No solo por su proceso de cereza dulce a grano amargo es que el café cambia, sino también por el largo recorrido y las diferentes manos que lo acogen.
Desde su rojo comienzo, el café es pagado en la recolección a un precio de 450 a 600 pesos por kilogramo, lo que equivale a entre 14 y 19 centavos de dólar, según reportan trabajadores en una finca de Chinchiná, Caldas.
Hasta este punto, el precio es sostenible. Deja ganancias para los cultivadores, aunque no tantas para los recolectores.
Luego empieza un trabajo de lavado y secado del grano, que tarda entre una y dos semanas. La cosecha que ya termina ha permitido mantener las ganancias porque ha coincidido con un alza histórica de los precios del grano en el mercado internacional.
La carga incluso ha pasado del millón de pesos. El viernes, en el mentado municipio, se pagaban los 125 kilos a 995.375 pesos, es decir, cada uno a 2,5 dólares.
![]() Foto: Jonh Jairo Bonilla |
El giro amargo para el cultivador aparece al pagar por el transporte y otros gastos. Esto, sin contar las deudas pendientes del fuerte verano del año pasado y otras cosechas menos exitosas. Para recuperar las pérdidas que dejaron esas vacas flacas, la apuesta es a que el millón se mantenga siquiera durante los primeros meses de 2017.
Los compradores de las cooperativas hacen luego el proceso de selección y almacenamiento. La contratación de expertos en café les genera costos. Pero también deja ganancias, por su contribución a que el café colombiano mantenga su categoría en el mundo.
Luego vendrán los pagos de puertos y transportes para que un catalán pague 1,2 euros (1,27 dólares, 4.025 pesos) por una taza de lo que en Colombia se llama un tinto, en un café de la avenida Plan del Vinyet de San Cugat del Vallés, España.
La próxima vez que disfrute una, aunque no sea más allá de las fronteras, piense en todas las manos que viven de esa cereza dulce y la transforman en grano oscuro y, luego, en bebida amarga.
JONH JAIRO BONILLA
Para EL TIEMPO
MANIZALES