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Prioridad: la vida de nuestros niños

Que les metan cadena perpetua a los asesinos de niños. Pero eso no basta.

JUAN LOZANO
Para no seguir lamentando los horrores causados por despiadados asesinos de niños y la inmensidad de las tragedias que padecen niñas y niños abusados en todos los estratos, en todas las regiones, todos los días y todas las noches en nuestro país, además de las sanciones más severas contra los animales que abusan de los niños, es necesario emprender un conjunto de acciones preventivas y permanentes que redoblen su protección y levanten la guardia colectiva para prevenir estos comportamientos criminales.
En Colombia hay que hacerlo todo por los niños. Reforzar la prevención, prevenir embarazos adolescentes y no deseados, recuperar la eficacia judicial, transformar el modelo carcelario y endurecer sin vacilación las penas reales contra violadores, abusadores y asesinos de niños. A todos ellos, independientemente de que sean del estrato seis o del estrato uno, de las Farc, del Eln, de las ‘bacrim’, de los paramilitares, de la Fuerza Pública, a todos se les deberían imponer las penas más severas. Ojalá cadenas perpetuas. Pero la solución no puede agotarse en lo punitivo.
Nuestra sociedad requiere con urgencia darle vida plena al mandato constitucional que establece la prevalencia de los derechos de los niños sobre todos los demás derechos. Entre el extenso paquete de medidas que se deben adoptar para proteger a los niños, cobra singular importancia fortalecer los lazos de afecto, ternura, amor, comprensión y cuidado entre padres, madres y sus hijos. La evidencia es amplia: una correcta aplicación de las licencias de paternidad y maternidad se convierte en herramienta privilegiada para lograrlo.
Ese padre y esa madre que abrazaron a su bebé recién nacido, que sintieron los primeros latidos de su corazón, que se gozaron sus respectivas licencias sintiendo lo más bello y sublime de la vida encarnado en su criatura desarrollan una propensión poderosa a las caricias en vez de los golpes, a los abrazos en vez de los alaridos, a los cuidados en vez de los maltratos, a la presencia en vez del abandono. Entienden mejor a sus hijos, desarrollan una capacidad mayor para detectar tempranamente sus problemas y madrugar a resolverlos.
Por eso aplaudo la ampliación de la licencia de maternidad de 14 a 18 semanas, a partir de la iniciativa de Tatiana Cabello e Iván Duque, entre otros. Es la mejor noticia del fin de año en materia de salud y recomposición de un tejido social enfermo. Ya solo falta el trámite de una conciliación que cuenta con amplias mayorías para que sea enviado para la correspondiente sanción presidencial.
La conciliación habrá de ocuparse también de dirimir la diferencia surgida entre las plenarias de Senado y Cámara sobre la ampliación de la ley María, que impulsamos hace ya 15 años. Aunque la Cámara aprobó la ampliación de 8 a 15 días hábiles en la licencia de paternidad, el Senado la negó. Ojalá conciliación, plenarias y Presidente tomaran la decisión de apoyar también esta ampliación. Sus beneficios, como ha quedado suficientemente demostrado, son inmensos.
Con criterios de miope fiscalismo –lo digo por experiencia propia, porque me correspondió padecerlos tanto cuando lideré la ley María como cuando lideré la ley que amplió de 12 a 14 semanas la licencia de maternidad en el 2011–, algunos indolentes burócratas de los ministerios de Hacienda y Salud se han convertido en opositores de oficio de estos proyectos.
Para despejar sus dudas bastaría revisar el gasto inmenso en salud que generan niños que no pudieron tener a su madre con ellos durante el período de lactancia, y las estadísticas sobre maltrato y violencia de padres que no gozaron de la ley María. En todo caso, en medio de tantos horrores que se cometen contra nuestros niños, la aprobación de esta ley se convierte en una noticia jubilosa. Espero que no se malogre en la puerta del horno.
Al poner punto final, me entero de que han muerto otros cinco niños wayús por desnutrición. Van 81, Dios mío. ¡No más!
JUAN LOZANO
JUAN LOZANO
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