Donald Trump piensa como empresario. Es parte de la plataforma que le valió ser elegido como presidente de EE. UU., un país que hasta hace poco era referente de libertad de expresión y libre acceso a la red.
Aunque suene escandaloso, Trump ha dado señales de considerar que ambas cosas deberían ser replanteadas. Si se lo toma en serio, el muro en la frontera con México no es el que debería preocuparnos.
En plena campaña, Trump declaró: “Perdemos gente debido a internet. Debemos considerar, en ciertas áreas, cerrarla de alguna manera”. Esas maneras, aventuró, incluyen hacer cosas “que parecían impensables hace unos años”.
¿De qué habla Trump? Según temen observadores de la actividad global de la red, podría contemplar implementar un firewall que permita restringir el tráfico de la red o incluso cortarlo, a la manera de un kill-switch presidencial.
Aún más: el equipo de transición que ha anunciado en materia de política de comunicaciones no hace mucho por calmar estos temores. Está integrado por personas como Jeffrey Eisenach y Roslyn Layton, que han hablado abiertamente en contra de la política conocida como ‘neutralidad en la red’, la cual determina que internet debe operar de manera abierta y libre de toda censura. Los gobiernos y las compañías privadas que supervisan o manejan su funcionamiento están obligados por este principio a tratar toda la información de la misma manera, sin privilegiar la difusión de unos contenidos ni entorpecer la de otros.
Estados Unidos ha hecho de este principio un pilar de su política de internet, al punto de que el año pasado, en una victoria histórica para esa causa, la Comisión Federal de Comunicaciones (FCC) incorporó el principio a su marco regulatorio y elevó el acceso de banda ancha a la categoría de servicio público.
Con un millonario lobby, las compañías de telecomunicaciones han luchado contra la neutralidad en la red, que ven como un obstáculo en el camino de jugosos negocios. Sin esa cortapisa, un proveedor de video por streaming, por ejemplo, podría pagar una prima extra para que sus videos se muevan a mayores velocidades que los de la competencia. Si surgiera un nuevo proveedor, con mejor contenido pero sin la capacidad financiera para pagar ese costo, nacería en desventaja y sus contenidos estarían condenados al ‘carril lento’.
Si Trump, el empresario, opta por dejar que el mercado decida, amenazaría el sistema que ha permitido que empresas innovadoras compitan en igualdad de condiciones. Sobre las dudas acerca de su idea de la red, dijo una vez: “Habrá quién diga ‘oh, libertad de expresión, libertad de expresión’. Es gente tonta”.
WILSON VEGA
Editor Tecnósfera
@WilsonVega