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Destino Marte 2030, ¿el nuevo capítulo de la carrera espacial?

El proyecto interplanetario de Barack Obama desafía al desarrollo científico como nunca antes.

El anuncio, esta semana, del presidente de los Estados Unidos, Barack Obama, de llevar una misión tripulada al planeta Marte en la década de 2030 tomó por sorpresa a pocos. Las declaraciones, contenidas en un artículo escrito por él mismo para la cadena de noticias CNN, llegaron en medio del ruido y la expectativa generados por otras propuestas similares del sector privado; la más reciente fue lanzada por Elon Musk, presidente de la compañía SpaceX, a comienzos de este mes.
“Nos hemos fijado el claro objetivo vital para el siguiente capítulo de la historia estadounidense en el espacio: enviar humanos a Marte en la década de 2030 y regresarlos a salvo a la Tierra, con la ambición final de que un día podamos permanecer ahí por mayores periodos de tiempo”, escribió Obama.
El hecho de que la propuesta de visitar el planeta rojo venga de la cabeza política del país que ha liderado con mayor éxito la historia de la exploración del espacio puede llevar a pensar que estamos ad portas de un nuevo capítulo de la carrera espacial; incluso, es posible comparar el peso de las palabras de Obama con el famoso discurso que ofreció en 1962, desde Texas (EE. UU.), el entonces presidente John F. Kennedy, quien fijó un plazo límite de 10 años parallevar hombres a la Luna.
En aquel momento, Kennedy dijo: “Elegimos ir a la Luna en esta década y hacer lo demás no porque sean metas fáciles, sino porque son difíciles (…), porque ese es un desafío que estamos dispuestos a aceptar, uno que no queremos posponer, y uno que intentaremos ganar”.
La científica colombiana Adriana Ocampo, miembro de la División de Ciencias Planetarias de la Nasa, considera que el anuncio de Obama se distancia del de Kennedy en un punto fundamental: el ambiente en materia de exploración espacial es hoy en día totalmente distinto del de hace casi 60 años, pues ahora, en cambio de una disputa política entre dos naciones, como sucedía cuando Estados Unidos y la Unión Soviética estaban trenzados en plena Guerra Fría, el ambiente es de gran colaboración entre países e, incluso, con la industria privada.
Ocampo afirma que la misión tripulada a Marte, que desde ya la Nasa promueve con la campaña ‘Journey to Mars’ (Viaje a Marte), no se dará en medio de ese ambiente de rivalidad que permeó la exploración espacial cuando la meta era la Luna. “Aunque será extraordinariamente difícil llegar y luego colonizar, la misión a Marte significará el momento de aplicar todo lo que hemos aprendido sobre trabajo en equipo con proyectos como la Estación Espacial Internacional (EEI) y de aprovechar la oportunidad para que la misión se convierta un instrumento de paz”.
“La declaración pública de Obama quiere reafirmar un mensaje que el presidente nos dio en el 2010, y que busca que el pueblo americano recuerde que nosotros estamos trabajando en las misiones de exploración no tripuladas con el fin de lograr el siguiente paso, que son las misiones tripuladas”, asegura Ocampo.
La primera inquietud que surge ante este proyecto, que está, en palabras de Ocampo, más cerca de la realidad que de la ficción, es por qué y para qué ir a Marte. La científica es enfática en asegurar que el principal propósito de la misión a Marte es la supervivencia de la raza humana: “No solo estamos viviendo en una cuna que se llama planeta Tierra, que tiene limitados recursos, como la cantidad de agua y los minerales. Incluso –señala Ocampo– la vida de nuestra estrella, el Sol, de la que dependemos, también es limitada. Con esa visión de preservación de la especie tenemos que ser capaces de viajar a otros planetas y convertirnos no solo en una especie interplanetaria, sino interestelar”.
Sobre la razón de preferir Marte sobre cualquier otro destino del sistema solar, Ocampo apunta a varios aspectos que harían posible llegar hasta allá: en primer lugar, está la similitud de Marte con la Tierra, pues además de tener la mitad del diámetro, el cuarto planeta del sistemas solar cuenta con una composición similar a la de la Tierra, caracterizada por una corteza rocosa rica en materiales arcillosos y orgánicos, con gran cantidad de agua en el subsuelo. Además, a diferencia de la Luna, otro potencial hábitat extraterrestre, Marte tiene una atmósfera que, aunque es mucho más tenue, contiene elementos presentes en la de la Tierra, como el nitrógeno y el oxígeno.
Obstáculos por superar
Quizá la incógnita más grande sobre la travesía a Marte es el cómo, es decir, qué nave se utilizaría para transportar a los astronautas, y cuáles serán las características de la vivienda que ellos habitarían. Jorge Zuluaga, director del programa de astronomía de la Universidad de Antioquia, explica que en este momento las ideas alrededor de cuáles deberían ser las especificaciones del vehículo son solo eso, prototipos. “Los actuales conceptos plantean que la nave debe ser mucho más espaciosa (con lugar para seis tripulantes) que los cohetes utilizados para el programa Apolo de exploración lunar, y tener una capacidad mayor en todo sentido”, dice Zuluaga.
