Las consecuencias que el acuerdo de paz entre el Gobierno y las Farc podrían traer a la capital también fueron tenidas en cuenta por la encuesta de Bogotá Cómo Vamos (BCV). Del análisis general puede inferirse que cerca de la mitad de la gente estaría de acuerdo con tener en su entorno cercano a un desmovilizado que ha vuelto a la vida civil.
Al observar los grupos poblacionales se encuentra que, por edad, los jóvenes (de 18 a 25 años) son los más dispuestos, 61 %, a tener un compañero de trabajo que haya dejado las armas; en segundo lugar de aceptación estarían los adultos que van de 46 a 55 años, quienes llegan hasta el 57 % de tolerancia en ese sentido. En contraste, quienes menos dispuestos estarían a trabajar con un exguerrillero son los mayores de 55 años, con el 43 %, seguidos por los que van de 36 a 45 años (47 %).
En un ámbito de convivencia más próximo a la familia, solo el 41 % de los encuestados estarían de acuerdo con que un desmovilizado sea su vecino. En este renglón, los jóvenes de 18 a 25 años vuelven a ser los más receptivos, al registrarse un 52 %, y quienes tienen una edad de 46 a 55 años ocupan el segundo puesto, con 44 %.
Un dato que llama mucho la atención es que tan solo el 36 % de las personas de estrato alto ven con buenos ojos la llegada de desmovilizados a su vecindario, mientras que en el trabajo sí se mostrarían más dispuestos a acogerlos, con el 53 %. Los estratos bajos también están poco dispuestos a convivir cerca de exguerrilleros, con el 37 %. En este aspecto, 44 % de la clase media ve con buenos ojos a los desmovilizados como vecinos.
Fabio Zambrano, profesor del Instituto de Estudios Urbanos de la Universidad Nacional y quien fue consultado para analizar estos números, de cara al posconflicto en la capital, afirma que estos indicadores, aunque a muchos les parezcan bajos en cuanto a la aceptación de la sociedad de quienes dejarán las armas, es “optimista, mucho más de lo que puede ser la realidad bogotana en las calles”.
Esto lo sostiene porque “esta es una ciudad intolerante, mucho, y además hay mucha polarización, la cual creo que será aún más profunda en unos años”.
Para ilustrar mejor el hecho, Zambrano contó que durante algún tiempo tuvo en su propia casa a una mujer que le ayudaba en los oficios y que se había desmovilizado de la guerrilla. “Hacía sus labores bien, normal. Un día invité a varios familiares y se la presenté, les dije que se había salido de la guerrilla, ¿y saben qué pasó? Muchos de esos familiares nunca volvieron a mi casa. Significa que somos un país que carece de tolerancia”.
Aclaró, eso sí, que en caso de adelantarse una política pública coherente, a raíz de los acuerdos de paz, podría mejorarse la tolerancia. Y puntualizó que, de todos modos, la capital no será la zona del país que acoja a la mayor parte de los miembros de las Farc que dejan la guerra, sino que se dirigirán sobre todo a las áreas rurales, a las denominadas zonas de reserva campesina.
Impacto
La seguridad en la urbe y la economía de Bogotá son los puntos que los encuestados resaltan como lo que más se puede ver impactado con la llegada de excombatientes (56 % en ambos casos). “No creo que las milicias urbanas, un tema que se ha tocado muy poco en la discusión pública, vayan a caer en la criminalidad. A nivel urbano se enfocarán más en actividades políticas”, opinó Zambrano.
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