Estaban derrumbados en los bancos, con las manos en la cara, con la mirada perdida, con la incredulidad en sus rostros. Así, en un fúnebre camerino del estadio sede del Chapecoense, en Brasil, se vieron retratados en una foto tres de los nueve futbolistas del club que por razones del destino no viajaron a Colombia y se salvaron. (Lea también: El milagro de la tragedia aérea: los sobrevivientes de Chapecoense)
Sus nombres eran hasta hace un par de días irrelevantes. Eran los suplentes, los lesionados, los que no fueron tenidos en cuenta para viajar al partido de ida de la final de la Copa Suramericana. Hoy son los símbolos que quedaron con vida: Rafael Lima (defensor), Demerson (defensa), Nenem (volante), Andrei (volante), Hyoran (volante), Moisés (volante), Alejandro Martinuccio (delantero), Marcelo Boeck (arquero) y Nivaldo (arquero).
De todos ellos, quizás el más emblemático es el arquero Nivaldo, pues está en el club desde el 2006, desde que el equipo estaba en las divisiones de ascenso. Nivaldo tiene 42 años. Ya no era el titular, ni siquiera el suplente. La noticia lo despertó en su casa a la madrugada. Familiares y amigos lo llamaron y lo enteraron, querían constatar que no se había subido a ese vuelo. (Además: Los periodistas que iban a cubrir el juego de Chapecoense)
Nivaldo intentó comunicarse con sus compañeros por chat. No recibió respuesta. Se dirigió, aún incrédulo, al estadio Condá. Allí se encontró con otros jugadores que evadieron la muerte. Juntos compartieron el dolor en ese lúgubre camerino en el que hace una semana festejaron el paso a la final de la Copa. Afuera, miles de hinchas consternados los aplaudían. “Tenemos que ser fuertes”, dijo Nivaldo. Son los héroes que quedan.
Salvados de milagro
Al argentino Martinuccio una lesión le salvó la vida. Llevaba más de un mes sin jugar. Su padre relató que ya estaba listo, pero no lo incluyeron. “Gracias a Dios no viajó, es el destino”, dijo su papá. Martinuccio se fue presuroso a la sede del club, allí se fue enterando de las trágicas noticias. “Recen por ellos”, fue su triste pedido. (También: La historia de Chapecoense, un club chico que cae en tragedia)
Más milagrosa fue la situación del arquero Marcelo Boeck. El pasado lunes, el día de la tragedia, fue su cumpleaños 32. Consciente de que no atajaría, pidió no viajar para celebrar con su familia. Su festejo fue la misma noche de la catástrofe. Boeck volvió a nacer.
Ellos tuvieron una segunda oportunidad. La que no tuvo la mayoría del plantel ni el DT Caio Junior, quien después del paso a la final, como en una escalofriante predicción, dijo: “Si muriera hoy, moriría feliz”.
PABLO ROMERO
Redactor de EL TIEMPO