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Pepe Sánchez: siempre vital, siempre creativo

Pepe Sánchez: siempre vital, siempre creativo

El director falleció el miércoles, a los 82 años. Deja un legado que incluye 'Café' y 'Don Chinche'.

22 de diciembre 2016 , 11:00 p. m.

El libretista Juan Manuel Cáceres (El man es Germán, Las detectivas y el Víctor, entre otras) y el productor del Sistema Informativo de EL TIEMPO Casa Editorial, Ricardo López, tienen la misma imagen: Pepe Sánchez, con una máquina de escribir portátil creando, diez minutos antes de grabar, la siguiente escena de Don Chinche.

“Mientras la gente tomaba un café o el refrigerio, él escribía lo que se iba a grabar a continuación”, afirma Cáceres. Y acota López: “Pepe sacaba la hoja de la máquina y como no había fotocopiadora ni nada, los actores se reunían para saber el parlamento de cada uno y aprendérselo”.

Don Chinche se grababa en la calle 19 con carrera 3.ª, en el centrooriente de Bogotá. En ese set, que era un escenario al aire libre, se reunía buena parte de Colombia: un Chinche bogotano, un Eutimio Pastrana Polanía huilense, junto con su mamá, doña Bertica, y su padrastro santandereano, don Joaco; una Rosalbita paisa, una caleña extrovertida, Susana, y una señorita Elvia boyacense, entre otros.

Ahí convergía la colombianidad, según Pepe Sánchez, que fue su director, guionista y hasta actor, porque hacía la voz de Pastora, la lora de Don Chinche.

Esta comedia costumbrista llegó a la televisión el 2 de enero de 1982 y estuvo al aire hasta el 7 de mayo de 1989. Y su significado es, según Dago García, vicepresidente de Producción del canal Caracol, “el principio de lo que debe ser la televisión. Más allá de la comedia, fue una forma diferente de acercarse a la dramaturgia. Es, en mi opinión, la obra fundamental de la TV colombiana”.

Ese Pepe Sánchez que la creó y dirigió falleció al terminar el miércoles pasado. Su hija Magdalena confirmó la noticia por medio de un comunicado a las 12:50 a. m. de ayer, jueves.

Desde hace un poco más de una semana, Sánchez estaba internado en la clínica Colombia. Allí lo visitó el director Mario Mitrotti, con quien trabajaba en la ley Pepe Sánchez, que ya ha pasado dos debates en el Congreso y busca proteger los derechos de autor de directores y escritores audiovisuales para recaudar recursos por comunicación pública.

“Lo vi vital y feliz, como siempre, coqueteando con las enfermeras que lo atendían, y le grabé un video para presentarlo en el Congreso el día que se iba a debatir la ley. No se hizo porque entraron otros proyectos, y quedó para marzo del año entrante”, comenta Mitrotti, que hace parte de Directores Audiovisuales Sociedad Colombia de Gestión (DASC), de la que Sánchez era el presidente.

Habían quedado de verse el pasado lunes, pero ese día el también director de Café, Merlina, mujer divina, El man es Germán, Las detectivas y el Víctor y El cuento del domingo, entre muchas otras producciones, ya estaba en la unidad de cuidados intensivos.

Dejó pendiente además una cita en el canal RCN, para el que trabajó los últimos 18 años, en la que pensaba proponer una “idea” que, según cuentan en el canal, era un musical.

Porque la palabra ‘idea’ era fundamental en Pepe Sánchez: era un creador y lo ratificaba en el día a día de su vitalidad.

La belleza según Pepe

Tuvo la idea de Don Chinche, y con esta producción empezó a marcar su propio camino en la creación de una nueva televisión colombiana, aquella que nos mostraba como éramos y nos hacía sentir orgullosos.

Y también retrató con mucha gallardía la humildad. “Basta ver La madre, un trabajo impecable con Margarita Rosa de Francisco. Cuenta la historia de una mujer madura, con hijos, que vivía en un barrio humilde. Pepe mostró una pobreza digna y poética; y como tenía buen humor y era optimista, eso también se veía. La madre, con libretos de Mónica Agudelo, es uno de sus mejores recuerdos”, dice Fernando Gaitán, libretista de Café.

