En 1965, durante el apogeo de la lucha por los derechos civiles en Estados Unidos, el presidente Lyndon B. Johnson promulgó una ley que prohibía a los estados aprobar legislaciones discriminatorias contra minorías raciales o lingüísticas.
Esto puso fin a una tradición de más de 80 años en la que los no-blancos necesitaban pasar ‘pruebas escritas’ para tener derecho a votar, sobre todo en los estados del sur. En el 2013, la Suprema Corte votó 5 contra 4 a favor de limitar severamente esta ley usando el argumento de que la elección del primer presidente negro, Barack Obama, era prueba suficiente de que el racismo era cosa del pasado.
Pero los hechos de los últimos meses en Estados Unidos están derribando este argumento, por más que la ultraderechista cadena de televisión Fox News repita constantemente que se vive una era posracismo. La lista de las ciudades en las que un hombre negro, desarmado, muchas veces con las manos en alto, muere a manos de la Policía, crece constantemente. Esto ha ocurrido en Madison, Tulsa, Charleston, Baltimore, Cleveland, San Diego...
En la mayoría de los casos los oficiales son exonerados sin haber juicio de por medio y, como respuesta, surgió el movimiento ‘Las vidas de los negros son importantes’.
Zianna Oliphant, pequeña afroamericana de 9 años, tomó el podio del cabildo de Charlotte, Carolina del Norte, para decir entre lágrimas: ‘Es una vergüenza que maten a nuestros padres y madres y que no podamos verlos más. Es una vergüenza que tengamos que ir al cementerio y enterrarlos’.
La otra muestra oprobiosa de la vigencia del racismo en Estados Unidos es el ascenso de Donald Trump y la posibilidad de que este millonario demagógico, populista e histriónico, llegue a ser presidente de Estados Unidos.
Es decir, las muertes de afroamericanos a manos de policías, y Trump, nos cuentan una historia sobre el racismo muy diferente a la que nos contó hace tres años la Suprema Corte de Justicia.
Quién sigue a Trump
El salto a la arena política de Trump está claramente ligado al movimiento de los birthers. La palabra birth quiere decir nacimiento y los birthers son los estadounidenses que piensan que el presidente Barack Obama no nació en los Estados Unidos.
Durante cinco años, Trump repitió que “no sabía” si Obama había nacido en Estados Unidos y, sin aclarar nunca si tenía evidencias, afirmaba que había “escuchado” eso.
El candidato presidencial republicano llegó al extremo de decir que había mandado investigadores a Hawái, lugar de nacimiento de Obama, donde habían encontrado “cosas muy interesantes”. Nunca aclaró tampoco qué “cosas muy interesantes” habían encontrado sus supuestos enviados.
Esto es solo una muestra de que Trump construyó su ascenso político con base en el uso y la explotación de los prejuicios raciales que prevalecen en el fondo, y a veces en la superficie, de amplios sectores de la sociedad estadounidense.
El Partido del Té, el ala ultraderechista del Partido Republicano, aglutinó a una masa de blancos resentidos con el desplazamiento de las fábricas donde trabajaban a países con mano de obra barata, como China y México. Hoy forman la base de los seguidores del millonario Trump. Decir que Obama no nació en los Estados Unidos es el argumento preferido de quienes no toleran la idea de que una familia negra ocupe la Casa Blanca. Según sondeos, el 72 por ciento de los votantes registrados en el Partido Republicano duda, aún hoy, de la ciudadanía del presidente Obama.
Además, dos tercios de los seguidores de Trump piensan que Obama es musulmán, y al mismo tiempo lo atacan por haber asistido por años a la Iglesia de la Trinidad de Cristo, del pastor protestante Jeremiah Wright, a quien acusan de ser un ‘negro radical’.
Como el racismo abierto ya es mal visto en Estados Unidos y no es posible usar el color de la piel del Presidente para deslegitimarlo, los segmentos racistas usan entonces un racismo soterrado, pero igualmente discriminatorio.
Argumentativamente, al presidente Obama no lo descalifican por ser ‘negro’, pero sí por ser diferente: por ‘extranjero’, por ‘musulmán’, por ‘no ser como nosotros’.
Contra Obama
Los ataques a la legitimidad del Presidente no se limitaron a su nacionalidad y su religión. Trump ofreció donar cinco millones de dólares a la organización benéfica preferida de Obama si esta hacía públicos sus certificados de estudios. Sugería, claro está, que no se había graduado y que tampoco lo había hecho en donde decía, en la Escuela de Leyes de la Universidad de Harvard, la de más prestigio de Estados Unidos.
Aceptar que Obama no solo se graduó en Harvard, sino que además lo hizo con los más altos honores y calificaciones, es impensable para los racistas, que en el fondo siguen creyendo que los afroamericanos, los latinos y todos aquellos que no sean blancos no nacieron para triunfar en la academia o en los negocios, sino para limpiar baños, podar sus jardines o cantar rap y hip-hop.
