Otra vuelta de tuerca nos vendría bien. Reinterpretar el papel de las ciencias frente a una crisis que apenas empieza. Y ya no hay que esforzarse mucho para descubrir que los terrenos de esta crisis son los de todas las disciplinas. Aventuro una hipótesis sobre la índole de esta vuelta de tuerca: la interdisciplina, la mirada compleja, la totalidad. El libro ‘El entorno natural y construido del hombre colombiano’, publicado hace 25 años (y que encontré en una calle bogotana por la suma de dos mil pesos), da cuenta de esta discusión.
En 1990, la Misión Nacional de Ciencia y Tecnología planteó el problema de la desarticulación del quehacer científico de Colombia. Investigadores que trabajaban en temas cercanos no se conocían. Entonces, Colciencias convocó el más ambicioso ejercicio de planeación participativa para definir las líneas del Programa de Ciencias del Medio Ambiente y del Hábitat. Participaron 1.400 personas para pensar en el diseño interdisciplinar de una política nacional de investigación científica orientada al desarrollo sostenible.
Aún recuerdo el encuentro de Villavicencio de 1992. Todos reconocieron la necesidad de pensar colectivamente, pero nunca supimos cómo ponerlo en práctica. El sistema nació reconociendo los compartimientos estancos, y así hemos avanzado, pero el desafío de la ciencia y la academia en esta hora del mundo, cuando está amenazada la continuidad de la vida, es de tal magnitud que bien valdría la pena recuperar el espíritu de aquel Colciencias e intentar, una vez más, la confluencia de los múltiples saberes que hoy componen el universo de lo biológico, lo ambiental, lo económico, lo climático y lo político.
Tal vez no haya ocasión para una tercera vuelta de tuerca. Ha corrido ya la suficiente agua debajo de los puentes para saber que en materia de políticas para la investigación y la ciencia aplicada en estas materias, es la hora de parar y pensar de nuevo. Aclimatar la paz con una mejor ciencia y con una ciencia con conciencia debería estimular el alma de la nueva nación. Un Consejo orientador para cada programa, compuesto por investigadores, sector privado y funcionarios del Gobierno, fue innovador en 1990. ¿Lo sería hoy?
Y otrosí: la comunidad ambiental celebra la designación de la doctora Sandra Vilardy como decana de Ciencias Básicas de la Universidad del Magdalena.
MANUEL GUZMÁN HENNESSEY
@GuzmanHennessey