Precisamente, fue Café una de sus direcciones más exitosas. Y aunque, como cuenta Gaitán, “al principio me parecía que hacía las escenas muy largas, luego entendí su poesía en la producción de cada una de esas escenas”.

Juan Manuel Cáceres opina que con esos libretos de Gaitán, Sánchez hizo de Margarita Rosa de Francisco una Gaviota inolvidable.

“Esa Gaviota dejó huella, es ultracolombiana, de las protagonistas que salen a ganar, a luchársela, y no solo a llorar. Ese personaje parecía sacado de una serie gringa: trabajaba, era exitosa, sufría, pero se levantaba, se agarraba a trompadas con quien le tocara, pero era superfemenina. Definitivamente, esa Gaviota se quedó en el alma colombiana”.

Y Margarita Rosa de Francisco lo reconoce. A través de un video habló de él: “Quiero decirle que lo extrañaré mucho, que me quedé con las ganas de volver a trabajar con él. Mi vida profesional la marcó él; sin duda ninguna, fue antes y después de haber trabajado con Pepe Sánchez”.

Inicios en la radio

Hijo de un fotógrafo, Sánchez nació en Bogotá el 26 de octubre de 1934. Empezó estudiando Derecho en la Universidad Nacional, y parte de su quehacer era ir a los juicios de la época.

Contaba que estuvo en el del asesino en serie conocido como el doctor Mata (que fue una serie hace unos años) y también vivió el Bogotazo, pues su papá tenía el estudio fotográfico al frente de la plaza de Bolívar y desde allí vio mucho de lo que pasó ese día.

A los 20 años comenzó su vida en los medios, como locutor de la HJCK. Luego vino el teatro, con su participación en Ha llegado un inspector (1957), y posteriormente fue el asistente de dirección de Julio Luzardo en El río de las tumbas.

Con el ánimo de mejorar como actor, hizo parte del grupo de estudio de Seki Sano, y en esas clases se encontró con Hilda Strauss, decana de la TV y la radio.

“Pepe y yo fuimos discípulos de Seki Sano, un japonés genial que nos entrenó a los pocos de la televisión de aquella época con los métodos casi extraterrestres de Stanislavsky. Ahora que lo pienso, probablemente de ese entrenamiento se derivó la postura ceremoniosa, pulcra y caballerosa de Pepe Sánchez, cualidades que quedaron impresas en la memoria de quienes compartimos con él la naciente televisión. Definitivamente, él es una de las grandes almas que forman parte de la tradición de los medios en Colombia”, dice Strauss.

A principios de los años 60, Sánchez se fue a Praga a estudiar cine, y en 1969 fue el asistente de dirección de El chacal de Nahueltoro, del chileno Miguel Littín.

En Chile estuvo exiliado durante siete años. Debió dejar Colombia porque hizo parte de un documental sobre un tema relacionado con la guerrilla y fue perseguido por ese motivo.

Para escaparse, se fue a la emb ajada de México, la cual encontró cerrada, y su única opción fue ir a la casa de una amiga chilena, que lo ayudó a instalarse en ese país.

Volvió a Colombia para hacer parte del elenco de la comedia Yo y tú, que mostraba la sociedad bogotana.

Años después, RTI le pidió una propuesta y nació Don Chinche, pero antes protagonizó La tregua, una adaptación del libro de Mario Benedetti, y también actuó en Gracias por el fuego, del mismo escritor.

Con un gran bagaje e ideas muy claras sobre la imagen y la actuación, se arriesgó con Romeo y Buseta, protagonizada por el músico carranguero Jorge Velosa, quien le puso el nombre a su personaje, según contó en una entrevista.

“Pepe me dijo que me llamaba Tuta y yo decidí llamarme Trino Epaminondas Tuta, a lo que él accedió. Mi primer acercamiento con él fue en Don Chinche, donde fui el hermano de la señorita Elvia”. Otra de sus características fue creer en las nuevas generaciones y arriesgarse con ellas. En un Cuento del domingo, en los años 80, puso como protagonistas a dos jóvenes casi desconocidos: Juan Fisher y Jennifer Stef-fens, esta última, una de sus esposas.

