Al terminar la intensa jornada laboral, una señora contaba cómo llega “cada noche a la autopista cansada y estresada”. A pesar del esfuerzo por asignar esas condiciones, “cansada” y “estresada” a una autopista, resulta bastante difícil formarse una idea como esa, exceptuando, claro, en los mundos de la fábula y la ficción extrema.
En las conversaciones habituales y espontáneas, las pausas, los énfasis, las reiteraciones y las aclaraciones, entre otros recursos, ayudan a precisar los mensajes. Sin embargo, en el lenguaje escrito un desacierto así ya se considera, de entrada, una falta que amerita para el escribiente un llamado de atención, con cariñito, eso sí. Recomendación: “Llegaba cansada y estresada cada noche a la autopista”.
Los ejemplos que siguen corresponden, sobre todo, a imprecisiones en el orden y en la secuencia de las palabras (errores de sintaxis). Casi todos estos han sido tomados durante el proceso de enseñanza-aprendizaje, y una vez más ratificamos cómo esta interacción entre estudiantes y profesores implica un enriquecimiento mutuo.
Con la intención de bosquejar esos modelos equivocados, solicité a algunos de mis estudiantes el permiso para tomar algunas oraciones de su propia creación (porque, si no, se tipificaría un plagio). También, frente a ellos, pedí permiso, si así lo deseaban, para citar la autoría de sus aportes a la escritura. Y todos ellos, en consenso (¡asombra cómo se ponen de acuerdo!), permitieron que se usaran apartes de sus ejercicios de redacción, siempre y cuando el mundo entero olvidara a los autores.
Aclarada esta situación, entonces, paso a citar esos regalos a la hilaridad, y de cada uno surgirá algún interrogante inevitable: En un relato de acciones recurrentes, una dama explicaba los afanes para conservar la belleza: “Me aplico cremas en el cuerpo, perfume, desodorante y bloqueador solar en mi rostro”. El desenfrenado mercado ofrece productos inimaginables, pero, ¿ya existe desodorante y perfume para el rostro?
“Decido salir para dirigirme a la Universidad preparada para un nuevo día”, contaba una responsable y optimista joven. Sin embargo, aunque casi todos sabemos que la Universidad siempre está preparada para todos los días, ¿cierto que es más claro “preparada para un nuevo día, decido salir para dirigirme a la Universidad”?
En otras ocasiones, un leve temor nos embarga, porque el caso de las personas que viajan en el tiempo surge no solo de las producciones de la ciencia ficción. Quizás, si algo les incomodó ayer o antier, pueden modificarlo: “Suelo alistar la ropa que voy a ponerme el día anterior”. ¿Habrá querido decir: “El día anterior, suelo alistar la ropa que me pondré al día siguiente”?
Pueden aparecer también cuerpos humanos con una densidad apenas perceptible, como sucedió con alguna etérea mujer: “Tras una rápida despedida de mi familia, muy afanada atravieso la puerta de mi casa”. ¿Será la mujer fantasma? ¿O, mejor, debió abrir la puerta y luego salir, en lugar de atravesar la puerta?
Acerca de las tareas domésticas, es muy normal que en cada hogar estas se lleven a cabo según las disposiciones de los padres, por lo regular, o de algunos hijos, cuando estos ya empiezan a demostrar actos de madurez. Pero, preocupa un poco leer la siguiente información: “Cuelgo la ropa recién lavada en el clóset”. ¿Por qué habrán decidido lavar la ropa en el clóset?
Casi a diario, el afán y, más que nada, la puntualidad en nuestros deberes nos impulsan a apresurar el paso. Justo antes de llegar al campus, un joven comentaba: “Muestro el carné al guardia que me certifica como estudiante de la Universidad”. ¿El guardia certifica? ¿Quedará más clara la idea si se dice: “Muestro al guardia el carné que me certifica como estudiante de la Universidad”?
Antes de empezar el día, sin embargo, las sensaciones parece que invaden no solo a las personas, sino a algunos artefactos electrónicos: “Apago la alarma, con sueño y cansada”. ¿Alarmas con sueño y cansadas? ¿Cierto que resulta más entendible “con sueño y cansada, apago la alarma”?
Para concluir, por ahora, esta serie de palabras en fuera de lugar, citamos las experiencias diarias de otra persona, de quien calculamos que debe de vivir muy lejos de la universidad, desplazarse muy lentamente o, de forma absoluta, afronta un flujo vehicular insoportable: “Voy a la universidad, pero tardo algunos días, debido al tráfico…”. ¿Será que algunos días tarda más del tiempo presupuestado?
Por eso, si alguien despierta “cuando apenas se alcanzan a deslumbrar los rayos de sol”, pensamos que el verbo que se buscaba era “vislumbrar”. Si no, quedamos deslumbrados.
Con vuestro permiso.
JAIRO VALDERRAMA V.
PROFESOR DE LA FACULTAD DE COMUNICACIÓN
UNIVERSIDAD DE LA SABANA