El miedo a la tecnología y el poder que ella ejerce en la sociedad contemporánea es, en esencia, el alma de ‘Black Mirror’, una serie británica que poco a poco se ha ido ganando el título de producción de culto ya que explora de manera sorpresiva esa tensión y a la vez adicción tecnológica, pero sin caer en el lugar común de la dependencia por la máquina, sino exponiendo un aspecto más peligroso: la invasión psicológica.
El mundo cambia de manera radical no solo por el excesos de dispositivos o la rapidez con la que la información virtual viaja alrededor de nuestras vidas, sino por la manera como eso se amarra a la cotidianidad o la rutina, en un ejercicio silencioso y muchas veces tóxico que en ‘Black Mirror’ se revela en la forma de episodios independientes y unitarios en su arco argumental.
Ahora que esta apuesta llegó a su tercera temporada (disponible en la plataforma de Netflix) con un acceso aún mayor en cuanto a público se refiere, se notan pequeños cambios o detalles que no violentan la naturaleza oscura y de marcada ansiedad, pero que se atreven a romper algunos espacios vitales que representan un estilo de vida un poco más positivo, brillante, pero no por eso, exento de ciertos temores o traumas conectados con el oleaje informático y la debilitada condición del ser humano para volver a sus principios de atención o comunicación.
Las pesadillas más impactantes no son aquellas que suceden bajo el halo del sueño, sino las que se proyectan en ambientes más cercanos a la realidad. Aquellas que hacen que el espectador diga: ¡Dios mío, esto no puede ser!, pero en su interior sabe que podríamos a estar a un paso de que el conflicto de un capítulo se pueda hacer realidad.
Miedo, reflexión, asombro y hasta un poco de sonrisas ante un formato permeado de humor negro es lo que define la receta de una serie que ha sido considerada –acertadamente– como la versión de la serie ‘La dimensión desconocida’, pero un presente de pura interacción digital.
Claro está que esa condición se alimenta a la vez con una disfuncionalidad mental que se vislumbra en cada uno de los protagonistas del episodio, quienes asumen un rol de debilidad y eterna batalla con las situaciones límite que muestra ‘Black Mirror’. El poder y la dependencia afloran también con un protagonismo especial en este juego televisivo en el que al final el drama humano es mucho más tenebroso que el poder hipnótico de las redes sociales o los videojuegos que penetran la corteza neuronal.
Eso se nota en la obsesión por la popularidad en la red que experimenta una mujer en un mundo donde los ‘me gusta’ (‘likes’) definen estatus y reconocimiento.
“No creemos que la tecnología sea el enemigo del hombre, pero de alguna manera es esa tecnología la que provee la magia para que conozcamos una serie de situaciones e historias que pueden ser aterradoras, extrañas o complejas y que luego se ven en los episodios.
“Para él es como una narrativa en la que tienes la oportunidad de cumplir algunos deseos, pero tomas la decisión equivocada (...). Ideas un poco extrañas en las que el ser humano no funciona en un mundo en el que, supuestamente, la tecnología sí lo hace”, explica el creador de la serie Charlie Brooker, en una entrevista con EL TIEMPO.
A su vez, su colega Annabel Jones agrega que la serie ofrece una percepción diferente acerca del concepto de miedo a la tecnología, con el que se relaciona a la serie.
“Los personajes que aparecen en la temporada no tienen un temor fuerte a esa ‘ingeniería’, creo que todo gira en torno a las posibilidades de un futuro dominado por lo digital, pero enfatizando en cuestiones más filosóficas acerca de la manera en que vivimos nuestras vidas”, recalca.
‘Black Mirror’ rompe los esquemas de la realidad afrontándola tal como es y exagerando algunos aspectos. “Al trabajar en esta serie siempre tengo en cuenta el peor escenario de cualquier situación”, bromea Brooker para quien la tecnología es omnipresente a ese ser humano que al final puede ser más impredecible que cualquier equipo, aplicación o red social, y esa es la clave del poder que emana cada episodio de la serie.
Humor negro
Charlie Brooker y Annabel Jones han trabajado en la comedia con humor negro. ‘Dead Set’ es una de sus series más famosas.
ANDRÉS HOYOS VARGAS
Cultura y Entretenimiento
Los Ángeles*.
* Por invitación de Netflix