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Buscan salvar árboles únicos en el Chicamocha

La Corporación para la Defensa de la Meseta de Bucaramanga intenta resguardar la flora del lugar.

Cuando alguien atraviesa el Cañón del Chicamocha en un vehículo percibe un paisaje rocoso, árido, cálido, adornado por cactus y arbustos, y entrelazado por colinas y montañas con algunos arañazos producto de los deslizamientos.
Detenerse por un momento a contemplarlo desde cualquier altura u orilla de la carretera permite dimensionar algo de su inmensidad, detallar los cortes que dividen las montañas y colinas, y ver el serpenteo de las quebradas y ríos que lo bañan.
Pero adentrarse en él y sentir el roce del viento que se cuela por entre las diferentes cuencas, ver los contrastes de verde entre las plantas que están en las montañas y las cercanas a las quebradas y ríos, percibir los cambios de temperatura, caminar el agreste de sus tierras, ser testigo de la vida animal y vegetal que ha encontrado en este bosque seco tropical su hogar, estar frente a una pared de roca adornada por algunos retazos de verde, y hallar en sus laderas de casi 90 grados de inclinación un arbusto milenario y un árbol cuyo tallo llega a expandirse hasta unos 10 metros, es algo que sin duda evoca a decir que la naturaleza es perfecta.
Así de sencillo y complejo es el Cañón del Chicamocha en Santander (a unos 50 minutos de Bucaramanga por la vía a Bogotá), uno de los bosques secos tropicales más importantes de Colombia y uno de los más amenazados por la intervención humana, el pastoreo intensivo y extensivo de cabras, la extracción de arena y rocas de los ríos, la remoción de la vegetación natural y quemas para la siembra, la cacería y el corte de madera para cercas.
Ante estas amenazas y con el propósito de preservar la riqueza natural de este ecosistema, la CAR Corporación para la Defensa de la Meseta de Bucaramanga (CDMB) inició estudios para declarar unas 3.600 hectáreas de área protegida del Cañón, lo que detendría la mano del hombre para que el bosque se regenere y se den las condiciones para que las especies animales que migraron vuelvan y se mantengan las que aún no se han desplazado.
Dicha declaratoria también daría la posibilidad para que en este enclave xerofítico, donde los vegetales se adaptan a la rudeza del clima por las bajas precipitaciones, se preserven dos especies vegetales endémicas (únicas en el mundo en esta área): la ceiba barrigona y la zamia.
La bióloga de la CDMB, Alicia Rojas, explica que estas dos especies no se encuentran de manera natural en ninguna otra parte del mundo y han logrado sobrevivir en el Cañón aun cuando “no hay materia orgánica en el suelo, es muy escarpado, la precipitación es mínima y las plantas están en un nivel hídrico constante”.
Sobre la ceiba barrigona, Rojas advierte que está asociada al agua y por ello lo amplio de su tallo, de ahí el calificativo de barrigona. Agrega que es un árbol muy hermoso que contrasta con lo agreste del ecosistema del Cañón, además que crece en laderas muy inclinadas que hacen increíble que un árbol de tan grandes dimensiones se aferre allí.
Cuando se descubrió esta especie de árbol, comenta Rojas, se empezaron a hacer estudios y a verificar en qué otras partes del mundo se encontraba para conocer sobre su proceso de evolución y reproducción, pero no se halló en ninguna parte.
A raíz de ello la bióloga empezó un trabajo milimétrico y de seguimiento para encontrar este árbol en otros sectores del Cañón, cómo están las poblaciones, cuántos individuos hay, estructura, cuántos jóvenes, adultos, hembras, machos, ciclos de reproducción y las amenazas a las que se enfrenta. Actualmente, según Rojas, hay unos 500 ejemplares y se ha identificado que está en 672 kilómetros cuadrados en las zonas de la vereda Chocoa en el municipio de Girón, en la cuenca del río Guaca, en el municipio de Cepitá, en Pescadero y en el río Umpalá.
“Sobre la reproducción evidenciamos que en octubre echa las flores, en enero se forman los frutos (una especie de nuez), y en febrero y marzo es la cosecha. La semilla cae, absorbe el agua necesaria para empezar a crecer y en unos 10 días germina”, explica la bióloga.
Pero es justo cuando germina que aparece la principal amenaza para el retoño, la cabra. Esta especie invasora, según Rojas, adaptada a este ecosistema escarpado, se sube a las laderas, consume todo lo agradable, entre ello la ceiba en crecimiento, y esto ha ayudado a que muchas especies bajen sus poblaciones. Mientras que las venenosas o con espinas, que no consume la cabra, se han multiplicado y esto ha cambiado la cobertura vegetal del Cañón. Por esta razón la ceiba barrigona fue declarada en veda y en vía de extinción.
