El pasado 29 de noviembre se conmemoró en el mundo entero el Día Internacional de Solidaridad con el Pueblo Palestino, fecha instituida por las Naciones Unidas desde 1977, y que tiene por fin único recordar el error histórico ocurrido el 29 de noviembre de 1947, cuando con un puñado de Estados la Asamblea General de las Naciones Unidas (ONU) premió al forastero y tomó la decisión de partir a Palestina en dos, basada en un crimen que ni ocurrió en Palestina ni fueron responsables los palestinos y soportada en una ideología colonialista –el sionismo–, que se declaraba abiertamente diferente del judaísmo, y que era enfática a la hora de favorecer los proyectos coloniales británicos en Oriente Próximo.
De hecho, fue el sionismo con agrupaciones como la Hagana, el Stern y el Irgún quienes inauguraron el terrorismo en el Oriente Próximo.
Sus carros bomba en mercados llenos de mujeres y niños, atentados a instalaciones civiles, el asesinato de altos funcionarios de las Naciones Unidas –como el Conde Folke Bernadotte– o la limpieza étnica que vivió Palestina desde entonces, son todos ejemplos del terrorismo sionista.
El mismo terrorismo que aún hoy promueven sus representantes, destilando odio mientras envían cartas a prestigiosos diarios intentando imponer abusivamente una línea editorial que disfrace sus crímenes.
Es tan grande la vergüenza del sistema internacional por tan desacertada decisión del 29 de noviembre de 1947, que 30 años después la misma ONU en un acto simbólico decide nombrar la misma fecha como un día de solidaridad con las verdaderas víctimas, el pueblo palestino.
Sin embargo, el sionismo reacciona virulentamente contra esta respetable conmemoración y acusa a la ONU de antisemita -¿por llamar las cosas por su nombre?- mientras que esgrime por doquier esta misma espada, haciendo un deplorable uso político del dolor de sus propias víctimas judías.
Es así como año tras año, cada 29 de noviembre los representantes del sionismo inundan la prensa con relatos manipulados que quieren disfrazar sus crímenes y cargarle la responsabilidad a la verdadera víctima.
Al mejor estilo de quien acusa a una mujer violada o a un niño huérfano en la guerra de ser el propio responsable de su desgracia, el sionismo acusa a los palestinos de los crímenes de guerra que llevan cometiéndose desde hace 70 años.
Resulta reiterativa la retórica sionista de pretender ocultar los crímenes de guerra que han dejado a su paso 70 años de ocupación de Palestina y en su lugar, reemplazar el discurso por refritos manipulados y absolutamente imprecisos, que pretenden vendernos a la fuerza un pasado inexistente y unas condiciones de “víctimas eternas” –que si bien existieron y sería una tozudez negarlas– pertenecen al pasado y nada tienen que ver los palestinos con ellas.
En ese sentido, una de las tantas acciones que se debieran tomar para por fin ver un Oriente Próximo en paz, es que cada uno de los responsables se haga cargo de sus propias cuentas y no intente transferir la responsabilidad a las víctimas.
Si hubo persecución a los Judíos en Europa –y las generaciones jóvenes no se sienten aún suficientemente indemnizadas–, pues que se genere un ejercicio de memoria histórica y se identifiquen los responsables materiales sin recurrir a artificios pueriles como el intento del Primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, de asociar el Holocausto con los árabes.
De igual manera, ante los inagotables ejemplos de crímenes de guerra que Israel a diario comete contra los Palestinos, que de una vez por todas en un acto de valentía, tenga la suficiente cordura y responsabilidad para aceptarlos y comprometerse con una solución humanitaria y real.
Sin embargo, esta opción es impracticable si se tienen en cuenta múltiples ejemplos de voces disidentes que se atreven a denunciar las locuras de Israel y de inmediato son boicoteados.
Acá podemos recordar que hace unos meses, el segundo comandante del ejército de Israel declaraba públicamente que este país comete crímenes de guerra en Palestina y la reacción fue su destitución fulminante.
La semana pasada fue un ex magistrado de los Altos Tribunales Israelíes que anotaba que Israel está pasando todas las “líneas rojas” de la legalidad internacional; falta ver que será de este magistrado cuando se enfrente a los fundamentalistas del sionismo.
Solo así, cuando las cosas se puedan llamar por su nombre sin temor a que el fundamentalismo sionista haga inclementes llamados a prender hogueras y cuando el mismo sionismo deje de vestirse de víctima para acusar en su lugar a los verdaderos afectados, podremos dejar de conmemorar el Día Internacional de Solidaridad con el Pueblo Palestino –cada 29 de noviembre– y podremos ver una Palestina libre, en paz, sin ocupación ni fundamentalismos.
RAOUF ALMALKI
Embajador de Palestina en Colombia