Los años han hecho mella en su carita de niño inocente. Atrás quedó el muchachito de Y tu mamá también y, aun cuando sus rasgos son más afilados —y llenos de sabiduría—, sigue manteniendo una mirada limpia y honesta.
A sus 36 años, Diego Dionisio Luna Alexander (Ciudad de México, 29 de diciembre de 1979) se siente cómodo en su piel. Hijo de un diseñador de decorados y de una diseñadora de vestuario, estaba cantado que tenía todas las condiciones para adentrarse de lleno en el mundo de la interpretación.
Su madre falleció en un accidente automovilístico cuando tan solo tenía dos años, y fue este el motivo por el cual comenzó a actuar: para estar cerca de su padre. Entró al mundo del espectáculo antes de los diez años y participó en varias series infantiles y juveniles de la televisión mexicana, hasta que en 2001 el mundo entero quedó impresionado por su papel —y el de su compañero y amigo Gael García Bernal— en la ya nombrada Y tu mamá también, de Alfonso Cuarón. De ahí, siguieron 15 años en los que dejó de ser un actor aplaudido en su país y se convirtió en una estrella de Hollywood: actuó junto a Salma Hayek en la película Frida, con Sean Penn en Milk, con Matt Damon en Elysium y con Tom Hanks en The Terminal —en total, su hoja de vida abarca más de 50 filmes— y afianzó su relación con el público latinoamericano gracias a películas como Rudo y Cursi.
Incursionó en la producción, la dirección y la escritura. Tiene una empresa de producción con Gael García Bernal y hace dos años dirigió la película César Chávez, en la que se cuenta la historia del líder campesino mexicano-estadounidense que luchó por los derechos civiles de los trabajadores y los inmigrantes en el sur de Estados Unidos a mediados del siglo XX y con la que ganó varios premios de la crítica y de festivales independientes. Muchos de sus cortos y películas hacen un intento por explorar la identidad mexicana y la cultura latina en Norteamérica. Mr. Pig, su último filme, hizo parte de la selección especial del Festival de Sundance: es la historia de un viaje hacia México que emprende un campesino estadounidense, junto con un cerdo que tiene como mascota, para escaparse de sus deudas.
Tras todos estos largos y fructíferos años de entrega al mundo del cine, además, no se ha desligado del teatro: cada cierto tiempo actúa en México Las obras completas de William Shakespeare (abreviadas) y fue dirigido en las tablas por John Malkovich para la versión mexicana de la obra El buen canario.
Su último proyecto de Hollywood tendrá unas dimensiones sorprendentes: interpretará al capitán Cassian Andor en Rogue One: A Star Wars Story. El primer spin-off de la saga va a contar la historia del equipo de la Alianza Rebelde que robó los planos de la Estrella de la Muerte, un evento de suma importancia para los fanáticos: cronológicamente es el que desencadena el Episodio IV, la película que en 1977 dio inicio a esta leyenda. Volar en una de las naves de la Alianza y enfrentarse a una patrulla de clones era el sueño de cualquier niño de su generación: “Crecí con esas películas y formé parte de ese mundo”, dice Luna, y al explicar su participación en la película no esconde la emoción. Algo entendible cuando el personaje que interpreta es una ficha clave en la guerra contra el Imperio.
![]() Diego Luna en Rogue one: a Star Wars Story. |
Me encontraré con él en Beverly Hills (Los Ángeles). La cita es en el hotel Montage, donde me espera en una de las habitaciones. El actor es de hablar pausado, se toma su tiempo para contestar y elabora las respuestas pensando, concienzudamente, cada una de ellas. Es tranquilo y sosegado. Le da sorbitos a su té mientras me escucha con atención.
Tuve la oportunidad de entrevistarlo hace muchos años para Y tu mamá también. ¿Qué queda del actor de aquella época que empezaba a conocerse internacionalmente? ¿En qué ha cambiado?
