El temor de cualquier ciudadano aumenta si lee en cualquier periódico de edición atropellada el siguiente apartado: “Un asalto fue perpetuado anoche en un sector comercial”. Entonces, más que una preocupación por los constantes delitos, muchas personas ya experimentarán pánico al imaginar interminables actos contra los bienes y la integridad ajena; empezarán a concebir un mundo inundado por las transgresiones; el enclaustramiento será la única opción; la desconfianza, tristemente, funcionará como salvaguarda de su bienestar; la armonía y la socialización se archivarán en el recuerdo. Y todo porque “perpetuar” significa “perdurable” o “de larga duración”. Es decir, el tal asalto se extenderá a la mañana, seguirá en la tarde, abocará de nuevo la noche, y así continuará, quizás por los siglos de los siglos. Será un asalto casi interminable.
Esa situación (ficticia: no hay por qué temer) surge cuando se confunden no solo “perpetuar” con “perpetrar” (este sí término preciso para la situación descrita), sino otras parejitas de palabras que también guardan similitudes de escritura y pronunciación, y se califican de parónimas. Por ejemplo, “posicionar” y “posesionar” se parecen bastante, y por eso es frecuente hallar confusiones al asignarlas a representaciones diversas. Sin embargo, así como hay hermanos gemelos o mellizos con características físicas muy similares, de los cuales notamos algunas diferencias (por un lunar o la extensión del cabello), de igual manera hemos de centrar la atención en este tipo de términos: habrá una letra de más, o de menos, o se cambia una por otra, etc.
Aparecen bastante (en medios de reconocida circulación) datos como “el presidente se posicionó de su cargo el pasado 15 de enero” en vez de “el presidente se posesionó…”. En cada caso, tomar posición y tomar posesión alude a situaciones diferentes (una vez más, aclararlo es fácil: www.rae.es).
Cada quien pensará (ese es un derecho) que no todas las personas están obligadas a memorizar el significado y la escritura de las palabras de un idioma. Y yo estoy plenamente de acuerdo con ello. Solamente una discrepancia: sí tienen el deber de conocer la escritura y el significado de cada palabra que usen, al menos para aquellas que se transmiten pública y formalmente, como en el discurso frente a un auditorio o en cualquier trabajo académico. Por eso, nada de igual se califica una frase donde se dice que “ella expurga las ideas” (muy bien hecho) a proclamar que “espulga las ideas”, porque en el primer caso purifica ideas, y en el segundo las limpia de insectos chupasangre.
También, por supuesto, se aplaude la intención de un estudiante si es consciente de sus palabras, pero también consiente sus palabras (les procura afecto, cariño, las acaricia). Allí, los llamados “correctores ortográficos” de los computadores ya llevan la mitad de la batalla perdida; no obstante, a pesar de esa circunstancia, miles de usuarios se entregan, se someten a esos artefactos, y terminan siendo estos últimos los que “deciden” cómo se escribe y qué se escribe. ¡Vaya: cómo flaquea la voluntad!
Quizás por ello, aquí no “contesto”, sino acudo al “contexto”; es decir, dejo sin responder alguna pregunta, y que sean el entorno y las circunstancias (con más sabiduría y profundidad) los encargados de demostrar las aplicaciones de esos términos. Cuando cada quien infiere, deduce o asocia, está aprendiendo por sí mismo. Muy distinto a indicar de manera escueta qué significa y cómo se escribe una palabra: eso es más próximo al reducido concepto de instrucción que a la inmensa idea de educación.
Desde esa perspectiva y en ese inacabable camino del aprendizaje y el conocimiento, es necesaria una aptitud (talentos, virtudes, destrezas, inteligencia) amplia. Junto a esta, se manifiesta otra más, de igual nivel de relevancia en esa búsqueda por el saber: la actitud (la disposición, el buen ánimo, el deseo, la voluntad). Esa cercanía quizás cause la mezcla de “aptitud” y “actitud”.
Un proceso de esta naturaleza, en medio de esas parejas de palabras o de tríos, se ejecuta al desbastar los campos del saber (quitarles la tosquedad), para evitar que sean devastados (arrasados) por otro tipo de invasiones.
Sucede también en muchas transmisiones radiales y televisivas cuando ciertos oficiales (y reporteros) declaran que “se produjo la ´cactura´ de cuatro peligrosos sujetos en zona rural” de cualquier departamento colombiano. Entonces, los oyentes se preguntarán: “Y en lugar de tanta ´cactura´, ¿por qué no habrá más capturas de esos peligrosos individuos? ¿Será que las primeras habrán sido todo un ´étsito´?”.
Con vuestro permiso.
Por JAIRO VALDERRAMA V.
Profesor Facultad de Comunicación
UNIVERSIDAD DE LA SABANA