Una aureola amarilla que desde la altura se dibuja como una corona sobre Bogotá es en realidad una costra de contaminación. Apenas repunta el sol, es cuando desde los cerros orientales se ve mejor el daño que han hecho los miles de carros y las fábricas que no controlan sus emisiones a la atmósfera de la capital.
Esa torre de vigilancia que son los cerros orientales es también el árbol que le da sombra a Bogotá, que la refrigera. Es además el Cristo Redentor, la Torre Eiffel, la Estatua de la Libertad de la capital.