El premio Nobel de Paz para el presidente Juan Manuel Santos es un honor para él y su familia pues se otorga a la persona y sin duda es un orgullo para el país, pues él es el mandatario de todos los colombianos y el galardón es la máxima distinción que se otorga por el aporte a la paz, en este caso por el proceso de casi seis años con las Farc, quizá el grupo guerrillero más antiguo del continente y cuya acción ha dejado mucha destrucción y dolor, al punto que una gran cantidad de ciudadanos no aceptan ni resisten la entrada de los jefes guerrilleros a la vida democrática sin pagar por sus delitos. No basta solo el perdón, como lo ha reiterado el nuevo Fiscal General de la Nación.
Se puede estar de acuerdo o no con lo negociado entre gobierno y guerrilla y tener dudas sobre lo que vendrá en la etapa de implementación en temas como la justicia, los delitos atroces y los llamados conexos, pero lo que no se puede negar es que el primer mandatario ha tenido una constancia sin par y una paciencia ejemplar, las cuales seguramente fueron tenidas en cuenta en las consideraciones de quienes tomaron la decisión.
Ser pragmático no significa que se le reste a la importancia del Nobel, pero no hay que caer en el simplismo de creer que lo que sigue ahora es la solución automática de los problemas del país, como la pobreza, el crecimiento y el desarrollo o que se ha a acabar la corrupción y la politiquería como forma de vida. Pregonar eso con el Nobel del Presidente no solo es oportunista sino una forma de eludir la responsabilidad o “sacar el cuerpo” para decirlo francamente: en Colombia no se está haciendo la tarea en muchas actividades y nos contentamos con muy poco.
La perseverancia y paciencia de Santos y su equipo de negociación son legados que debe servir de ejemplo para todos: las empresas y los negocios lo requieren para sacarlos adelante, los jóvenes no podrán tener futuro si no los practican ahora, una familia debe tenerlos de norte y los funcionarios y políticos no pueden tirarlos por la borda para satisfacer sus apetencias.
Es un trabajo de todos y en particular de la clase dirigente, dentro de la cual están quienes hacen y dirigen empresas. Así como cuando García Márquez obtuvo el Nobel de Literatura no implicó que los colombianos seamos más ilustrados, el premio a Juan Manuel Santos no implicará que la paz está hecha sino que hay que construirla.
¡Felicitaciones señor Presidente!
MARIO HERNÁNDEZ
Empresario exportador