Las campañas presidenciales en Estados Unidos suelen ser más espectáculo que discusión programática. Pero en simplismo y manipulación, esta ha sido campeona. En los debates televisivos y las entrevistas extensas en los principales medios (lo que conocen el grueso del electorado gringo y la humanidad en general), los muros para separar países y las acusaciones personales han dejado muy poco espacio para los temas de fondo, y la educación ha sido parte de ese tratamiento leve.
Más allá de eso, ¿qué hay en la letra menuda, en los programas que escriben los especialistas, en las plataformas de los partidos y en los discursos ante un público experto?
En los detalles, Trump es igual que en lo grueso: una propuesta simplista. Quiere darles a dos millones de estudiantes un bono para que escojan escuelas privadas y paguen con dinero público la matrícula. De a 12.000 dólares por estudiante, en eso promete invertir 20 billones de dólares al año. Desde Clinton hasta cada organización y especialista que la han comentado, esa propuesta es considerada inconveniente e inviable. Puro populismo y la pretensión de destruir el sistema público. Además de eso, Trump solo ha dicho que no hará nada que cueste más plata o que venga de Washington, con base en lo cual ha negado, por ejemplo, financiar un mayor acceso a educación inicial. Aunque luego se contradice y dice que es un tema en el cual sus propuestas son más precisas que las de Hillary. ¿Cuáles son esas propuestas? Ninguna. Trump solo hace declaraciones incendiarias, y ante las entrevistas de fondo no contesta y manda a los periodistas a consultar su página web, donde tampoco hay casi nada.
Hillary, en cambio, le da importancia al asunto, al menos lo ha hecho a lo largo de su carrera en el tema de primera infancia. Pero se ha movido paulatinamente, gracias a las concesiones que ha tenido que hacer a Bernie Sanders y a las organizaciones académicas y sindicales que la apoyan, desde una posición original de continuidad de la línea de desconfianza y verticalismo frente a familias, maestros y estudiantes, en la que vienen los Estados Unidos hace dos décadas y con la que han tenido resultados muy malos. Esa línea que ahora Clinton parece estar abandonado es lo que se suele llamar el Movimiento de Reforma Educativa (que rige mucho de lo que pasa en Colombia). Ahora Hillary ha adoptado un programa bastante interesante en siete temas. Veamos qué propone y cómo ha sido su transformación:
Primero, apoyar a los maestros en sus procesos de formación y para que sus buenas prácticas sean reconocidas. Y abandonar la idea de ligar su salario a resultados en pruebas estandarizadas que desconocen la realidad de los jóvenes y sus comunidades.
Segundo, una idea del clima escolar menos ligada a lo policivo, y crear en cambio equipos interdisciplinarios de apoyo a estudiantes y familias en el desarrollo de capacidades socioemocionales y ciudadanas.
Tercero, reducir el énfasis en las pruebas estandarizadas y desarrollar una evaluación a los estudiantes menos frecuente y más contextualizada.
Cuarto, preescolar desde los cuatro años, y reducir los costos de la atención a la primera infancia, incluyendo duplicar los programas de acompañamiento en la familia.
Quinto, una propuesta que ha sido criticada por costosa, pero que es esencial en el programa de Sanders y quizás la más importante políticamente en este momento: condonar y refinanciar deudas y garantizar en el futuro acceso gratuito para estudiantes de bajos recursos a la educación superior pública en universidades y community colleges (escuelas técnicas comunitarias).
Sexto, fortalecer la formación laboral integral en competencias del siglo XXI, emprendimiento y tecnología, fortaleciendo programas de aprendices pagos en empresas.
Y séptimo, internet de alta velocidad a bajo costo en todos los hogares y gratuito en sitios públicos como escuelas, parques, aeropuertos y terminales de trenes y buses.
Esperemos que la transformación de Hillary sea sincera. Y que gane. Entre otras cosas, porque dado que Colombia siempre mira al norte, lo peor que nos puede pasar es que terminemos manteniendo aquí lo que no está funcionando allá o, quien sabe, hasta copiando a Trump.
Oscar Sánchez
*Coordinador nacional de Educapaz
@OscarG_Sanchez