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En Buenaventura las mujeres marcharon contra la violencia sexual

En Buenaventura las mujeres marcharon contra la violencia sexual

Víctimas piden justicia y apoyo del Gobierno Nacional.

06 de diciembre 2016 , 08:23 p. m.

Hace una semana, cuando Romelia* se encontraba trabajando en la farmacia del hospital de Buenaventura se enteró del caso de una menor de 5 años que había sido atendida por urgencias. Un vecino, el más querido por su familia, abusó de la pequeña, dejándole graves secuelas.

A pesar de que Romelia le insistió a la madre de la niña que denunciaran el caso, ella prefirió volver a su casa y dejar las cosas en silencio. “Tenemos miedo. No queremos problemas”, le dijo mientras le daba 5.000 pesos para pagar un medicamento. (Lea también: El día en que Colombia se quedó sin mujeres)

Casos como el de esta niña llevaron este martes a más de 100 mujeres y varios hombres a marchar en el retorno simbólico que la periodista Jineth Bedoya, líder de la campaña ‘No es hora de callar’, desarrolló en el puerto.

Este retorno es el tercero que se hace en el país en el marco de la campaña contra la violencia hacia las mujeres. El primero se hizo en los Montes de María y el segundo, en Putumayo.

Por más de una hora, y en un recorrido que duró más de 2.3 kilómetros, acompañados del sol más ardiente que se ha visto en el puerto en los últimos días, los caminantes se aglomeraron en el Bulevar, al lado de la Sociedad Portuaria, y atravesaron la ciudad para llegar hasta el barrio Alberto Lleras, una de las zonas urbanas más golpeadas por el conflicto armado.

Aunque desde el 2006, la época en la que el conflicto le hizo más daño al puerto, la situación ha mejorado, los casos de violencia sexual no paran. Hoy, los victimarios, más que hombres encapuchados y con un fusil, son integrantes de bandas que se han agolpado en las comunas del distrito de Buenaventura, pero también los esposos o vecinos.

“Lo más triste es que aunque ha bajado la violencia, las mujeres siguen siendo violadas. Levantar la voz y motivarlas nos sirve para ganar más denuncias. En esta jornada que hemos hecho pasó algo muy particular. Desde que llegamos, hace cuatro días, hasta hoy, después de hablar y contar lo que nos pasó, seis mujeres se atrevieron a hablar. Si eso pasa en cuatro días de concientización, qué pasaría si todo el Estado pone todos sus esfuerzos para que las mujeres no se queden calladas y cuenten sus historias”, aseguró Jineth Bedoya.

Uno de esos casos es el de una funcionaria de la Secretaría de la Mujer del Valle del Cauca. El lunes, al intervenir frente a varias líderes sociales, Luz Adriana Londoño les contó a los asistentes que cuando tenía 5 años y después, a sus 7, fue víctima de violencia sexual. “Solo denuncié cuando tenía 12 años. El primer victimario era un hombre cercano a mi padre, y nunca volví a saber de él. El segundo ya murió. Los dos casos quedaron en la impunidad, por eso les puedo decir a las mujeres que sé lo que se siente”, dijo la funcionaria.

En medio de la marcha, pasando por la calle tercera, Andrés Santamaría, el expersonero de Cali y expresidente de Fenalper, se detuvo para hablar de la importancia de esta caminata. (También: Bióloga denuncia la agresión sexual que sufrió en Bolívar)

El expersonero afirmó que en los últimos años las mujeres se han venido empoderando y han comenzado a denunciar mucho más sus casos. Por eso cree que si bien es importante incentivar las denuncias, lo más urgente es que la justicia les dé respuestas efectivas.

Uno de los casos que siguen impunes en el puerto es el que sufrió Gloria*. Cuando tenía 13 años, uno de sus tíos le dijo que le tenía un regalo de cumpleaños. Después de darle unas monedas, le exigió que tuvieran intimidad. El hecho se siguió repitiendo una y otra vez, sólo hasta que Gloria pudo denunciarlo. Aunque pasó por años de depresión y tristeza, asegura que hablar de su caso con otras mujeres le ha servido para salir adelante.

Entre paso y paso, las mujeres se iban animando a contar los casos. Líderes comunitarias afirman, por ejemplo, que uno de los hechos que hoy son invisibles, pero que más están afectando a las mujeres, es la trata de personas. Otras dicen que las madres sienten temor de enviar a sus niñas a los colegios, sobre todo de la comuna 12, en donde se han conocido hechos de violencia contra las menores.

Los años más difíciles

Sobre las 11 de la mañana, exigiendo respeto y justicia, las caminantes llegaron al barrio Lleras en medio de gritos y arengas. En medio de la marcha, ‘Kasandra Flow’, quien a través de la música urbana se ha encargado de llevar mensajes de protesta social a las comunidades, tomó el micrófono. “Nos han tomado como botín de guerra. La que se resiste la mandan a dormir en la tierra. ¿Ustedes qué pensaron? ¿Que somos juguetes sexuales?. Abusan y nos tratan como animales. Somos mujeres guerreras que luchamos a diario, sobreviviendo de la injusticia, sobreviviendo en el barrio”, coreaba mientras en las ventanas de las pequeñas casas de madera, alzadas en el mar, se asomaban las familias.

Hoy todos los vecinos coinciden en que el Lleras, en donde viven al menos 12.500 familias, a pesar de la pobreza que se mantiene, la seguridad en la zona es distinta. De los años más difíciles, el 2006 y el 2007, hoy quedan cientas de mujeres que fueron abusadas sexualmente por grupos paramilitares y la guerrilla. Muchas de ellas, además, hoy son madres cabezas de hogar después de que los violentos desaparecieran o asesinaran a sus esposos.

“Para muchas siempre ha sido muy difícil denunciar. Contar lo que les pasó significa quedar marcadas. Amigas mías, a las que les pasó, creen que si cuentan que las violaron van a perder su dignidad”, cuenta Chelsin, líder del barrio.
Por eso Chelsin afirma que lo que hoy más necesitan en el Lleras y, en Buenaventura, son oportunidades, trabajo.

Lo mismo opina Cruz Caicedo, presidente de la Junta de Acción Comunal del Lleras, quien le pidió con insistencia al Gobierno que termine con las dos mayores contradicciones que hoy vive la ciudad. La primera, asegura, es que aunque Buenaventura tiene el puerto más importante del país, la mayoría de sus habitantes no tienen trabajo formal, viven de lo que pueden –arreglan motosierras, cortan madera, afrontan los peligros del pacífico para traer pescado, trabajan en casas de familia- pero siguen en la pobreza.

La segunda es que aunque Buenaventura es uno de los municipios en donde más llueve en el país (casi todos los días), más del 70 por ciento de sus habitantes no tiene agua.“Si nos bañamos es porque llueve. Aquí no hay alcantarillado y cuando cae la lluvia, como no hay acueductos, las calles se inundan. El agua es nuestra bendición y maldición al mismo tiempo”, dice Chelsin.

 

MILENA SARRALDE
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