Una mujer transgresora y valiente, atrevida e inteligente, que le escribía a la esterilidad y al erotismo. Tal vez única en su época. Así define Olga María Echavarría a la poeta jericoana Dolly Mejía, la protagonista de su novela Aún llueve en Torcoroma. Casualmente, Olga Echavarría se crió en Jericó.
Esta es la historia de una mujer que nació en un pueblo un poco godo, pero eso no fue impedimento para llevar una vida alejada de los estereotipos de las mujeres de su época.
Mejía nació en 1920 y vivió en medio de poetas, periodistas y tertulias en diferentes ciudades de Colombia y el mundo.Cuando Olga María Echavarría buscaba un autor para hacer su tesis de grado como filóloga hispanista de la Universidad de Antioquia, no quería trabajar con un escritor que fuera muy conocido.
Es ahí cuando aparece Dolly Mejía en su vida, por sugerencia de Jairo Morales, director del Taller de Escritores de la Biblioteca Pública Piloto, al que perteneció Olga entre el 2006 y 2013.
El Taller de Escritores fue el inicio de su carrera como escritora, lo que la ha llevado a publicar cuentos en diferentes medios, los cuales recopiló en un libro publicado el año pasado, titulado Dejen la aldea a la luna.
En la Sala Antioquia de la biblioteca encontró la obra de la poeta e hizo una lectura cronológica, la primera publicación es de 1945, cuando tenía 25 años.
“Me enamoré de ella como poeta, como personaje, como mujer. En todos los sentidos me parecía admirable, porque nació en 1920, una época en que las mujeres en este país ni votaban si quiera, y les tocaron épocas muy duras para la mujer”, rememora Olga.
Leyendo a Dolly vio que en sus escritos predominaban dos temas: el erotismo y la esterilidad eran obsesiones constantes para ella. De este último podía hablar con conocimiento de causa.
Los temas eran poco acordes para la conducta de una dama, en aquella época. Esto la llevó a ser satanizada por muchos, pero alabada por otros.
Por lo que encontró en la narrativa de la poeta, la tesis de grado de Olga fue Erotismo y esterilidad en la poesía de Dolly Mejía.
“Me parece por eso muy atrevida, y más siendo de mi pueblo que es tan godo. Ella tenía unas imágenes muy bien construidas. Jaime Jaramillo Escobar hizo un comentario acerca de Dolly. Para él su lenguaje era mucho más preciso, mucho más fuerte y mucho más atrayente, esto con respecto a las demás poetas de la época, explica Olga.
La novela hace un recorrido por la vida de Mejía, cuenta sus ratos en Torcoroma, una finca de la familia, sus amores, sus dolores, la vida en Bogotá, en la España bajo la dictadura de Franco, en la bohemia y su faceta como periodista. Sin embargo no deja de ser ficción, porque en las preguntas sin responder recurrió a esta. Además, muchas cosas que le contaron, fueron a modo de chisme, no hay total certeza.
“Me parecía encantador cuando alguien me contaba una cosa de Dolly y yo rebujaba papeles y no encontraba nada, y de pronto me encontraba una versión distinta”, asegura Olga.
Por ejemplo, encontró la partida de matrimonio del segundo matrimonio de la poeta. Luego vio un recorte de prensa donde dice que ella se casó en España, cuando en realidad, en la partida de matrimonio dice que se casó e Bogotá.
“Ese tipo de contradicciones me perecían tan encantadoras que las llevé de alguna manera a la novela, y eso me parece que enriquece mucho el texto porque yo pienso que la vida de las personas es muy así, muy de versiones y que inclusive si la propia persona tiene que hablar, va a callar ciertas cosas y va a ocultar. Si uno va a reconstruir la vida de alguien a partir de lo que le cuentan, como me tocó hacer a mí, va a encontrar ese tipo de contradicciones y ese tipo de espacios en blanco”, explica la autora.
Por eso no deja de ser ficción, pero también un homenaje y posibilidad de conocer, 41 años después de su muerte, a una mujer que fue diferente para su época y que abrió el camino para muchas mujeres y que no tuvo miedo para escribir y vivir.
MATEO GARCÍA
Para EL TIEMPO
Medellín