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Las columnas periodísticas de Salud Hernández-Mora

La periodista colombo-española reúne esta faceta en su libro 'Los pilares de la indignación'.

RAÚL RIVERO
Salud Hernández-Mora no quiere engañar a nadie. No desprecia las columnas de opinión, ni ensaya un ataque de discreción y humildad cuando se empecina en ejercer de reportera, “el cargo más desvalido” dentro del periodismo, según el escritor Gabriel García Márquez.
Lo que pasa es que quiere seguir con su libreta de notas y sus micrófonos en la calle y en el campo, cerca de las personas en los sitios olvidados y difíciles porque sabe que allí está la vida real. Y ella la quiere contar.
Eso es lo que ha hecho desde que llegó a Colombia, en 1999, con sus títulos de periodismo alcanzados en España y en Estados Unidos, su experiencia en algunos medios madrileños y la visión, la sensibilidad y el talento de la reportera de raza que es hoy por hoy.
Sí, Salud Hernández-Mora ha contado las historias del día a día en un país difícil, diverso, enorme y en guerra. Para eso ha echado mano de algunos elementos fundamentales en el oficio del reporterismo: olfato para la noticia y los sitios calientes, valor para llegar hasta ellos, a veces bajo el plomo y otras graves tormentas, dominio del idioma y coraje para escribirlas y publicarlas.
En este libro, ‘Los pilares de la indignación’, una colección de columnas publicadas en EL TIEMPO y otros medios, hay una muestra de la entrega y la vocación de una mujer que nació en Madrid, se hizo después ciudadana colombiana y escribe sobre la realidad de ese país con respeto y cariño, pienso yo, porque lo hace con independencia y honestidad, sujeta, cómo no, a posibles errores, pero sin compromisos de telarañas, ni rejuegos oscuros.
Puede ser severa y, de hecho, lo es siempre que descubra la cara sucia de la injusticia, el atropello o la indolencia sin importarle para nada el origen de ese rostro ni los afeites que le pongan.
La periodista no busca la aprobación unánime ni se propone provocar lesiones gratuitas, ella quiere que salga a flote la verdad que capta, describe y, de cierta manera, valora en cada escenario. Ese afán es reconocible en la claridad de sus notas. Se puede ser contrario o favorecer sus opiniones, pero sus criterios no se pueden ignorar y su influencia suele ser notable en la vida política del país.
Con todo el rigor de su profesionalismo, los riesgos de sus aventuras y la limpieza de su oficio, en las páginas que vienen a continuación la corresponsal entra de lleno en estos cuatro temas de la actualidad colombiana: corrupción, víctimas, política, y guerra y paz.
En España, donde recibió este año el Premio de Columnista que entrega el periódico ‘El Mundo’, su imagen está vinculada a la realidad colombiana y a las derivas del cauce político de ese país.
La curiosidad periodística de la española, su tenacidad y su decisión de reportar desde la desolación o la candela, hacen que sus colegas hagan de ella este retrato abarcador y, quizás, desmedido, como debe ser: “Tertulias en la radio, debates en televisión, reportajes, columnas de opinión, entrevistas, libros… Salud está en todas partes en Colombia”.
Si en realidad no está en todo el país es porque no puede, pero parece tener esa intención.
Por los resultados de su trabajo, a los lugares donde ha llegado y a los que llegará todavía lo ha hecho con resolución, seguridad, desenfado y con toda la imprudencia necesaria porque si no, como ha dicho ella misma, los reporteros “no conseguirían ni el setenta por ciento de las cosas”.
Salud Hernández-Mora tiene la brújula secreta de los corresponsales para hallar los quicios y las personas. Y tiene la complicidad de los recursos que maneja como escritora para describir esos encuentros con el factor humano como centro del relato y la emoción, y hasta el lirismo a veces, como atenuantes o complementos de la noticia seca y la realidad enmarañada y dura.
En las piezas que conforman ‘Los pilares de la indignación’, el sexto libro de la autora, los lectores apreciarán cómo fluyen en una compleja armonía la pasión por buscar la noticia, la maestría para contar sus circunstancias y los avatares de sus protagonistas y la capacidad para examinarla después en el espacio de una columna, aunque ella prefiere las crónicas. Lo ha dicho.
Creo que esa preferencia se debe a que la crónica pura la obliga a la cercanía, al contacto directo, a tocar a la gente, y le da la oportunidad de ejercer su función como si estuviera envuelta en una pelea personal por contarlo todo aunque reciba ataques insultos, incomprensiones y hasta secuestros.
Convido a leer este libro porque es una manera de conocer mejor la situación de la querida Colombia sin las cifras engañosas de los funcionarios oficiales ni sus gestiones de paralíticos y sin la palabrería populista de los señores del terrorismo, el narcotráfico y la demagogia. Es una forma de acercarse al país mediante una voz libre.
Como lector y como miembro del jurado que le otorgó a Salud Hernández-Mora el premio de nuestro periódico ‘El Mundo’ este año ya he hablado demasiado de ella.
Ahora, para entender mejor este libro, voy a dejar que, desde su grandeza, la mencione de refilón el gran periodista Ryszard Kapuscinski. El maestro polaco describió así a los corresponsales: “En nuestra profesión, más que volvernos cínicos o fríos, el tiempo nos hace más sensibles y vulnerables por las tragedias testimoniadas”.
RAÚL RIVERO*
Especial para EL TIEMPO
*Periodista y poeta cubano, columnista de ‘El Mundo’ (España).
RAÚL RIVERO
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