El cuerpo de Yuliana Samboní llegó a la Parroquia Santa Teresita (carrera 18 A # 43-50) a las 10:30 de la mañana, acompañada de una procesión, que se inició en la funeraria Los Olivos de la calle 42 con avenida Caracas, y que estaba encabezada por familiares y la Policía Metropolitana de Bogotá.
El recorrido estuvo acompañado por algunos indígenas de diferentes etnias que con bombas blancas y una foto de la niña llegaron a la iglesia, junto con otros asistentes, gritando “¡Justicia, justicia, Cauca, Cauca! ¡Fuerza, fuerza!”.
El padre de Yuliana había llegado antes a la parroquia, y se ubicó en la primera banca, donde recibió el apoyo moral de algunas personas, como el sacerdote Rubén Darío Ramírez, quien ofició la eucaristía.
El padre Ramírez comenzó la ceremonia cuando recibió a Yuliana en la entrada de la iglesia y pidió por la familia de la niña y por Colombia, "para que no se siga repitiendo está violencia frente a nuestros niños, para que haya esperanza, una vida mejor y una justicia en medio de nuestro país”, dijo.
Seis mujeres de la Policía escoltaron el ataúd, en el que estaba la menor de 7 años. Algunas se veían afectadas por lo sucedido.
Las cientos de personas que estaban reunidas mantuvieron un silencio total, cuando Ramírez y otros padres de la comunidad Carmelita Descalzos caminaron hacia el altar. Muchos asistentes se secaban las lágrimas mientras tres personas movían sus pañuelos blancos al compás de la música de fondo.
Yuliana fue recordada en varias ocasiones como un ángel que partió de la tierra y que desde el cielo podrá interceder por la niñez del país. También se mencionó a su madre, que por cuestiones de salud no pudo asistir a la eucaristía. “Pedimos por la mamá de Yuliana que está enferma (…) Para que el señor la reconforte y que esta familia encuentre consuelo, en medio de la solidaridad y compromiso”, mencionó Ramírez.
En Santa Teresita se escucharon cientos de aplausos que duraron más de un minuto, cuando el sacerdote solicitó un aplauso para la pequeña, antes de que los feligreses continuaran con el saludo de paz con sus vecinos.
En una ocasión una mujer alzó su voz para pedirles a los asistentes que no se olvidarán de todas las mujeres y niños víctimas de agresiones en el país, urgiendo que aquellos casos que no llegan a los medios también son importantes.
Antes de dar por terminada la ceremonia un vocero de la familia, pasó a altar para pronunciar unas palabras de agradecimiento: “Queremos agradecerles a todos ustedes, a la Secretaría de integración Social y a su grupo, a la Alta consejería. Más que nada gracias a la Policía, al Gaula, al alcalde Enrique Peñalosa por su ayuda. También a los medios de comunicación y a los colombianos que se han unido con nosotros”.
A las 11:40 concluyó la misa y cuando el ataúd iba a ser transportado se soltaron varios globos blancos, como muestra de apoyo y esperanza. En ese momento ya había carteles que decían: “Los pueblos indígenas somos una sola familia, la muerte de Yuliana nos hiere a todos los Pueblos Ancestrales”.
Al final, Yuliana fue llevada a la pista de la dirección de anti-narcóticos de la Policía Nacional, en donde un avión PNC 0213 la llevó a ella y a su familia a Popayán.
LINA XIMENA PARRA
Escuela de Periodismo EL TIEMPO