Que el arte es de todos –o para todos– puede sonar como a una simple frase de cajón. Son escasas las veces en que se encuentran esas piezas artísticas que desde su propia simplicidad logran su intención de comunicar lo que quieren, sin mayor recoveco o pretensión de ser lo que se ve, así, sin más.
Claro ejemplo de esto es la instalación ‘Río escultor de piedras’, una de las obras que hace parte del ‘Aún - 44 Aún Salón Nacional de Artistas’, el cual terminará el próximo 14 de noviembre en Pereira.
Realizada por el Grupo Otún, integrado por Martín Alonso Abad Abad (Jericó, Antioquia, 1940) Álvaro Hoyos Baena (Pereira, 1953) y Mauricio Rivera Henao (Pereira, 1980), es sin duda una afortunada oportunidad de encontrarse de frente con el tema central del Salón: el paisaje.
En un trabajo colectivo con la comunidad del barrio Zea de Pereira, su presidenta, Gloria Milena Villegas Aguirre, recibió la propuesta del Grupo de tumbar una de las ventanas de la caseta comunal de este sector que, aun cuando está a lado y lado de la avenida del Río de la ciudad, oculta al río Otún, afluente del Cauca que atraviesa Pereira y sirve de límite con Santa Rosa de Cabal y Dosquebradas.
Lo que se ve al llegar a la caseta es un salón vacío de mobiliario, ocupado por el bambuco ‘Pereira’ de Luis Carlos González Mejía cuyo sonido ambienta el paisaje que, al fondo, enmarca una simple ventana abierta, sin vidrio: la naturaleza del Otún, rodeado de una vegetación de diferentes matices y cuya corriente golpea las piedras (o las esculpe), como si contestara a la música de fondo.
La obra llama la atención hacia el rescate del lugar, muestra sin maquillaje ni pulimentos la situación de abandono, uso inadecuado de residuos y falta de planeación urbanística de la mayor fuente hídrica de la región. Ilustra el riesgo del ecosistema y el daño medioambiental de forma conmovedora y elemental.
Llegar allí es ver el paisaje actual desde el paisaje mismo, sin técnica y desde su esencia; dando la opción de apreciar y entender que el arte también está ahí, al lado, sin salas ni curadurías, sin adquisición y, más bien como derecho, pero con deber.
Sin duda, una de las más provocativas piezas de un salón que buscó ser consecuente con la tradición del paisaje como articulador y plataforma de diálogos entre generaciones y regiones, pero sobre todo, se mostró cómo apuesta por la esperanza de lo que el mismo nombre del salón anuncia y ‘Aún’ se puede hacer.
NELLY PEÑARANDA
Crítica de arte