El trato respetuoso es ingrediente principal de la convivencia y las buenas relaciones. Ahora, si el respeto y la comprensión se mezclan, dan lugar a algo que hoy escasea: la tolerancia.
Hay que entender, de una vez por todas, que tolerar no es tener que aguantar y soportar a los demás. Es, en esencia, la capacidad para adaptarse, para aceptar al otro a partir de considerarlo un igual en términos de dignidad. De ahí que no sobra compartir ideas para elevar el nivel de tolerancia.
Acéptese. Las críticas, la descalificación y los juicios negativos que usted hace de otros o de alguna situación, muchas veces esconden su incapacidad para aceptarse tal como es. Así que deje de juzgarse.
Mírese. Casi siempre es más fácil ver la intolerancia en otras personas. Usted puede sentir que es amplio, incluyente y sin tendencia a la discriminación, pero si al revisar su interior encuentra que se siente más capaz, más inteligente que algunos que lo rodean o con la capacidad de dar órdenes por cuestiones de jerarquía, esa es una forma velada de intolerancia que los demás sí perciben.
Flexibilidad. Las posturas y conceptos férreos o inamovibles son una fuente de intolerancia. Tenga presente que la base del crecimiento personal está en la sana deliberación y que los absolutos desconocen al otro y generan conflictos. Sea flexible y dese el gusto de tener reversazos.
Piense por usted. Mucha de su intolerancia está basada en opiniones ajenas que ha tomado como propias. No ceda el derecho que tiene de formarse sus propias ideas y de tener sus propios conceptos. No deje que lo piensen.
Abra la mente. Procure deshacerse de las ideas atávicas que lo tienen convencido de que porque son suyas son las mejores y no se deben cambiar. El mundo y las personas tienen puntos de vista desde perspectivas diferentes que también son válidas. Escúchelas, dese la oportunidad de conocer cosas nuevas, de compartir y de nutrirse de los demás.
No responda agresiones. Ofrezca amistad sin esperar nada a cambio. Vea de la gente lo bueno, respire profundo y cuente hasta 10 antes de responder; salude siempre, ríase más, responda las llamadas y valore a los demás.
CARLOS F. FERNÁNDEZ
Asesor médico de EL TIEMPO