“¿Qué son los principios?, le pregunta Samira a Osman, su padre. Y este, sin saber muy bien qué responderle, dice: “Principios son... es no tener elección”.
La pregunta surge porqué Osman ha alojado a un antiguo compinche que acaba de salir de la cárcel. “Por principios, no se abandona a un amigo”, le ha dicho previamente a su hija para justificar la presencia de Eddy entre ellos.
Ambos hombres son inmigrantes en Suiza y tienen un pasado criminal. Los dos están “condenados al anonimato de los desafortunados”, como dice de ellos un abogado al final de ‘El precio de la fama’ (‘La rançon de la gloire’), el filme que Osman y Eddy protagonizan.
Presentado en competencia en el Festival de Cine de Venecia del 2014, este largometraje es el sexto filme del director, guionista y actor francés Xavier Beauvois, recordado entre nosotros por ‘De dioses y hombres’ (‘Des hommes et des dieux’, 2010). Ahora con ‘El precio de la fama’ recrea un episodio real de la historia póstuma de Charles Chaplin: el secuestro del que fue objeto su cadáver poco tiempo después de su fallecimiento en diciembre de 1977. Tan sacrílego y bochornoso acto van a cometerlo Osman y Eddy, urgentemente necesitados de dinero.
¿Cómo abordar un suceso como el de la profanación de la tumba de Chaplin?
El director opta por lo menos obvio y lo que menos podría lastimar la susceptibilidad de los descendientes del actor inglés.
Va a ponerse del lado de los criminales, dos pillos de poca monta y torpes planes, para tratar de entender los motivos que los llevaron a decidirse a cometer un acto de esas características.
Beauvois le suprime al rapto cualquier residuo de maldad y transforma todo en una comedia negra pero bien intencionada, con simpáticas referencias al cine de Chaplin y al mundo del espectáculo, y provista de una banda sonora de épico aliento.
Osman y Eddy representan al hombre pobre y sin fortuna, al inmigrante carente de oportunidades que el cine conoció encarnado en un vagabundo oportunista pero de buen corazón. “Todos somos Charlot”, afirma el abogado que los defiende.
‘El precio de la fama’ no es una película rigurosa ni en lo histórico ni en lo judicial.
Apela más a conquistar la sensibilidad del espectador para que nos pongamos en los zapatos de dos hombres y aceptemos su fragilidad.
Beauvois no nos deja elección: debe ser cuestión de principios cinéfilos.
JUAN CARLOS GONZÁLEZ A.
Especial para EL TIEMPO