Es, sin lugar a dudas, una buena noticia la conocida esta semana sobre la mejora del país en las pruebas Pisa llevadas a cabo el año pasado, en las que participaron 12.000 estudiantes de 380 planteles. Mientras que en lectura la mejora fue de 22 puntos en comparación con la anterior medición, efectuada en el 2012, resultado que pone a Colombia por encima de Brasil Perú y México en este campo, en ciencias esta fue de 17 puntos; en el plano regional, igualó a México y superó el guarismo de los ya referidos Perú y Brasil. Por último, en matemáticas se pasó de 376 puntos a 390, lo cual permitió superar a incas y cariocas.
El presidente Juan Manuel Santos resaltó además que Colombia fue uno de los tres países que mejoraron su desempeño en las tres áreas evaluadas, hecho que sin duda merece reconocimiento.
Tal avance no solo es un fruto tardío –como son la gran mayoría de los de este ramo– de la gestión de las ministras Cecilia María Vélez y María Fernanda Campo (la siguiente medición cubrirá los esfuerzos de las dos últimas ocupantes del cargo, Gina Parody y Yaneth Giha), sino también indicador de éxito de políticas implementadas en los años recientes. Una lista en la que hay expertos que coinciden en incluir programas como Todos a Aprender, el fortalecimiento con cambios acertados en la manera de evaluar a los docentes, además de innegables avances en materia de cobertura e infraestructura.
Digno de destacar también es que no solo hubo un mejor panorama en ciencias, sino que siete de cada diez estudiantes colombianos muestran aptitudes para el método científico, lo cual indica un futuro esperanzador para la ciencia y la tecnología, para muchos históricas cenicientas en los gobiernos de las últimas décadas a la hora de fijar prioridades.
Ahora bien, es necesario, para que los avances continúen –y es este el deseo de todos– revisar algunos matices que permitan moderar el entusiasmo.
Tal ejercicio obliga a sostener que aunque es positivo pasar del puesto 62 al 57, este último sigue siendo incómodo, en el mejor de los casos. Las cifras también recordaron la enorme y vergonzosa brecha entre el desempeño de alumnos de estratos más altos y el de aquellos de menos recursos. Debe mencionarse asimismo el segundo lugar, después de Argelia, en la clasificación que indica qué países cuentan con más estudiantes que han repetido un grado.
Son válidas también las críticas que cuestionan qué tan representativo es este ejercicio respecto a la salud de todo el sistema educativo, habida cuenta de que se concentraron esfuerzos para que los alumnos que presentaran la prueba lograran la mejoría que finalmente reflejaron los resultados, así como las que apuntan a que se trata de un rasero idóneo para sociedades cuya complejidad y diversidad no se comparan con las de la nuestra.
Para tener un diagnóstico más sólido será necesario acumular más reportes, tanto de pruebas Pisa como de pruebas Saber. Y tampoco pueden caer en saco roto los comentarios sobre lo importante de tener presentes otras dimensiones del ejercicio pedagógico. Por lo pronto, hay que reconocer que se han producido señales esperanzadoras.
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