Me sigo poniendo nervioso en las entrevistas [sonríe]. Han cambiado muchas cosas. Soy padre. Hoy tengo la certeza de que voy a hacer esto mucho más tiempo. Antes tenía la ilusión, pero no sabía qué iba a pasar. Hoy no les tengo miedo a los errores, no le tengo miedo al fracaso. Sé que gracias a los riesgos que he tomado estoy donde estoy y, por ende, tengo que seguir tomándolos. En aquella época vivía esto como si no me perteneciera. Ahora, sí me pertenece.
¿Ha descubierto algo en este mundo del cine que no se esperaba?, ¿algo que le desilusionara porque no se esperaba que funcionara así?
Fíjate que más bien ha sido todo lo contrario. Tenía más prejuicios antes, ahora que conozco la realidad me parece que todo no es tan complicado. Antes tenía una preocupación sobre qué sucedería cuando pasara la frontera como actor hacia Estados Unidos, ahora he conocido gente en este lado que se parece mucho a la gente que admiro de mi tierra. He encontrado esas conexiones que me acompañan, esa gente con la que conecto. También me doy cuenta de que cada vez que vengo a Estados Unidos disfruto mucho porque realmente pertenezco a México, sé que mi realidad está en mi país y que además me siento muy cómodo residiendo allí. No tengo esa sensación de que estoy esperando que pase algo aquí para quedarme; al contrario, ya me regresé hace mucho y esto me deja vivir con mucha paz y disfrutarlo.
¿Fue su padre pieza clave a la hora de que usted se adentrara en este mundillo?
Sí, mi padre es el primer y único culpable de que yo haya echado a perder mi vida [risas]. Empecé a hacer teatro por mi papá, aunque también fue clave la ausencia de mi mamá, no le voy a echar toda la culpa a mi padre. Para mí era importante estar cerca de él y que nadie me lo quitara. A los seis años mi mejor ocurrencia fue hacerme actor ya que mi padre se dedicaba a hacer decorados para obras de teatro. De esta forma podía estar presente en su vida. De repente lo hice para estar cerca de él, pero ahora me mantiene lejos porque me hace viajar mucho.
Perdió a su madre con tan solo dos años. ¿Tiene la sensación de que en su vida ha faltado una figura materna debido a esa ausencia?
Tuve muchas referencias maternas y ninguna a la vez. Mi padre hizo de padre y madre, tuvo otras parejas que en su momento fueron importantes en mi vida. Además, las amigas de mi madre siempre sintieron la responsabilidad de cuidarme y de estar ahí por mí. En mi adolescencia corté todos los vínculos porque eran demasiadas mamás por aquí y por allá. Digamos que, en el fondo, lo que aprendí y acepté es que nunca tuve la referencia, que no sé qué es tener una madre porque la perdí siendo muy pequeño. Vivo la ausencia de mi madre a través de la realidad de otros.
¿Cree que la actuación le hace crecer?
Más la dirección. Dirigiendo tienes realmente que indagar en los personajes y en la historia. Te hace enfrentarte a tus miedos y sin duda te hace crecer. Actuar también, pero en un nivel diferente. Yo, después de dirigir, sí me quedé marcado.
¿Considera que la fama acentúa tanto las virtudes de uno como sus defectos?
No, no lo creo. El poder trastorna, no tanto la fama, a no ser que sea una fama inmediata. El reconocimiento es otra cosa, eso sí es de apreciar porque es el resultado de haber sembrado algo. La fama en abstracto es peligrosa y hay que tenerle miedo porque cuando llega de golpe es imposible digerirla y es una tentación muy golosa. El ser humano se pierde ante la idea de poder y si de un día para a otro tienes un nivel de atención que no sabes controlar, eso puede hacerte mucho daño. Además, se te empieza a acercar gente por interés.
¿Tiene usted buen ojo para distinguir la gente que se le acerca con buenas intenciones de la que no lo hace?
