Lo ocurrido el sábado en la calle 84, con una súbita aparición del arroyo que se creía canalizado, pudo haber sido un asunto coyuntural por la cantidad de agua que cayó, pero también es una señal de que a la obra toca sumarle alguna intervención contra la práctica ‘natural’ de algunos de librarse de los desperdicios echándolos a la corriente callejera.
El aguacero, que se descargó hacia el mediodía, hizo crecer la corriente que viene por la calle 85, pero cuando el agua bajaba por la carrera 50 hasta la calle 84, las rejillas, que actúan como coladores, se taponaron con los desperdicios que traía, y la calle 84 vio aparecer el río que creyó solucionado.
La situación generó un caos mientras el agua encontraba las rejillas de más adelante: carros flotando, conductores y pasajeros en crisis, y el flujo natural de vehículos represado, a lo que contribuyó, de paso, un gigantesco árbol de caucho que se desplomó en la carrera 49C.
Hasta ayer no había un pronunciamiento de la Alcaldía, pero un primer llamado es el mismo que se viene haciendo desde hace meses a una práctica que se consideraba exclusiva de los llamados ‘estratos populares’: la de aprovechar el arroyo y deshacerse de las bolsas. Es como si las mentes se bloquearan y las personas olvidaran que el servicio de recolección de basura de la Triple A funciona.
Cuando pasan los aguaceros, y el del sábado no fue la excepción, entre los desperdicios de las rejillas aparecen escombros. El Distrito examina de dónde proceden, porque pueden ser de esos que algunos acumulan frente a obras en ejecución y que no reportan para que las empresas de servicio público recojan.
Desde marzo de 2013 está en vigencia el comparendo ambiental para estimular la correcta disposición de residuos sólidos y escombros. Pero nada de eso se cumple.
BARRANQUILLA