Nadie quiere decir que se levanta de la mesa de diálogo, pero los hechos hablan por sí solos.
La tercera reunión pactada entre el Gobierno venezolano y la oposición en la mesa de diálogo no se llevó a cabo y, al menos en el corto plazo, no se vislumbra una pronta reanudación de los encuentros.
“Seguiremos en contacto con los mediadores, especialmente el Vaticano. En el momento en que el Gobierno cumpla, nos podremos volver a sentar”, afirmó el secretario general de la coalición opositora, la Mesa de la Unidad Democrática, Jesús ‘Chúo’ Torrealba. (Le puede interesar: Opositores presos en Venezuela, en huelga de hambre por su libertad)
Por su parte, el presidente de la Asamblea Nacional, Henry Ramos Allup, señaló que con el levantamiento de la mesa los opositores retomarán la agenda que suspendieron antes de sentarse a comenzar el proceso de diálogo.
Igual que el resto de la dirigencia opositora, Ramos había advertido sobre el fin de las conversaciones en vista de que el gobierno del presidente Nicolás Maduro no cumplió con ninguno de los compromisos asumidos en la mesa: apertura de canal humanitario, reconocimiento del Parlamento como poder constituido y liberación de los presos políticos.
Hasta última hora de este martes, representantes tanto del Gobierno como de la oposición venezolana sostuvieron reuniones, separadamente, con los mediadores de la mesa, los expresidentes José Luis Rodríguez (España), Martín Torrijos (Panamá) y Leonel Fernández (República Dominicana) sin que se produjera algún cambio que pudiera reflotar las conversaciones.
Un balde de agua fría
En la mañana, la oposición tuvo un encuentro con el Nuncio Apostólico y monseñor Claudio Celli, otro facilitador del diálogo, en lo que parece ser un acercamiento especial al Vaticano luego de que la Santa Sede enviara una carta al presidente Nicolás Maduro exhortándole a cumplir con su palabra.
La existencia de la misiva fue calificada por Torrealba como un “éxito” para la oposición, aunque reconoció que con la mesa de diálogo el gobierno “ganó tiempo”, justo lo que necesitaba para evitar la celebración del referendo revocatorio presidencial este año.
Ese reconocimiento cae como un balde de agua fría entre los opositores, ya que celebrar el referendo este año era crucial. (Lea también: Subida de dólar negro destroza al bolívar venezolano)
De haberlo ganado, la Constitución ordena la celebración inmediata de una nueva elección presidencial, lo que hubiera podido concretar pacíficamente un cambio de gobierno.
En cambio, si el referendo revocatorio se celebra luego del 10 de enero del 2017 y lo pierde el presidente Maduro, su periodo lo completa el vicepresidente de su elección, con lo cual el chavismo mantendría las riendas del gobierno hasta las presidenciales del 2018.
Las seis semanas que duró la mesa, además de permitir al Gobierno venezolano sortear la presión política sobre el referendo, también desmontó el empuje de los opositores.
Estos, acicateados por la tremenda crisis económica del país, estaban dispuestos a protestar en las calles para la restitución de una agenda electoral que hoy luce más que lejana, inalcanzable, toda vez que el Gobierno no solo suspendió el referendo, sino también las elecciones regionales que debieron celebrarse en diciembre de este año.
No obstante, muchos rescatan que la mesa puso de nuevo sobre el escenario político la necesaria liberación de al menos 108 presos políticos por protestar contra el Gobierno –algunos de renombre como el dirigente Leopoldo López–, castigados con procesos interminables y violatorios de procesos jurídicos elementales. (Además: Diálogos del Gobierno y oposición, al borde de la ruptura en Venezuela)
La suspensión de la mesa de diálogo coincidió con el primer aniversario de la elección de la Asamblea Nacional de mayoría opositora, declarada “en desacato” por el Tribunal Supremo de Justicia, el cual ha anulado todas las decisiones del Parlamento desde su instalación.
VALENTINA LARES MARTIZ
Caracas
Corresponsal de EL TIEMPO