Con un entusiasmo propio de un veinteañero, Jim Payne asegura que sigue volando por sus “deseos de explorar”. Es una fría mañana en uno de los hangares del aeropuerto internacional de El Calafate, en plena Patagonia trasandina, y el veterano piloto estadounidense se enfunda un traje oscuro que lo protege de las temperaturas extremas.
Payne es lo más parecido al Lionel Messi de los vuelos a vela y ha quebrado varios récords que inscribieron su nombre en el ‘Guinness’: entre sus logros acumula cinco campeonatos mundiales y un vuelo en planeador que duró ¡17 horas!
Este año, Payne tiene un hito más que agregar a su bitácora: ser el piloto jefe del Perlan II, el primer avión sin motor diseñado para alcanzar el borde del espacio.
El pasado 21 de septiembre, y en un viaje que se extendió por casi cinco horas, Payne y su compañero, Tim Gardner, alcanzaron los 22.800 pies (6,94 kilómetros), convirtiendo el Airbus Perlan II en el primer planeador presurizado del mundo en llegar a esa altura. Para el 2017, la apuesta del proyecto es alcanzar los 90.000 pies (27,4 kilómetros), un récord que superaría las altitudes logradas por naves como el U-2 y el SR-71.
(Además: China lanzó al espacio su misión tripulada más larga)
Además de rozar el espacio exterior, el Perlan II transporta una serie de instrumentos científicos para realizar investigaciones en la atmósfera. Una de las más importantes será tomar muestras de aire no contaminadas de la estratósfera para medir los niveles de los químicos que dañan el ozono y evaluar si la capa se está reponiendo o mermando.
De forma paralela, buscará recoger datos para hacer pronósticos meteorológicos más precisos, compartir datos con científicos para predecir el cambio climático y dar una idea preliminar respecto al diseño de aeronaves que podrían operar sobre la superficie de Marte.
El planeador fue desarrollado por Perlan Project, una fundación sin fines de lucro encabezada por líderes en ingeniería y aeronáutica, además de contar con el apoyo de Airbus Group y de un conglomerado de patrocinadores.
En su estadía en El Calafate, el equipo contó con un colaborador ilustre: Horacio ‘Cholo’ Miranda, un avezado piloto trasandino de 79 años y dueño de dos récords mundiales en planeador. Piloteando la avioneta Puelche, Miranda remolcó al Perlan II durante 27 minutos, hasta llegar a los 3.500 metros de altura.
“El mayor logro fue demostrar que podemos volar cinco horas”, dice Payne. “Las ventanas del lado derecho, donde brillaba el sol, estaban claras, mientras que las de la izquierda quedaron con escarcha”, explica el piloto.
![]() |
(También: Destino Marte 2030, ¿el nuevo capítulo de la carrera espacial?)
Según los encargados del proyecto, la sureña provincia de Santa Cruz, en Argentina, es el mejor lugar del mundo para volar en planeador. Las razones son dos: primero, la presencia de ondas de montaña (o ‘mountain waves’), unas corrientes eólicas que soplan de forma perpendicular a las cadenas montañosas. Si bien estas columnas de aire existen en varios lugares del mundo, solo en zonas como El Calafate ascienden hasta el límite de la estratósfera. Y, segundo, el vórtice polar, un ciclón a gran escala situado cerca de las zonas polares terrestres.
Cuando se conectan, estos dos fenómenos permiten que un planeador pueda ascender a grandes alturas guiado por la energía del viento. Como el Perlan II no tiene motor y, por ende, no contamina el medioambiente, se estima que podrá examinar la atmósfera como nunca antes.
“Los planeadores comunes pueden volar hasta 19.500 pies. Este está hecho para 90.000 pies, o sea, estamos pidiendo una autorización de vuelo tres veces más arriba que un avión comercial”, dice Tago de Pietro, responsable de logística del Perlan II. “En Argentina, después de meses de estudio y ver cuestiones de seguridad, se logró. Estamos increíblemente agradecidos”.
Tago agrega que la misión de Perlan II es “muy riesgosa” para los pilotos, ya que un planeador puede enfrentar múltiples fallas. Como la visibilidad de la nave es muy limitada, una antena los comunica con un tercer ‘piloto’, que, desde el suelo, les informa acerca de aspectos y anomalías que ellos no pueden ver en la cabina.
“(Ellos) no van a tratar de hacer el récord de un día para el otro, más allá de que se den las condiciones”, dice. “Las alas tienen sensores que le van determinando a la gente de telemetría, cómo está funcionando (el planeador), y entonces eso les permite seguir subiendo y ver cómo están los niveles de oxígeno y presurización. Es un riesgo controlado”, explicó el responsable de logística de Perlan II.
GUILLERMO TUPPER
EL MERCURIO (Chile) - GDA