Sergey Karjakin es el hombre escogido para devolverle el Campeonato Mundial de ajedrez a Rusia. Al tiempo, otro ruso, Kirsan Ilyumzhinov, líder de la Federación Internacional de Ajedrez, pone en jaque las relaciones entre Estados Unidos y Rusia. ¿Por qué?
A la competencia no pudo asistir lyumzhinov. El ruso tiene prohibida la entrada a Estados Unidos porque ha sido acusado de ayudar al gobierno de Basar al Asad, en Siria. Además, hay registros de que Ilyumzhinov frecuentaba al dictador iraquí Sadam Husein, al exgobernante libio Muamar el Gadafi y al propio Basar al Asad.
lyumzhinov aduce que estos encuentros hacían parte de las visitas oficiales de la Federación de Ajedrez, pero en Estados Unidos es considerado un embajador de Vladímir Putin. Además, dijo que espera que “se reorganizaran las fichas” con la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca. Como candidato, Trump señaló que levantaría las sanciones a los rusos con supuestos vínculos con Siria. ¡Jaque mate a las directrices Barack Obama!
Ahora bien, la final del juego ciencia es espectacular por sí misma. Karjakin enfrenta al actual campeón mundial, el noruego Magnus Carlsen, y van 11 juegos, con nueve empates y una victoria para cada uno.
Si no hay vencedor hoy, el torneo entraría en una fase frenética, con una serie de partidas de máximo 15 minutos. Los finalistas más jóvenes que alcanzan la instancia final del campeonato del mundo juegan dentro de una cápsula de cristal a prueba de sonido, y ante la mirada de 12 millones de espectadores que siguen el juego en línea.
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