¡Se pone divertido el mundo! El globo va por caminos que desafían a la inteligencia y obligan a razonar. Enhorabuena, por esto de razonar, que las personas se tomen el trabajo de pensar objetivamente en lugar de repetir los mismos eslóganes que nos enseñan en la historia oficial desde la escuela.
Decía la cantautora María Elena Walsh, en una canción para niños, que “en el reino del revés, nadie baila con los pies… un ladrón es vigilante y otro es juez y que dos y dos son tres”. Para empezar, ya que Trump dice que llevará a los EE. UU. hacia una mayor cerrazón, parece que Alemania ‒atacada, cuando era nazi, por los Aliados en nombre de la libertad‒ pasará a liderar la lucha ideológica por las libertades individuales.
Solo los germanos ‒en esta Europa con su estado de bienestar fracasado que provoca el resurgimiento del aislacionismo de derecha‒ parecen mantener la chispa de la libertad. Seis meses después del ‘brexit’, la renuncia del proeuropeo primer ministro italiano, Matteo Renzi, a raíz de su fracaso en el referendo, produjo la mayor sacudida del año con una depreciación del euro y notables caídas en el sector bancario.
Muerto el comandante cubano, el vicepresidente Miguel Díaz-Canel parece el favorito para suceder a Raúl Castro. De los dinosaurios, solo quedan tres con poder, Castro, Ramiro Valdés y José Ramón Machado. Aunque muy lentamente, en este ultraconservador país los cambios son inevitables, sobre todo en áreas como el turismo, la inversión extranjera, la pequeña empresa –dicen que pronto se formalizaría la existencia de pymes– y la agricultura, pues Cuba importa más del 40 % de los alimentos.
Sin duda, ha ayudado el gradual levantamiento del embargo por parte de los EE.UU. –al que solo le basta coartar la libertad de sus ciudadanos para relacionarse con los cubanos–, cosa que Trump pretende terminar. Así, en el mundo al revés, Cuba intentará ser un país más libre y Washington intentaría complicar el camino.
Pero la mayor ironía es que el capitalismo le dejará a la China comunista ser la primera potencia. Según el FMI, ya en 2014 pasó a ser la primera potencia global, cuando su PIB superó los US$ 17.500.000 millones (EE. UU., 17.400.000). Pero América no perdió su liderazgo desde que superó al Reino Unido en 1872 por varios motivos. Primero, porque el cálculo del PIB es caprichoso. Segundo, porque China llega a esa cantidad debido a que tiene cuatro veces más habitantes, pero EE. UU. todavía posee una productividad superior gracias a un mayor desarrollo tecnológico y científico, y porque cuenta con un sistema más eficiente debido al menor peso que tiene el Estado.
Pero esto podría cambiar. Con Trump, por primera vez un presidente de los EE. UU. habló con un gobernante de Taiwán desde que en 1979 Washington reconoció a la República Popular de China y rompió con la isla. Y en Twitter preguntó si China pide permiso a los EE. UU. para devaluar su moneda, imponer aranceles o expandirse militarmente. “¡No lo creo!”, se respondió él mismo.
Trump impondría 45 % de arancel a los productos chinos, desatando así una guerra comercial. Y también dejaría el Acuerdo Transpacífico (TPP), lo que permitiría que su lugar sea ocupado por el gigante asiático. Todas estas medidas contrarias a la libertad traerían ineficiencia a la economía y harían posible que China, en la medida en que libere su mercado, ocupe el primer lugar.
Alejandro Tagliavini
* Miembro del consejo asesor del Center on Global Prosperity, en Oakland, California.
@alextagliavini
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