frases pero no era capaz de pronunciar una sola.
María José no se imaginó que tras terminar las sesiones iba a lograr disfrutar de leer frente a sus compañeros el libro de cuentos que ellos mismos escribieron, después de asistir durante 14 domingos a talleres de lecto-escritura en La Casita Rural, una biblioteca comunitaria ubicada en la vereda La Porquera de San Vicente, Oriente antioqueño.
A los talleres asistieron 14 niños entre 9 y 12 años de tres veredas del municipio: La Porquera, San Antonio y San Isidro.Y para publicar el libro Te cuento mi historia en La Casita Rural recibieron del Instituto de Cultura y Patrimonio de Antioquia un estímulo de ocho millones de pesos, con los que pudieron hacer el trabajo con los niños e imprimir 300 copias del libro.
En esta iniciativa trabajaron tres mujeres que aunque no viven cerca de los niños, comparten el espíritu solidario y el gusto por la enseñanza. Diana Londoño, fundadora de La Casita Rural y editora del libro, es científica, amante de la literatura y vive en Holanda desde hace 10 años, pero gracias a las herramientas tecnológicas pudo asesorar los talleres con los niños y hacer las correcciones de los textos que ellos mismos escribieron.
Deissy Pérez, comunicadora audiovisual, y su hermana Elizabeth Pérez, estudiante de licenciatura en danza, viajaron desde Medellín para liderar los talleres de creación literaria y lectura en voz alta, en los que además se buscaba que los niños mejoraran su capacidad de expresarse y que se integraran entre ellos.
La ilustración y la diagramación del libro estuvo a cargo de la diseñadora Lina Rada.
Diana explica que en un principio se les pidió a los niños que hicieran un mapa para ilustrar su entorno y ubicar emociones, es decir, señalar dónde sentían que podían encontrar amistad, felicidad, diversión o miedo. Sobre ese mapa trabajaron las figuras literarias. Después de definir los lugares, ellos pensaban en los personajes y así poco a poco encontraron los elementos de la historia.
Deissy señala que el reto más grande no fue que los niños escribieran, sino que leyeran en voz alta, pues son niños campesinos y muchos de ellos son introvertidos y tímidos.
“Escribir no fue tan difícil porque ellos ya tienen imágenes. Pensar que los niños no tienen contenido, no tienen historias que les llamen la atención es absurdo. Nosotros solo los orientamos porque ellos tienen muchas imágenes para compartir”, comenta Deissy.
![]() El lanzamiento del libro se hizo en la escuela de La Porquera. Allí se le entregó un libro a cada niño y a su familia. Foto: archivo particular |
El libro está compuesto por 15 historias, 14 fueron escritas por los niños y otra es creación colectiva. En ellos los personajes principales son un ángel roquero, un vampiro, un gato curioso, un ahorcado y hasta una de sus maestras.
María José escribió el cuento Mateo el gigante y ahora es capaz de leerlo en voz alta, aunque cuando titubea intenta esconder la cara detrás del libro.
Diana Londoño afirma que lo que quieren con el libro es demostrar que “los niños tienen cosas importantes para decir y que necesitan ser escuchados. Ellos siempre se sientan, se callan y tienen que escuchar, pero queremos que sea al contrario”.
También quieren continuar publicando cada año un libro coleccionable de La Casita Rural, que muestre el resultado de los talleres de lecto-escritura que se llevan a cabo.
El libro está disponible gratuitamente en versión web y en Youtube están los videos de cada uno de los niños leyendo su cuento.
Un lugar para curiosos lectores
La Casita Rural fue creada hace cuatro años para apoyar el trabajo de los maestros rurales, pero apenas desde el 5 de marzo tienen la casa física, en la cual durante todo el año hicieron talleres de lecto-escritura y danza.
Diana Londoño quiso construir la biblioteca rural en La Porquera porque allí nació ella y aunque hace mucho tiempo vive lejos aún se siente unida a ese lugar en el que creció.
“Es mi comunidad y aunque salí, he estado vinculada. Además me encanta la escritura, entonces traté de unir ese gusto por la literatura con mi deseo de ayudar, porque yo tuve otras oportunidades. Los niños con los que yo crecí no hicieron sino hasta quinto de primaria, entonces La Casita rural es ese intento de abrirles el camino a estos niños”, comenta.