Hace tres años, al publicar su novela ‘Hot Sur’, Laura Restrepo dijo que la novela se ubicaba en una especie de epifanía histórica: “En el momento en que el capitalismo por fin le muestra su cara más fea a sectores enormes de la población. Antes éramos solo los de izquierda los que, leyendo a Marx, decíamos que el capitalismo tenía los días contados. Hoy en día eso lo ve cualquiera: lo ve, por ejemplo, un muchacho que aspira a un doctorado aunque sabe que no le va a servir para conseguir trabajo. Esa socorrida frase: ‘Me voy para el Norte porque allá la vida es mejor’, se pronuncia ahora con recelo”.
‘Buena alumna’, la primera novela de Paula Porroni (Buenos Aires, 1977), está en diálogo directo con estas ideas de Restrepo. La protagonista, una estudiante rigurosa como la que más, temerosa de ser una promesa incumplida, viaja a Inglaterra después de unos años “resecándose” en su Buenos Aires natal, y llega al pueblo donde estudió Historia del Arte para conseguir trabajo. “Estoy frente a la última oportunidad que tengo para crecer y desarrollarme. Antes de que sea irremediablemente tarde. Es decir, el momento en que mi cuerpo se reseque por completo”.
Su madre ha prometido mantenerla un año más: si no consigue empleo, la buena alumna tendrá que volver a Argentina. Madre e hija se comunican exclusivamente para hablar de dinero. “La plata no es infinita”, le advierte a su hija. “Hay que gastar con cuidado”. La madre, pues, es el dinero.
Pero en ‘Buena alumna’, el dinero también es la madre: el dinero, el capitalismo, paren a los personajes de esta novela. Todos son hijos fracasados del capitalismo, “gente sin suerte”. Sin fracasos personales y profesionales, no hay relaciones posibles.
Buena alumna es una novela sobre lo que no da frutos. La protagonista, rodeada de objetos y personas que en una sociedad capitalista son inservibles, empezando por una silla con ruedas que no se desliza, no entiende la educación como educación sino como entrenamiento y disciplina militar. Ante la imposibilidad de encontrar trabajo, decide volver a estudiar. El tema de su investigación: la naturaleza muerta. “Still-life”. Una palabra extraña en inglés. Vida detenida, sin movimiento. Tan cerca de ‘stillborn’, el niño muerto al nacer. Es decir, la vida que no se dio. Sin embargo, la mirada de Porroni, su lenguaje, hacen de esta infertilidad una gran obra de arte: una naturaleza hermosamente muerta.
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GIUSEPPE CAPUTO*
Especial para EL TIEMPO
* Escritor barranquillero, autor de ‘Un mundo huérfano’, uno de los fenómenos editoriales del año.