Las dimensiones de la violencia de género en el país exigen que este grave fenómeno –que afecta a toda la población– no siga escondido por culpa de otras formas de violencia y se convierta en una prioridad en las agendas públicas y privadas con miras a definir pasos concretos para atenuarlo.
Es claro que la histórica violencia política –muy difundida en la segunda mitad del siglo pasado–, la del conflicto armado y la del narcoterrorismo, ha ocupado la atención de todos los estamentos nacionales, al punto de que todas las aristas de la violencia de género parecen quedar conminadas dentro de los sitios donde se presenta y a cargo de sus protagonistas.
Tal vez por eso la Encuesta Nacional de Demografía y Salud (ENDS 2015) –presentada la semana pasada por el Ministerio de Salud y Profamilia– pone en evidencia que más del 60 por ciento de hombres y mujeres manifiestan haber sido víctimas, por parte de su pareja, de una de las formas más sutiles, pero más dañinas, de violencia de género: la sicológica.
Y aunque un poco menos prevalentes, pero igual de lesivas, están las agresiones físicas y las violencias económica y sexual, con el agravante de que son las mujeres las más afectadas y que apenas dos de cada diez se atreven a denunciar y otro tanto busca algún tipo de ayuda. Por si fuera poco, la ENDS registra que existe un penoso nivel de legitimación de estos atropellos en un porcentaje de la población, sobre la base de verlos casi como algo normal.
Pero no todo está perdido, es justo reconocer que existen normas específicas para enfrentar este problema y que en el caso de la violencia sexual hay mejoras. Sin embargo, esto no es suficiente y se requiere una toma de conciencia colectiva para generar políticas y estrategias encaminadas a encarar la violencia de género.
Esto empieza por reconocer su existencia, redefinir algunos valores que la soportan, educar sobre el respeto y la tolerancia desde los mismos hogares y denunciar cualquier manifestación, por mínima que parezca. Esta es tarea de todos, bajo la premisa de que este tipo de violencia es una epidemia invisible que carcome sin distingos a toda la sociedad.
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