Un premio Nobel es el máximo reconocimiento al que puede aspirar cualquier científico en alguna de las áreas tenidas en cuenta por la Real Academia Sueca de Ciencias. Este reconocimiento en el mundo científico le da a su afortunado poseedor no solamente un jugoso premio económico, sino que además lo instala en el punto más alto de su carrera como investigador.
El premio Nobel de Paz, que a diferencia de los demás se entrega en Oslo y no en Estocolmo, otorgado este año al presidente Juan Manuel Santos por la celebración y promoción del proceso de paz, es un estimulante reconocimiento a su persistente labor. Sin importar el nivel de aprobación de su gestión como presidente de los colombianos, el valor del premio Nobel de Paz que recibe Santos es indiscutible: proviene de una organización independiente y extranjera, en la que no recae ninguna sospecha de intereses partidistas, económicos o políticos. El premio Nobel de Paz, aunque en muchas ocasiones destaca el nombre de un personaje, siempre representa el reconocimiento al esfuerzo, el sufrimiento y la superación de un pueblo o una comunidad. En ese sentido, estoy seguro de que el premio Nobel de Paz de 2016 es también el reconocimiento mundial a las víctimas del conflicto colombiano.
Sin lugar a dudas, para las siguientes generaciones Santos será el epónimo de la transición entre la guerra y la construcción de la paz en Colombia. De la misma forma, creo que dentro de muchos decenios se seguirá mencionando a Santos y su premio Nobel como se leerá a García Márquez. Tendrá entonces un lugar principal en la historia de Colombia y su figura será la del Presidente más sobresaliente de la época. Estoy seguro de que en el futuro lejano se recordarán también algunos personajes de nuestro presente nacional, pero no tanto por ellos mismos como sí, probablemente, por sus afinidades o contradicciones frente al ganador del premio Nobel de Paz 2016.
Con seguridad, muchos otros personajes no se llevarán a la memoria nunca más, como sucede con los ganadores de los premios Ig Nobel (también llamados anti-Nobel), galardones otorgados en la Universidad de Harvard y que se han constituido en una parodia inteligente de los premios suecos. Por ejemplo, el Premio Ig Nobel de Paz en 2010 fue otorgado a Richard Stephens, John Atkins y Andrew Kingston del Reino Unido, por haber determinado que usar lenguaje soez alivia el dolor, creencia ampliamente difundida en algunos países europeos. Sin lugar a dudas, en Colombia también tenemos buenos candidatos para recibir el Premio Ig Nobel o anti-Nobel de la Paz.
IGNACIO MANTILLA PRADA
Rector Universidad Nacional