Más triste que ver a la ciénaga morirse es leer esa certeza en los ojos de los viejos que llevan décadas conviviendo con su fauna, su flora y sus espejos de agua.
Esa melancolía no se ve solo en el puñado de pescadores que, siendo jóvenes, dejaron vida, trabajos y familias, para venir a la gran ciénaga de Bocas de Barbacoas (Yondó, Antioquia), atraídos por la promesa de la subienda perpetua.