Si el presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, quería amargarles la Navidad a sus compatriotas, lo consiguió: este martes, miles de personas, muchas de ellas de la tercera edad, hacían colas de horas bajo un sol canicular intentando cambiar sus billetes de 100 bolívares, los de más alta denominación en el vecino país, luego de la intempestiva decisión del Gobierno de sacarlos de circulación para mañana. Esto, según explicaron las autoridades, para “golpear a las mafias colombianas” que al otro lado de la frontera “acaparan el dinero para modificar su valor y obtener provecho monetario en el intercambio por pesos” o para usar el papel con el fin de “falsificar” otros billetes.
En las fábulas que Maduro gusta de contarles a sus conciudadanos, este acaparamiento de dinero es parte de un supuesto plan urdido por Estados Unidos y la derecha transcontinental para “asfixiar” la economía de su país.
Como resultado de ello, en muchos de los bancos que accedieron a aceptar para canje los 100 ‘bolos’ pronto se acabó el efectivo, mientras estos abuelitos y demás ciudadanos, que en bolsas o maletas sacaron sus ahorros para no perderlos, tenían que irse a buscar otros bancos o verse obligados a gastarlos en grandes comercios donde sí se los recibieran. Muchos ni siquiera están bancarizados, por lo que el impacto para ellos podría ser mayor. Al cierre de la jornada, innumerables venezolanos no habían logrado su cometido y se agolpaban a las puertas de los bancos en espera de que les reciban sus depreciados bolívares. Pero Maduro, en la misma cadena de radio y TV que repiten sin cesar, jura que “aquí nadie va a perder su dinero, solo las mafias de los billetes”.
Paralelamente, el Gobierno también impuso el cierre por 72 horas de la frontera con Colombia, precisamente para evitar que esas supuestas fortunas en billetes de 100 acumuladas en nuestro país puedan ser cambiadas en Venezuela, a la vez que lanzó un llamado a Bogotá para modificar la legislación que, según Caracas, permite fijar el precio del bolívar en las casas de cambio de Cúcuta, un alegato viejo y sin mucho sustento que quizás pueda tener alguna lógica en una economía hipercontrolada como la venezolana, pero no en una abierta a los mercados como la colombiana.
Ante este panorama, que suena a abuso y arbitrariedad, la Cancillería colombiana pidió “que se respeten y garanticen los derechos del comercio formal de los municipios y departamentos fronterizos”. Es claro que los comerciantes aceptaron de buena fe esos bolívares de 100 y ahora están encartados con ellos.
Maduro prometió que desde este jueves empezarán a ingresar las nuevas denominaciones de billetes, que comienzan en 500 y terminan en 20.000 bolívares, pero los expertos coinciden en que una operación descomunal, como la salida de circulación de 6.111 millones de billetes de 100, que corresponden al 48 por ciento de todo el circulante, y, más aún, la introducción de este nuevo cono monetario, tomará meses, si no años, por lo que se podría desatar un caos financiero.
Pero lo peor es que aún no se sabe a ciencia cierta qué quería hacer Maduro con estas extrañas, por decir lo menos, medidas. El tiempo nos dirá.
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