La fundación Iwoka lleva cinco años evitando la deserción escolar a través de la formación de jóvenes emprendedores en Pereira.
En este año, más de 600 estudiantes de las instituciones educativas Hans Drews Arango, Sofía Hernández, San Nicolás, Sur Oriental y Centenario se han visto beneficiados con un programa que consta de dos niveles (uno por año).
“El programa me dejó más seguridad y me enseñó a ser mejor persona”, afirmó Natalia Herrera, alumna del colegio Centenario, quien espera que más jóvenes puedan disfrutar de los mismos momentos de alegría que ella vivió.
La entidad se sostiene gracias a las donaciones, las cuales llegaron este año a los 350 millones de pesos. Hilder Puertas, del colegio Hans Drews, piensa que “Iwoka me dejó una huella que voy a recordar el resto de mi vida. Llegó cuando menos me lo esperaba, fue un regalo de Dios”.
Iwoka, palabra aborigen, significa tierra sin mal. Sandra Aljure, directora de la fundación, resalta que este proceso nació pensando en los niños y los jóvenes como aporte a la familia y a la comunidad.
“De aquí al 2018 esperamos cubrir instituciones públicas de Pereira, de tercero, cuarto, noveno y décimo, y después expandirlo a los municipios. Ya probamos que sirve, lo probaron los profesores”, manifestó la directora.
Aljure vivió de cerca la soledad en la que están los jóvenes, la falta de acompañamiento y la pérdida del sentido de la vida. “Ahora el niño vuelve a soñar. Antes les preguntábamos qué sueño tienes y decían que quería ser como Pablo Escobar o como alias ‘Popeye’, esos eran los modelos que tenían”. Inmersa en este proceso, Aljure pensó que lo mejor sería tratar de evitar que los niños llegaran a la calle.
Al comienzo, el trabajo de la Directora estuvo centrado en enseñar buenos hábitos a los niños. Mientras organizaba estas jornadas, se dio cuenta que el problema era de fondo, ya que los niños no sabían restar, ni sumar. Y en ese momento nació el pilar de la fundación: educar para la vida.
“Todo un problema intrafamiliar por no saber matemáticas; la mamá creía que se robaba la devuelta y la verdad era que la niña no sabía restar”, dijo, con tristeza, Aljure. El proceso por el que pasan los jóvenes durante dos años en
Iwoka contempla una primera etapa donde confrontan su pasado. La segunda fase es de emprendimiento social; cada joven recibe un morral, cartillas, colores, lápices, todo lo que usamos para enseñar matemáticas.
Con este proceso, los colaboradores enseñan que todas las personas tienen algo para ofrecer y que es más fácil alcanzar los logros cuando el individuo se siente útil.
PEREIRA