Y descubrió a Óscar Borda. “Yo estudiaba actuación y trabajaba como mesero en un sitio de rumba, Pachanga & Pochola. Pepe llegó al lugar y me dijo que estaba buscando un negro actor y que jugara fútbol para un seriado llamado Los colores de la fama. Hice el casting y quedé. Me apoyó y me dirigió en todo. Y me lo volví a encontrar en Café”, dice Borda.

Para la actriz Aída Morales, otra de las grandes características de Sánchez fue que les permitió a los actores que actuaran naturalmente, y eso lo ratifica Dago García: “Sacó nuestra televisión del rezago de la radio y el teatro y la hizo más visual, más natural, más contemporánea. Empezó a imponer una televisión más cercana a la realidad y a lo que pasaba en el país. Igual sucedió con las actuaciones, dejaron de ser tan teatrales, tan radiales”.

Por eso, poner en sus manos una producción daba tranquilidad y seguridad. Gabriel Reyes, presidente del canal RCN, afirmó que Sánchez era garantía de calidad. Siempre fue un gran maestro en la puesta en escena de cada historia. Permitía a los actores su crecimiento en la interpretación de sus personajes. Para RCN fue un honor contar con él como actor o director de muchas de nuestras grandes producciones”.

Y es que como actor, igual significaba un sello. Herney Luna, quien lo dirigió en Pura sangre, dice que estar al frente del hombre que lo enamoró de lo audiovisual, gracias al Cuento del domingo, fue un gran honor.

“Sus dos personajes eran difíciles y antagónicos, y en cada escena mostraba un gran nivel. Era una persona muy mística, y en más de un año de trabajo nunca insinuó un cambió frente a lo que yo proponía. Lo mejor era la hora del almuerzo, cuando todo el elenco y yo queríamos sentarnos a su lado, para aprender, para oír sus experiencias, sus anécdotas. Le gustaba que las nuevas generaciones se acercaran al oficio con argumentos. Su muerte es una pérdida muy grande para la memoria audiovisual del país. Su legado es la mística por el trabajo”, dice Luna.

Padre de siete hijos –Catalina, Federico, Verónica, María Isabel, Magdalena, Pablo y Gabriela, producto de tres matrimonios, y dos nietas–, Pepe Sánchez fue un hombre muy enamorado. Con la actriz Jennifer Steffens tuvo dos hijas. Su último matrimonio fue con Esther Rojas, amiga de una de sus hijas, con quien cerró el ciclo de ser padre, con un niño y una niña que ahora son adolescentes.

También se lo conoció como un gran rumbero. Amante de la salsa de los nuevos sonidos, ayer, a la emisora La W, llamaron ofendidos los dueños de Quiebracanto, porque no los habían nombrado entre los sitios que recorría en las noches, los cuales también incluyen a Pachanga & Pochola.

Su legado es muy grande, y la memoria audiovisual colombiana tiene la obligación de cuidarlo. De él queda además, y como dice Miguel Ángel Baquero, libretista de Merlina, mujer divina, “su sentido de que dirigir es acompañar. Tenía magia para darles vuelta a las palabras y volver lo cotidiano algo extraordinario. Eso no se nos puede olvidar”.

El cine, otra de sus pasiones

Pepe Sánchez dijo en varias entrevistas que hubiera querido hacer más cine.

Sin embargo, una de sus producciones, ‘San Antoñito’, hizo parte, en 1986, de la sección paralela Semana de la Crítica de este festival.

Además, fue asistente de dirección de ‘Canaguaro’ (1981) y realizó ‘Érase un niño, un guerrillero’ (1967). En Brasil fue asistente de dirección de ‘ABC del amor’ (1967).

El reconocido hombre de cine y televisión también hizo parte de ‘Todos quieren con Marilyn’, ‘Ama la academia’, ‘Buscando a Miguel’, ‘La maldición del paraíso’, ‘La historia de Tita’ y ‘La tía Julia y el escribidor’.

Obtuvo cuatro premios India Catalina en la modalidad de director, un TV y Novelas en la misma categoría y dos Simón Bolívar (galardón desaparecido).

Igualmente, recibió el reconocimiento Víctor Nieto, que otorga el premio India Catalina. Estuvo nominado en múltiples ocasiones, como director y como actor.

OLGA LUCÍA MARTÍNEZ ANTE
Cultura y Entretenimiento

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