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Una gran oportunidad

Una iniciativa que enfrenta un problema de inequidad que se ha venido dando en los últimos años.

FRANCISCO CAJIAO
La Secretaría de Educación y el Icetex han firmado un convenio que abrirá las puertas de la educación superior a miles de jóvenes de Bogotá. El Distrito aportará un cuarto de billón de pesos en el cuatrienio, y participarán las instituciones que estén dispuestas a hacer descuentos del 25 por ciento del valor de sus matrículas.
Vale la pena hacer algunas reflexiones en torno a esta iniciativa, pues enfrenta un problema de gran inequidad que se ha venido dando en los últimos años y que tendría que considerar el Gobierno Nacional.
En Bogotá se concentra más del 30 por ciento de las instituciones de educación superior y un porcentaje similar de las acreditadas. Esto atrae a miles de estudiantes del país y muestra una cobertura de 90 por ciento. Sin embargo, la cantidad de jóvenes que terminan su bachillerato en la ciudad y entran a la educación superior es inferior al 50 por ciento.
La pregunta es por qué sucede esto, habiendo tanta oferta. El factor principal es económico, pero está asociado a otras variables muy fuertes. El bajo nivel cultural de las familias más pobres, junto con una educación básica de mala calidad, hace que un elevado número de adolescentes concluyan su secundaria de manera precaria, mostrando malos resultados en las pruebas del Icfes. Esto también está asociado con una baja autoestima, por lo menos en lo referente a la capacidad intelectual que se requiere para hacer una carrera tecnológica o profesional. Le sigue una “pereza por el estudio”, y la actividad académica se asocia con desafortunadas experiencias en la relación pedagógica. Todos estos factores aparecen en diversas encuestas e investigaciones.
El resultado natural es que ni siquiera contemplen la posibilidad de continuar sus estudios, pues ninguna familia pobre está dispuesta a financiar el costo de una institución privada a un joven mediocre. El Estado tampoco le ofrece apoyo, pues los créditos del Icetex privilegian a quienes tienen los mejores puntajes y las universidades públicas usan también esos indicadores para asignar los escasos cupos con que cuentan.
Las universidades más prestigiosas dan prioridad a los que mejor cumplan sus expectativas académicas y tengan forma de pagar lo que se les pide. Esta es la gran ventaja de Ser Pilo Paga, pues selecciona a los chicos más brillantes y destacados de los estratos más bajos y les paga a las universidades el ciento por ciento de sus tarifas comerciales. Las públicas, por su parte, exigen el primer requisito y el Estado se hace cargo del segundo.
El asunto es que cerca del 40 por ciento de los jóvenes que hoy están en la educación superior son de estratos 2 y 3 (que son pobres, así se diga que son parte de la clase media), con deficientes resultados en el bachillerato y sostenidos por sus familias en instituciones de educación superior sin acreditación. La mitad restante está fuera del sistema.
El Gobierno Nacional, en su afán legítimo por mejorar la calidad, apostó todo a la acreditación, sin contemplar que ella eleva los costos, con lo cual crece la exclusión para estos segmentos de población. Hoy, las familias pobres que hacen enormes esfuerzos por educar mejor a sus hijos sostienen por lo menos el 40 por ciento de la educación superior, mientras las universidades más ricas y con tarifas más elevadas reciben más recursos públicos.
El convenio firmado por la Secretaría de Educación y el Icetex llegará mejor a este grupo de población al no restringir la oferta con condiciones de acreditación. En cambio, debería tenerse en cuenta el índice de valor relativo que ha elaborado el Icfes –que, dicho sea de paso, no volvió a conocerse–, pues este tiene en cuenta la capacidad de las instituciones para incidir eficazmente en el desempeño de los jóvenes que ingresaron al sistema en condiciones desventajosas. Siempre será más fácil trabajar con los mejores..., pero ¿y los demás?
FRANCISCO CAJIAO
FRANCISCO CAJIAO
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