Quién ganará las elecciones presidenciales de este martes en Estados Unidos se ha tornado en todo un misterio, con las encuestas nacionales y estatales indicando casi un empate técnico entre Hillary Clinton y Donald Trump.
Pese a ello, hay algo que parece bien claro. Si la ex primera dama termina llevándose las elecciones será en buena parte por el voto de las mujeres.
Curiosamente no se trata de un simple acto de solidaridad de género. Como tampoco el solo deseo de entregar las llaves de la Casa Blanca a una mujer por primera vez en más de 200 años de historia democrática.
En buena medida será un reconocimiento al papel del sexo puesto en la arena política a lo largo de las últimas décadas y también castigo para un candidato (Trump) que las maltrató y subestimó al extremo.
De acuerdo con un estudio reciente del PEW Center, desde mediados de los 90 las mujeres han venido aumentando su participación electoral a tal punto que superaron a los hombres tanto en las elecciones de 2008 -por más de 10 millones de votos- y las del 2012 cuando fueron el 53 por ciento del parte electoral.
El mismo estudio sostiene que desde mediados de los años 80 a la fecha las mujeres han favorecido a los candidatos demócratas en un rango entre el 8 y el 10 por ciento promedio.
En otras palabras, fueron ellas las que pusieron a Barack Obama en la Casa Blanca (más el aumento de la participación electoral de los hispanos en estados claves). Y en esta ocasión podría estar a punto de hacer lo mismo para Clinton.
En mayo de este año, cuando los partidos estaban apenas terminando de definir a sus candidatos a la presidencia, Clinton le llevaba a Trump (que eran los dos más viables) 10 puntos porcentuales frente al voto femenino (55 por ciento vs. 45 por ciento) de acuerdo con sondeos del PEW, una diferencia muy similar a la que se registró en las elecciones del 2008 y las del 2012.
Trump, por su parte, le sacaba a Clinton 4 puntos porcentuales (47 vs. 43) en el voto masculino, algo normal para los promedios históricos que muestran que los hombres se inclinan más por candidatos republicanos.
Pero desde que sus candidaturas fueron confirmadas en junio la diferencia en el caso del voto femenino comenzó a crecer. Aunque científicamente es difícil demostrar por qué, los expertos no dudan en que está relacionado a la relación de Trump con las mujeres.
“Trump ya tenía una historia nutrida de comentarios denigrantes hacia las mujeres. Pero muchas no habían prestado atención hasta que lo comenzaron a ver con sus propios ojos en la campaña y en los debates presidenciales. Eso cambió la ecuación para muchas”, sostiene Dianna Bystrom, directora del centro Carrie Champan para las Mujeres y la Política.
Inicialmente, según un sondeo de PEW, la brecha creció 18 puntos porcentuales (58 por ciento de las mujeres para Clinton frente a un 42 por ciento por Trump).
Muchas de las encuestadas se referían a los comentarios despectivos del magnate, como cuando se burló de la apariencia física de Carly Fiorina, una de sus rivales durante las primarias o cuando le dijo “rubia tonta”, a la presentadora de Fox, Megyn Kelly, porque cuestionó su historia de declaraciones degradantes contra el sexo opuesto.
Tras el primer debate presidencial, el número saltó a 20 por ciento (60 vs. 40) y la mayoría coincide en que a Trump le costó el rifirrafe con la ex miss Universo Alicia Machado, a quien había criticado por su aparente sobrepeso.
Pero su peor momento llegó a mediados de octubre, cuando se reveló una vídeo del programa Access Hollywood en el que Trump se refiere a las mujeres en términos muy vulgares y se jacta de abusar sexualmente de ellas sin sufrir consecuencia alguna dado sus estatus de celebridad. Pocos días después varias mujeres salieron a confirmar que Trump las había besado o tocado sin su consentimiento. El magnate no solo minimizó lo dicho en el vídeo, sino que negó totalmente las acusaciones.
Un sondeo de CBS tomado por esos días cifró la brecha del voto femenino entre Clinton y Trump en un histórico 23 por ciento (63 vs. 27).
Igual de preocupante para Trump fue el hecho de que el repudio estaba llegando primordialmente de las llamadas “soccer moms” o mujeres por lo general de raza blanca con educación superior y que suelen pesar bastante, pues son muy disciplinadas a la hora de votar.
El remezón también se notó en algunos de los estados que serán claves en estas elecciones, como Carolina del Norte. Las autoridades electorales del estado reportaron el mes pasado un incremento de la cantidad de mujeres demócratas que depositaron su voto anticipadamente. De acuerdo con las autoridades, al 25 de octubre 90.000 ya habían votado frente a las 60.000 mujeres que lo hicieron por el candidato republicano.
Dicho eso, las encuestas nacionales de los últimos diez días están mostrando una carrera mucho más apretada de lo que se esperaba con Clinton superando a Trump por menos de dos puntos en el promedio de sondeos que hace RealClear Politics. Y eso indicaría a su vez que la imponente brecha de la ex secretaria de Estado con las mujeres se ha reducido un poco en esta recta final.
Mucho de esto tendría que ver con el escándalo que se desató el viernes de la semana ante pasada, cuando el FBI envió una carta al Congreso indicando que pensaba revisar una serie de correos electrónicos, que estarían atados a la investigación que se le adelantó a Clinton por el uso de un servidor privado para manejar asuntos de seguridad nacional cuando era secretaria de Estado.
Y aunque los demócratas cuestionaron la intervención en las elecciones y el FBI afirmó el domingo que Clinton no será investigada, el daño quedó hecho. Si fue suficiente para revivir a Trump solo se sabrá este martes. Pero si termina perdiendo las elecciones, como predicen todavía la mayoría de expertos, será en buena parte por la disputa entre Trump y las mujeres.
Lo cual, dice la comentarista política y autora Martha Pease, es toda una ironía. “Trump -dice Pease- puede perder las elecciones por esto. Y es toda una carambola del destino que haya sido el rey misógino por excelencia el que inició la discusión para que a las mujeres, finalmente, se les trate como iguales en este país”.
SERGIO GÓMEZ MASERI
Corresponsal de EL TIEMPO
WASHINGTON
En Twitter: @sergom68