Durante más de 18 horas continuas, 12 médicos forenses de la sede del Instituto de Medicina Legal de Medellín trabajaron, con pocos relevos, para lograr las labores de identificación de las 71 personas que murieron en el avión 2933 de la aerolínea boliviana LaMia, que se accidentó con 77 pasajeros el lunes pasado, cerca del aeropuerto de Rionegro.
Además del grupo de 12 médicos, que hicieron las necropsias, también hubo 11 dactiloscopistas y 10 odontólogos, entre otros.
La tragedia –en la que murieron 19 futbolistas del Chapecoense de Brasil, que venía a Medellín para la final de la Copa Suramericana, su técnico, su médico, 20 periodistas, 7 miembros de la tripulación y 19 acompañantes– se reportó el lunes pasado a las 9 y 55 de la noche. Los cuerpos empezaron a llegar a la sede de Medellín el martes, entre las 2 de la tarde y las 8 de la noche. El miércoles a las 10 p. m ya habían terminado la identificación.
Kevin Mejía, director de la regional de Medicina Legal en Medellín, cuenta que recibió la noticia del accidente por uno de sus compañeros y dio aviso al director nacional, Carlos Eduardo Valdés. En cuestión de horas, a esta sede forense llegaron funcionarios de la Registraduría, Fiscalía, Policía, autoridades regionales y de los países de las víctimas –Bolivia y Brasil– para apoyar el trabajo.
La morgue de Medicina Legal es la más grande del país. Tiene 7 metros de ancho por 15 metros de largo. En un solo salón se ubican 14 mesas de necropsia. Doce de estas se destinaron para atender la emergencia y las restantes, para fallecidos por otros casos. La morgue está en el barrio Caribe de Medellín, frente a la Terminal del Norte, y fue construida hace cinco años.
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Trabajaron sin parar
En el equipo de 12 médicos, la mitad mujeres, había expertos de diferentes profesiones, entre otras odontología y morfología. Cinco se encargaron de verificar la calidad del procedimiento. Todos tienen amplia experiencia; incluso, algunos estuvieron en el operativo de identificación tras un accidente aéreo en el 2008, cerca del cerro El Burro, en Antioquia, donde murieron seis personas.
Mejía asegura que nunca se detuvieron: “Tomamos la decisión de trabajar de manera continúa haciendo relevos de los equipos. No se asignaron horarios; cada vez que las personas estaban cansadas se llamaba a otro perito para que llegara. Hubo algunos que trabajaron casi 12 horas continuas; otros, 8 horas o 6”.
Afirma que la identificación de las 71 personas se hizo a través de sus huellas dactilares. Sin entrar en detalles específicos, por respeto a las víctimas, dice que los cuerpos se encontraban en buen estado y completos, lo que facilitó las labores de necropsia.
“Cuando se iban haciendo las necropsias se tomaban las muestras para estudio genético, la carta dental y se le tomaba la huella dactilar. Lo primero era el cotejo con huellas, y afortunadamente no fue necesario pasar a otra etapa porque todos se pudieron identificar con huella”, asegura.
El funcionario agrega que en algunos casos se tuvo que recurrir a otra técnica conocida como “tratamiento y reconstrucción de pulpejos” para mejorar la calidad de las huellas.
“Desde las reuniones especiales se les solicitaron a los consulados que nos aportaran las huellas de todas las víctimas. El cónsul y el embajador de Bolivia las descargaron por internet desde nuestra oficina, y de Brasil venía la Policía Judicial. Ellos traían un sistema portátil que les permitía consultar las huellas”.
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Para la identificación, los forenses debían llenar un documento en el que reseñaban lo que iban encontrando, cotejos necesarios para realizar el certificado de defunción. Ese documento contiene el estudio de verificación de la identidad, la tarjeta de necrodactilia y la tarjeta decadactilar del registro civil de cada país. También menciona los instrumentos usados para la identificación: un magnificador profesional de huellas, parecido a una lupa; un escáner y una terminal de la Registraduría.
Esos documentos quedaron en una carpeta individual con el registro de cada víctima. Los objetos que portaban, como anillos, celulares, billeteras, fueron entregados a las autoridades de Brasil y Bolivia.
ANGY ALVARADO RODRÍGUEZ
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Redacción Justicia