A veces me he dado cuenta al momento y otras cuando ya tenía la cartera vacía, pero no pasa nada. Lo que a mí me ha salvado es el teatro porque te da una cercanía con el público, un contacto directo. Me gusta cuando la gente se me acerca y me dice: “¡Qué onda, pinche Diego, tómate una foto conmigo por favor! ¡Felicidades por tu obra, qué chingón!”. Me tratan como si fuera su primo. Sienten un nivel de cercanía que casi te dan un trancazo en la espalda para pedirte que te pares y que le des un beso a su novia [risas]. Cuando veo la gente que grita cuando ve a alguien que admira y no puede articular palabra, sí me asusta. Debe ser horrible. Pienso que el teatro, en mi caso, me ha mantenido con los pies en la tierra y que gracias a él la conexión con el público es muy cercana.
Está claro que conseguir el papel del capitán Cassian Andor en Rogue One: A Star Wars Story ha sido un sueño hecho realidad. ¿Cómo fue su reacción cuando lo logró?
Mi reacción fue de total incredulidad. Tuve una cita con Gareth Edwards, el director. Yo pensaba que era una reunión informal, nada más para que me conociera y quizás para que en un futuro a lo mejor pensara en mí. Pero a medida que iba avanzando la reunión me empezó a hablar de la película, de por qué se había decidido a hacerla, me describía mucho un personaje en particular. De repente me di cuenta de que lo que me estaba diciendo era que quería que yo hiciera el personaje que me estaba describiendo. Me sentí un poco raro porque él no me estaba diciendo: “¡Tú vas a ser este personaje!”, sino, más bien: “¡Yo quiero que tú seas ese personaje!”. Tras acabar la reunión, me fui a casa emocionadísimo, pero también confundido porque yo tiendo a pensar siempre en lo peor y me entró la paranoia de que el proyecto no iba a suceder, o me iban a tener dando vueltas para luego no elegirme…, pero me quedé muy sorprendido por el hecho de que Gareth estuviera interesado en lo que yo había hecho previamente.
Pasó bastante tiempo antes de que me contactaran para hacer una prueba en México. Más tarde, me pidió que fuera a Londres. Fui y me encontré con él en un hotel al que entré por la parte de atrás y me llevaron a una habitación que no estaba a mi nombre. Todo bastante secreto, para que nadie se pudiera enterar. Con esta premisa, de que nadie se podía enterar, me entraron los siete males [risas] y una psicosis increíble, porque todo el mundo quiere saber. Tras este encuentro, me llamó desde San Francisco. Yo me encontraba rodando en Budapest, y me dijo: “Bienvenido a Star Wars”. Yo salté como un loco.
¿Ha sido fan de La guerra de las galaxias desde pequeño?
Sin duda fue una de las primeras películas que me marcaron. Como espectador, la saga me formó mucho a nivel cinematográfico. Me llegó en la época ideal, cuando tenía seis años. Crecí con esas películas y formé parte de ese mundo, fantaseando con ese universo. Me encantaba la idea de jugar con ese universo que tiene un grado hermoso de idealismo, un discurso que a mí de niño me hacía alucinar, me gustaba mucho.
![]() Diego Luna en Rogue one: a Star Wars Story. |
¿Se considera una persona idealista?
Sí, creo que por eso al final formo parte de esta película. Es un filme sobre la rebelión, los héroes de carne y hueso, los que se parecen a nosotros y toman control de su realidad. Es un grupo de rebeldes que decide combatir y enfrentarse al Imperio: tiene un mensaje que transmite que el cambio lo podemos hacer nosotros.
Es gente ordinaria haciendo cosas extraordinarias. ¿Cree que a lo largo de la historia de la humanidad es más la gente de a pie la que hace los cambios, o son los líderes los que acaban haciéndolos?
