A las 11:57 de la mañana, dos universitarias de sudadera y morrales en la espalda empiezan a salir de la Casa de Encuentros San Pedro Claver, lugar en el noroccidente de Bogotá un tanto menos grande que una manzana donde están alojados ‘Timochenko’ y la delegación de paz de las Farc desde este lunes, provenientes de La Habana.
Minutos más tarde, salen cinco más. Todas son estudiantes de fisioterapia de la Universidad Manuela Beltrán y terminan su horario de prácticas profesionales allí, en una casona blanca de tres pisos y tejado terracota en donde también funciona un asilo geriátrico en el que viven 69 abuelos.
El sitio, de donde saldrán los guerrilleros a la firma del nuevo acuerdo de paz este jueves, es administrado por las Hermanitas de los Pobres, una comunidad religiosa fundada hace más de 100 años en Colombia y con presencia en nueve países más. La madre Torcorama Blanco es la anfitriona de ese lugar inspirado por el jesuita catalán Claver, denominado el “apóstol de los esclavos” por su acompañamiento a los negros del puerto de Cartagena en los años 1600.
Las jóvenes, aunque saben que tienen de vecino al Secretariado de una guerrilla de 52 años, no han visto más que el fuerte esquema de seguridad que los protege. “Todo está superprivado, hasta para los que trabajamos allí”, dice una de ellas. A media mañana, mientras una decena de ancianos salen al patio para tomar el sol, solo se alcanza a ver, hablando por celular, a ‘Ricardo Téllez’, mejor conocido como Rodrigo Granda, su nombre de pila.
El responsable de la seguridad de ‘Iván Márquez’, jefe negociador de las Farc, y de más de una quincena de guerrilleros alojados en ese sitio de la capital, es el capitán de la Policía Juan Carlos León Ramírez, quien viste de chaqueta de pana café. En su cuello cuelga su escarapela oficial. Es uno de los pocos agentes que están de civil.
“Qué pena, pero nadie le va a decir nada”, dice el reservado capitán León a quien trata de averiguar cómo funciona el lugar. Añade, evitando hablar más de la cuenta, que hay varios entes gubernamentales prestándole la seguridad a la guerrilla. Entre ellos están policiales especialmente entrenados de la Unidad para la Edificación de la Paz (Unipep), vestidos de caqui y camisa verde; de la Unidad de Protección, y hasta oficiales de Tránsito con su uniforme tradicional verde fosforescente.
“El día ha estado tranquilo, sin novedad”, cuenta un patrullero de la Unipep y pide desalojar la acera.
La calle de acceso está bloqueada en ambos costados por cinco conos anaranjados de un metro y 50 centímetros de alto, una camioneta de la Policía y, por turnos, entre dos y cinco agentes.
Previa autorización, desde las ocho de la mañana entran y salen del lugar camionetas blindadas color plata, la mayoría de marca Toyota y vidrios polarizados que impiden ver al pasajero. De vez en cuando, a la cuadra custodiada entran deportistas que van a trotar en la alameda paralela a un caño que da al otro extremo de la calle.
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El interior de la casona
Los miembros de las Farc han sido tratados muy bien en la casona por esa congregación de mujeres religiosas, según cuenta una persona de la delegación de la guerrilla. Sin embargo, admiten que han sentido “mucho frio” en el amplio recinto.
En el comedor, de al menos 12 mesas para 4 comensales cada una, los hombres de ‘Timochenko’ han tenido de menú frijoles, lentejas y sopas de fideos, según cuenta la guerrillera holandesa Tanja Nijmeijer.
Desde las ventanas con marco de madera del segundo piso se ve un patio interior adornado con arbustos y rosas rosadas. En él hay mesas fijas y cerámicas de arcilla. En la parte central hay una estatua en bronce negro de San Pedro Claver, con un niño, elevada en una columna alrededor de una pila.
Y en el interior de la casa, el piso de baldosa de ladrillo brillado contrasta con las paredes amarillo crema del que cuelgan oleos sobre lienzo de montañas nevadas y atardeceres naranjas. No faltan los cuadros religiosos y adornos típicos, como cucharas de palo.
Al igual que el pasado 26 de septiembre para la firma del acuerdo de paz en Cartagena, las Farc han estado “acuarteladas” en compañía de una comunidad jesuita muy reservada. Solo que esta vez, para la firma del acuerdo nuevo y definitivo entre el Gobierno y esa guerrila en el teatro Colón de la capital del país, ‘Timochenko’ ultima detalles de su discurso con diez grados Celsius menos.
JUAN CAMILO PEDRAZA
UNIDAD DE PAZ