Mientras siguen las acaloradas discusiones sobre el acuerdo de paz y a los medios no paran de llegar escalofriantes historias sobre persecuciones y justicias por mano propia, la Fundación Nacional Batuta está cumpliendo 25 años ya de rescatar, a través de la música, a cientos de miles de niños que han padecido en carne propia los horrores del conflicto armado. ‘Rescatar’ es un decir, claro, pues han sido los mismos niños vulnerables a la guerra y a las desigualdades –niños de Arauca, Bogotá, Buenaventura, Cali, Cúcuta, Ipiales, Leticia, Maicao, Pereira, Popayán, Puerto Asís, Quibdó, Villavicencio y Villa del Rosario– quienes han encontrado en los instrumentos de las orquestas de Batuta una vía para la transformación de sus vidas.
Según una investigación del Centro Regional de Estudios Cafeteros y Empresariales (Crece) realizada en el 2008, los niños que han participado en el programa emblemático de Batuta, ‘Déjate tocar por la música’, hoy ‘Música para la reconciliación’, han reconocido que su participación en el proyecto les ha enseñado valores para la convivencia, les ha producido una felicidad que ha reparado sus vidas cotidianas y los ha conducido a ampliar sus redes de apoyo, sus redes sociales. Según cifras oficiales de la fundación –una iniciativa del Gobierno convertida en entidad no gubernamental–, son 350.000 estudiantes ya, en los 32 departamentos de Colombia, los que se han visto beneficiados por el programa.
Basta multiplicar a los 350.000 músicos por los miembros de sus familias –por sus padres, sus abuelos, sus hermanos, sus amigos– para empezar a imaginarse el impacto que han tenido las orquestas de Batuta en la sociedad colombiana de este cuarto de siglo, para comenzar a sospechar lo determinante que ha sido aquella educación en la música para este país tan expuesto a la violencia. Quien tiene un instrumento en las manos no solo tiene la mente y el cuerpo ocupados, sino que es consciente de los otros: esa ha sido la apuesta de Batuta desde el día de 1991 en el que comenzó, y ha sido sin duda alguna una apuesta ganada.
editorial@eltiempo.com
Editorial: Batuta, una apuesta que suena
Enorme es el impacto que ha tenido este proyecto en la sociedad colombiana desde su comienzo en 1991
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