Así como en el código de los prejuicios raciales la palabra ‘extranjero’ equivale a ‘pinche presidente negro’, la palabra ‘ilegal’ es equivalente a ‘pinche mexicano’ o ‘pinche latino’.
En Estados Unidos hay dos formas de acta de nacimiento: el formato corto, que se utiliza prácticamente para todos los trámites legales, y el formato largo, que se requiere para trámites especiales, como adopciones.
Los continuos cuestionamientos de Trump a la nacionalidad, a la religión y a los estudios de Obama lograron que el primer presidente negro del país más poderoso del mundo presentara públicamente el formato largo de su acta de nacimiento. Ningún presidente antes que él había tenido que hacer algo así.
Producto de los medios
La prensa conservadora, y también la liberal, se encargaron de poner frente a Trump las cámaras y los micrófonos que le permitieron transformarse, de un millonario chabacano que aparecía en reality shows de televisión, a un personaje político. Esto también cuestiona la irrefrenable tendencia de la mayoría de los medios a privilegiar lo superficial, lo farandulero, lo grotesco, lo que vende y lo que da clics, sobre lo periodístico.
Trump, simplemente, no existiría sin ellos. Nunca hubiera podido construir su ascenso sin que sus afirmaciones locuaces, tendenciosas e infundadas sobre Obama (es decir, su agenda racista orientada a infundir miedo) hubiera gozado de una amplia difusión mediática.
Después de 5 años de campaña contra Obama, desde el 2011 hasta el 2016, y ante la imposibilidad de poder sustentar una sola de sus afirmaciones sobre el Presidente, Trump llamó a una conferencia de prensa en la que declaró: “El presidente Barack Hussein Obama nació en los Estados Unidos. Punto”. Desde luego, no aceptó ninguna pregunta.
La broma entre los críticos de Trump es que si le tomó 5 años establecer la ciudadanía de una persona, le va a tomar mucho tiempo más poder deportar a 11 millones de inmigrantes.
Los grupos neonazis estadounidenses dicen haber encontrado en Trump a su líder natural. David Duke, fundador de Los Caballeros del Ku Klux Klan en 1974, dice que Trump defiende los mismos valores que él. Es decir, el candidato republicano no solo es el héroe de los blancos racistas soterrados, sino de los blancos racistas que se proclaman abiertamente como tales.
Donald Trump hijo, quien trabaja para la campaña de su padre, ha hecho chistes sobre los judíos y el Holocausto, dijo que los medios ‘calentarían las cámaras de gases (sic)’ si su padre hiciera lo que Hillary Clinton (no nos dijo qué hace Hillary). También comparó a los inmigrantes musulmanes con un plato de dulces en el que algunos dulces están envenenados.
El racismo de Trump padre no es nuevo. En 1996, año en el que adquirió los derechos de Miss Universo, la venezolana Alicia Machado obtuvo la corona. Ella recuerda el año de su reinado, que debió haber sido el mejor de su vida, como una pesadilla.
El ahora candidato a la presidencia de Estados Unidos la atacaba constantemente llamándola “Miss Piggy” (marioneta de una cerdita) por haber ganado peso y “la Miss de la limpieza”, por su origen latino.
Hillary Clinton trajo a colación la historia de Alicia durante el primer debate presidencial. Al día siguiente del debate, en lugar de disculparse, Trump declaró a la cadena Fox que Alicia Machado fue la peor Miss Universo y que ganó ‘cantidades masivas’ de peso.
Buena y mala noticia
Hoy en Estados Unidos hay 10,7 millones más de votantes que en el 2012. Dos tercios de esos nuevos electores están conformados por minorías raciales y étnicas. Los hispanos, negros, asiáticos y otras minorías tuvieron un incremento neto de 7,5 millones de votantes, en comparación con un aumento neto de 3, 2 millones entre los blancos no latinos.
Eso es la buena noticia. La mala es que los mexicanos y los latinos que residimos en Estados Unidos estamos preocupados. No solo porque Trump puede ganar la presidencia de este país, sino porque el éxito de su agenda racista es solo un reflejo de los hondos prejuicios raciales que aún existen en un segmento importante de la sociedad estadounidense.
Este segmento, infundadamente, teme el impacto económico, pero sobre todo el impacto cultural y político que el cambio demográfico puede producir. Le horroriza pensar que el 'american way of life' pueda ser substituido por una forma de ser y de pensar diferente, pluricultural.
No es solo Trump, pues, es el racismo y el miedo lo que también peligrosamente nos acecha.
LUIS CAMBUSTÓN*
BREA, CALIFORNIA (ESTADOS UNIDOS)
*Activista proinmigrantes, mexicano residente en California.
EL TIEMPO