Sin duda, la gente. Si hoy en día llegara a haber un cambio en este mundo en el que vivimos es porque la gente ordinaria quiere que ese cambio se realice haciendo algo extraordinario. Es la única forma, no lo veo venir de otra manera. Más que analizar el pasado, creo que en el presente esa es la única forma. Se trata de ejercer la ciudadanía, comprometerse, involucrarse… Es quitarles el poder a los poderosos.
¿Considera que el ser humano es avaro y le gusta el poder por naturaleza, o cree que es algo que nos impone la sociedad y en el fondo tenemos buen corazón? Parece que seguimos repitiendo los mismos errores una y otra vez.
Tengo fe en el ser humano, por esa razón tengo hijos y por eso me gusta mi profesión: contar historias y comunicarme. Creo que hay más gente buena que mala. Tampoco pienso que haya buenos y malos per se, como a veces nos hacen creer las películas. Hay tonos grises que no se deben dejar de lado y realidades que a veces te empujan a ciertas acciones. Es precisamente lo que cuenta Star Wars: contempla que hay un equilibrio entre la fuerza y el lado oscuro y que los dos te están llamando constantemente. Es un debate continuo, hay que encontrar el equilibrio.
El problema está en la gente que parece no encontrarlo.
Totalmente de acuerdo, eso pasa. Creo que este mundo de hoy que nos ha tocado vivir nos ha desconectado. Tenemos más herramientas que nunca para estar conectados y, al mismo tiempo, estamos más distanciados que nunca los unos de los otros. Eso no quiere decir que no podamos reinventarnos, evolucionar, cambiar. Creo que sí hay esperanza.
¿Tiene la sensación de que, por el hecho de ser famoso, debe ser un ejemplo para ciertas personas, o se siente obligado a ayudar o a formar parte de alguna ONG?
Ya me involucraba antes de hacer dinero. Es parte de la responsabilidad de la ciudadanía y de ser ciudadano de este mundo, es natural preocuparse por el prójimo. Ahora tengo más herramientas para hacerlo. Sí me comprometo, pero no lo promociono porque eso lo encuentro un poco vacío. Lo que promociono es mi trabajo. Respecto con lo otro, intento recordarle a la gente cuando tengo un micrófono delante, o un foro, o un espacio para hablar, que todos tenemos una responsabilidad compartida.
Se ve que es un apasionado de su profesión, pero ¿qué le gusta hacer en sus ratos libres?
Me gusta estar con mis hijos. Llevo ocho años en los que si tengo un rato libre, se lo dedico a ellos. Me gusta jugar al fútbol, me encanta el equipo de los Pumas aunque pierdan [risas]. Me gusta mucho viajar y tengo la oportunidad de hacerlo, me gusta caminar y explorar nuevos sitios. Eso me apasiona.
Imagino que como mexicano estará un tanto afectado por las declaraciones de Donald Trump sobre la inmigración mexicana. ¿Qué le hacen sentir?
No me preocuparía si Trump no representara la voz de tanta gente. Lo que piense ese idiota me tiene sin cuidado, lo que me alarma es la gente que le sigue. Representa un discurso de odio y racismo que está extendiendo y que parece ser aceptado. Se habla de esos temas hasta con orgullo. Me alarma porque estamos perdiendo una gran oportunidad de complementarnos y enriquecernos debido a la diversidad que tenemos en el mundo. Trump no es un caso aislado. En Latinoamérica también está pasando, líderes con discursos hiperconservadores e ignorantes están ganando terreno, el brexit acaba de pasar en Gran Bretaña, hay un discurso de odio ante la crisis migratoria en Europa… En fin, creo que es alarmante lo que está pasando en el planeta y espero que de esto nazca la respuesta y que esta sea más fuerte. Ojalá nos toque ver eso.
ROSA GAMAZO
FOTOS ARCHIVO
REVISTA BOCAS
EDICIÓN 57 - OCTUBRE 2016