Zuluaga asegura que una condición necesaria que debe tener el cohete que transportará a esa primera tripulación interplanetaria es contar con sistemas para proteger a los astronautas contra la radiación y las partículas con alta energía que provienen del Sol y que son muy perjudiciales para la salud humana.
Otro obstáculo por sortear es la energía para propulsar al cohete, pues para cubrir la distancia a Marte (220 millones de kilómetros, promedio) se necesita un combustible que no solo sea capaz de superar la resistencia que opone la gravedad de la Tierra, sino que permita maniobrar durante el viaje, amartizar y, posteriormente, salir del planeta rojo.
“Esto se podría solucionar, por lo menos en la fase de despegue de la Tierra, con la hidracina, combustible que tradicionalmente se ha empleado para los propulsores de los cohetes gracias a que se quema muy fácilmente y libera mucha energía”, comenta Zuluaga, y agrega que la Nasa y otras agencias espaciales vienen trabajando en diferentes alternativas, como la propulsión a partir de plasma, un gas tenue que puede ser empujado por fuerzas electromagnéticas.
El factor humano
La mejor manera de optimizar el gasto de combustible es aprovechando el impulso que generan la gravedad de la Tierra, la Luna y el mismo Marte, una maniobra que todas las agencias espaciales conocen bien, pues es así como varias sondas han alcanzado los límites del sistema solar.
Hay que tener en cuenta, además, que como las órbitas terrestre y marciana no son iguales, los científicos deben hacer uso de las denominadas ‘ventanas planetarias’, es decir, de los momentos en que ambos planetas están más cerca. Estas ventanas de tiempo, de acuerdo con la Nasa, llegan cada dos años.
Es por esto que el órgano estadounidense tiene planeado, a partir del 2020, que haya misiones no tripuladas al planeta rojo cada 24 meses, las cuales servirán como ensayos previos a la llegada del primer hombre interplanetario en algún momento de la década del 2030. Estos proyectos lograrían hitos como llevar robots que tomen muestras del planeta y las regresen a la Tierra, la instalación de equipos para la producción de oxígeno a partir de la atmósfera marciana y lograr un viaje de ida y vuelta con humanos, pero solo orbitando al astro rojo, sin amartizaje.
Ocampo sostiene que desde hace años la Nasa viene trabajando en el entrenamiento de esos potenciales astronautas que tendrían el honor de visitar Marte. Se trata de un grupo de seis hombres y seis mujeres que culminaron un arduo proceso al que se presentaron más de mil aplicantes.
Esta docena de aventureros se encuentra en el campo de entrenamiento de astronautas que la Nasa tiene en Houston, y su preparación, que es igual a la que tienen los astronautas actuales, tiene un mayor énfasis en temas marcianos.
Ocampo sostiene que los científicos conocen muy bien las consecuencias de las estadías prolongadas en el espacio (la expedición duraría, como mínimo, 14 meses, ida y vuelta), tanto desde el punto de vista físico como del psicológico.
Entre las secuelas físicas, se ha comprobado que, debido a la ingravidez, las personas sufren descalcificación ósea, pérdida de la visión y mayor riesgo de sufrir algún tipo de cáncer. En cuanto al plano mental, la EEI ha dado luces sobre cómo puede cambiar el comportamiento de las personas bajo esas condiciones. “Confiamos en que cuando llegue el momento aprovechemos los más de 50 años de exploración marciana que tenemos para poder sortear las vicisitudes que se presenten cuando llegue el momento de la verdad”, apunta Ocampo. 
‘Hablar es fácil, pero hacer no’, dice la ESA
Jorge Vago, científico del proyecto ExoMars de la ESA, que empezará a explorar Marte a partir de esta semana, cree que en lo que concierne al plan de la Nasa, “hablar es fácil, pero hacer no”, pues, según él, Obama tendría que desplegar un programa de la envergadura de Apollo Moon Program para lograr tal empresa en solo 15 años.
“Hay serios problemas técnicos que tenemos que resolver antes de poder mandar astronautas a Marte (tales como proteger a la tripulación de la radiación que encontrarán durante el viaje y transportar todo lo que van a respirar, comer y beber), pero todas estas dificultades son nada comparadas con el desafío político-financiero de tener que sostener una empresa de esta envergadura a lo largo de varios mandatos presidenciales”, considera el experto.
Vago cree que la pregunta de qué se va a hacer en Marte es fundamental: “¿Lo que queremos es bajar de la cápsula, sacarnos una selfi con la banderita y emprender el camino de regreso, o hay algo más?, se pregunta.
Por su parte, Juan Diego Soler, astrofísico del Instituto de Astrofísica Espacial, de Francia, cree que el anuncio de Obama no es del todo una buena noticia, principalmente por razones financieras.
“El presupuesto de ciencia de Estados Unidos es una cobija corta, y si destinan más dinero a exploración, seguramente les quitarán a los proyectos científicos”.
Para sustentar su punto, Soler cita el presupuesto actual de la Nasa, que se ha mantenido igual durante los últimos 40 años, en comparación con cuando desarrollaron el programa Apollo, cuando este fue quintuplicado.
“Una segunda objeción es el tiempo, porque trece años es poco, y todavía debemos descifrar qué haremos con problemas graves como saber qué hacer para que la gente no se muera en el espacio”, dice Soler
NICOLÁS BUSTAMANTE HERNÁNDEZ
@nicolasb23
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