En cuanto a la zamia o cacao indio, como lo conocen los pobladores de Umpalá, su peligro de extinción es similar al de la ceiba barrigona, porque muchas especies fueron vendidas a extranjeros y los deslizamientos en las laderas la han devastado.
Según expertos, la zamia cobra importancia no solo porque es una especie endémica del Cañón, sino porque existe desde hace más de 230 millones de años y está en un área menor a los 100 kilómetros cuadrados. “Es como si en este momento tuviéramos un fósil vivo, porque se calcula que esta planta sobrevivió a la extinción de los dinosaurios”, comenta la bióloga Rojas.
El ciclo de reproducción de esta planta requiere del macho y la hembra, circunstancia que, según la bióloga, también ha complicado su propagación. En cuanto a la cabra no hay peligro, porque esta planta no está en su dieta.
Ante las escasas probabilidades de multiplicación de estas dos especies de plantas, la CDMB se ha dado a la tarea de recoger algunas semillas para sembrarlas en un semillero en el Jardín Botánico Eloy Valenzuela de Floridablanca.
Allí permanecen durante un año en las mismas condiciones físicas del Cañón para que sobrevivan. Luego son trasladadas a otro semillero en el Parque Acuático Menzuly en pleno Cañón, donde permanecen durante otro año “para que se adapten al ecosistema en el que van a vivir. Posterior a ello se identifican sitios seguros (donde no haya cabras en el caso de la ceiba) para sembrarlas y poco a poco ha aumentado la población”, indica la bióloga.
Las plantas también se reparten entre las comunidades que residen en el Cañón, para que las siembren y ayuden a preservarlas. “Si no hacemos un trabajo de la mano con la comunidad todo el esfuerzo por conservar estas plantas será en vano. Por eso los habitantes del Cañón las conocen, saben de la importancia de ellas y ayudan a conservarlas”, precisa Rojas.
Durante un recorrido por las entrañas del Chicamocha ya se evidencian los retoños de las ceibas y zamias que la CDMB ha sembrado en conjunto con la comunidad. Con solo 10 años de vida, las ceibas miden unos nueve metros (su altura máxima) y tienen unos 20 centímetros de diámetro. Mientras que las zamias, con el mismo tiempo de siembra, tienen unas cuantas hojas, pero se tiene la certeza de que su futuro está asegurado.
La declaratoria de área protegida
El subdirector de Ordenamiento y Planificación Integral del Territorio (Sopit) de la CDMB, Carlos Alberto Suárez Sánchez, dijo que dentro de las áreas protegidas que tenemos programadas declarar en esta administración 2016-2019 está la del Cañón del Chicamocha, para proteger el bosque seco tropical.
“En la actualidad estamos desarrollando un proceso de conservación de la ceiba barrigona y la zamia, y la idea es reforzarlo con la declaratoria de área protegida”, precisa Suárez Sánchez.
El proceso para la declaratoria inicia con un estudio en el que se mira la importancia del área a proteger, qué especies hay, biodiversidad a conservar, y se trazan unos objetivos que se buscan alcanzar con el área. Todo esto se hace, dijo Suárez Sánchez, con la participación de la comunidad para que tenga conocimiento de la importancia del área.
Dicho estudio se envía al Instituto de Investigación de Recursos Biológicos Alexander von Humboldt, entidad que lo revisa, le da viabilidad y emite un concepto favorable en el que dice que el área se debe proteger.
“Nosotros enviamos una solicitud al Ministerio del Interior para efectos de si hay comunidades o grupos étnicos en el área, que en este caso no las hay; y también comunicamos al Ministerio de Minas para conocer si hay títulos mineros en el área, que de haberlos, ellos nos informan. Esto no quiere decir que no se pueda declarar el área, pero sí nos sirve de soporte para coordinar salidas al respecto”, indica Sánchez Suárez.
La intención de la CDMB es que en el 2017 o máximo a mediados del 2018 esta zona ya esté bajo la declaratoria.
En cuanto a las comunidades que quedarían dentro de dicha zona, Sánchez Suárez enfatiza en que no tienen que abandonar sus terrenos ni sus actividades, sino que pueden seguir con su actividad y además convertirse en cogestoras del área, para que “nos ayuden a conservarla y se beneficien de los servicios ambientales. Lo único que se prohíbe es la minería”, acota.
La Gobernación de Santander también ha trabajado desde este año en que el Cañón del Chicamocha sea declarado patrimonio de la humanidad.
Por Luis Alfonso Cárdenas
ADN Bucaramanga
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