Mónica Tapias emula con su mano derecha –con los dedos meñique y pulgar desplegados como si se tratara de alas– el vuelo del avión. “Todos los presentes solo esperaban que el avión aterrizara, pero cuando se acercaba a la pista, siguió derecho e hizo un sobrevuelo. En ese momento la gente casi se muere de la emoción”.
Así recuerda Mónica los instantes previos a la llegada al aeropuerto El Dorado, de Bogotá, del que por más de 30 años –durante la segunda mitad del siglo pasado– fue el avión de pasajeros más grande del mundo.
Se trataba del Boeing 747, la joya de la ingeniería aeronáutica que desafió, con su tamaño, todos los estándares del transporte comercial. El emblemático jumbo llegaba a Colombia, por primera vez, el 4 de diciembre de 1976. Hace 40 años y 11 días. Lo trajo Avianca.
El origen de la ruta fue la ciudad estadounidense de Seattle. Allí, en los hangares de Boeing, el avión había pasado los últimos meses siendo adecuado según los requerimientos de la aerolínea colombiana, entre ellos, que tuviera sus colores rojo y blanco. De Seattle voló a Miami, en donde recogió a varios pasajeros que llegaron hasta la Florida solo para tener el gusto de ser los primeros en aterrizar en Bogotá en la majestuosa nave.
Casi 400 pasajeros se acomodaron en este ejemplar, uno de los primeros aviones de dos pisos y fuselaje ancho impulsado por turborreactores. En aquel tiempo, solo las líneas aéreas más prestigiosas del mundo volaban un 747.
El responsable de la seguridad de los afortunados viajeros era el capitán Pedro José Tapias Gómez, padre de Mónica, fallecido hace nueve años. El día de la llegada del jumbo, el aeropuerto bogotano fue cerrado y la actividad se paralizó con motivo de la aparición del coloso aeroplano, conocido también como la ‘Reina de los cielos’.
En El Dorado, la familia Tapias participaba en la fiesta, en la que también estaban Alfonso López Michelsen, entonces presidente de la República, y Cecilia Caballero, primera dama, quien ofició de madrina de bautizo del jumbo, que fue nombrado como Eldorado.
Mónica cuenta que para el comandante Tapias, nacido en el Socorro y criado en San Gil (Santander), pilotar el jumbo fue alcanzar el momento cumbre de su carrera profesional, por la que era reconocido como uno de los pilotos más experimentados de la aerolínea para la que trabajó hasta su jubilación, 12 días antes de cumplir los 60 años, que era la edad reglamentaria para la retirada de los pilotos.
Una máquina colosal
Jaime Toloza, quien fue gerente regional de Avianca en San Andrés y Santander durante los primeros años del jumbo en Colombia, considera que la decisión de la aerolínea de empezar a utilizar estas aeronaves “fue un paso de una avanzada extraordinaria, porque era el avión más poderoso dentro de la flota de la Avianca”, que fue la primera en contar con este tipo de naves en la región.
Entre los directivos de la compañía en la época estaba Ernesto Mendoza Lince. “Fue un momento de espíritu glorioso, de mucho ánimo y alegría para todos en la compañía, desde las principales cabezas hasta quienes no tenían mucho que ver con el manejo de los aviones y de las operaciones”, recuerda Tolosa.
No era para menos. El 747, que había empezado a volar solo seis años atrás, era el rey de los cielos, el sueño de cualquier aerolínea comercial. “Mi papá siempre decía que era la mejor máquina que había volado y eso que por sus manos habían pasado prácticamente todos los aviones comerciales del país”, cuenta Mónica, y agrega que su padre siempre resaltó la tecnología del avión. Decía que el avión “volaba solo”.
Efectivamente, hasta la entrada en funcionamiento del A380, de la europea Airbus, el 747 dominó el escenario del transporte masivo de pasajeros. Un total de 50.000 trabajadores, denominados como los ‘increíbles’ de Boeing, trabajaron durante 16 meses en la década del 60 para construir el 747, con el objetivo de tener un avión al que le cupieran casi hasta 500 pasajeros. El primer modelo de jumbo medía 70 metros de largo y 60 metros de envergadura y tenía un peso bruto de 330 toneladas.
Un ingeniero de vuelo que pidió la reserva de su nombre, y quien ha trabajado por más de 40 años con aviones Boeing, explica que, el simple hecho de su descomunal tamaño ya hace al 747 un vehículo especial. El ingeniero coincide con el capitán Tapias en decir que el Jumbo sobresalía, incluso entre los demás aviones de línea ‘7’ por ser muy seguro, lo cual respondía a la implementación de la tecnología de punta y al hecho de que todos sus componentes e instrumentos, como el piloto automático y la presurización, estuvieran duplicados e, incluso, hasta cuadruplicados, en caso de que alguno fallara.
Era un avión diseñado para que nunca se quedara en tierra, para que siempre estuviese funcionando –agrega–. “Aunque la tecnología hoy es mucho más moderna, pocos tienen una capacidad de carga y pasajeros similar; incluso cuando opera como combi (combinado entre pasajeros y carga) podía llevar a 280 personas y hasta 30 toneladas de mercancías, más las bodegas de equipajes”, dice el experto.
Avianca operó el 747 hasta 1995, cuando la aerolínea empezó a implementar un mayor número de Airbus. Sobre su principal competidor, en la Boeing están confiados, principalmente en la capacidad del Jumbo en el segmento del transporte de carga, para seguir siendo actores importantes del mercado.
“La flota mundial 747-8 está funcionando bien con la mayor fiabilidad de despacho de cualquier avión de cuatro motores en servicio. Seguimos persiguiendo campañas de ventas, pero el futuro del 747 está estrechamente ligado al mercado de carga, que ha sido lento. Estamos observando ese segmento con mucho cuidado”.
De acuerdo con Mike Lombardi, historiador de Boeing, el legado más importante del 747 fue "encoger el mundo". Según Lombardi, gracias a su tamaño, alcance, velocidad y economía, el 747, hizo que los viajes aéreos fueran una realidad para todos en el planeta Tierra. "Por primera vez en la historia, cualquier persona podría volar a cualquier parte, uniendo al mundo".
"El 747 es el ícono de la aviación comercial. Su forma distintiva lo convierte en el avión comercial más único y reconocible del mundo. Su apariencia regia y el dominio sobre décadas de viajes aéreo lo convirtieron en la elección número uno para servir como buque insignia de muchas aerolíneas en todo el mundo y, para los Estados Unidos, incluso, en la opción predilecta del Presidente (el Air Force One, avión del primer mandatario, es un Jumbo modelo 200B).
'Eldorado', que voló con matrícula colombiana HK-2000, prestó sus servicios a Avianca hasta el 1983, cuando la compañía lo regresó a Boeing, que, finalmente, lo arrendó a Scandinavian Airlines. Posteriormente, pasó por otra media docena de aerolíneas hasta que, en 2001, fue jubilado y desmantelado por cumplir su vida útil. Fue el final del primer coloso que surcó los cielos colombianos.
NICOLÁS BUSTAMANTE HERNÁNDEZ.
Redactor de EL TIEMPO