De qué otro tema se habla, si no es de la paz. Que, por suerte, cada día tiene más alas. Es un grito nacional de todas las expresiones sociales, una petición mundial. Imposible que unos pocos priven del ‘gustico’ a la inmensa mayoría de colombianos que se manifiestan por carreteras, caminos y ciudades.
¿Qué sentirán los que se apropiaron del ‘No’ al ver esta gigantesca exigencia de Colombia unida por la ‘Paz ya’? ¿No tendrán encrucijadas del alma? Hoy, indígenas guambianos, emberas chamíes, o los ‘emberacaos’ no indígenas, víctimas, estudiantes, empresarios, amas de casa, obreros, maestros, artistas, niños, el Sí y el No, todos piden ‘¡Acuerdo ya!’.
¿Qué sentirán, digo, los líderes de la oposición cuando ven marchar gente a pie, 485 kilómetros desde Cali; a los indígenas que llegaron desde Corinto, Cauca, al río humano y luego a la plaza de Bolívar, a la que no le cabe ni una paloma?
Ya deberíamos estar en la entrega de armas. Pero todo es incertidumbre, ante tantos celos, envidias e intereses políticos, donde se dice que los uribistas se han vuelto castrochavistas, pues su lema es ‘dilatar, dilatar y dilatar’, para llegar al 2018 y que ‘nada esté acordado hasta que Uribe haya regresado’. La paz está en la calle; hay fervor, que no debe detenerse. Ojalá las novenas de diciembre tuvieran a Uribe, a Santos, y Paztrana catando y cantando “noche de amor, noche de paz”. Pero el acuerdo se demora un poco. Cómo será que se dice que la paz llega cuando nombren a Álvaro Uribe cónsul en Marte.
Algunos se preguntan si primero que el acuerdo estará el metro de Bogotá, o si se entregará antes el deprimido de la 94, o si nombran a Donald Trump presidente de una asociación feminista. No. Confiemos en la grandeza de todos.
A propósito, fue en esta columna donde, hace unos años, propuse unidades agrícolas para que los jefes de las Farc pagaran una pena. Allí, ellos pueden hacer el programa Caca. Es decir, cacao y caucho. O en vez de coca, Cuca. O sea, curuba y café. Les pedía a los de las Farc que no se dejaran meter en el negocio de la leche. Allí, ni porque tengan la vaca Gar, que da 50 litros diarios, quiebran y les toca volverse al monte. Con el litro a 800 pesos y los insumos a precio de caviar, el ordeñado es el ganadero.
Pero que estén allí tres o cinco años, que el tiempo vuela, puede ser. Y que reparen y entreguen bienes. Y que haya verdad. Porque, ojo, como le dijo el tuerto al cojo: no sea que por algo de castigo se vaya a sacrificar la verdad, que es vital. Y pregunto: ¿no será que en épocas de vacas flacas nos sale más caro cuidar y proteger en siete granjas agrícolas, con cientos de hombres, a los jefes guerrilleros que tenerlos haciendo política sin armas?
Es hora de la serenidad. Las partes, la oposición y las Farc, sobre todo, deben oír la voz de los millones de colombianos que gritan ‘¡Acuerdo ya!’. Miren esas marchas ejemplares, pacíficas; de la mano el ‘Sí’ y el ‘No’, sin una agresión, sin dejarse dividir por los políticos. Miren cómo ha funcionado el cese del fuego, que por suerte va hasta el 31 de diciembre, y cuántas vidas se han salvado. Yo creo que nadie debe quedar marcado en la historia como quien frustró a todo un país.
Hay, por ahora, mucha esperanza y paciencia. “La paciencia y el tiempo hacen más que la fuerza y la violencia”, dijo un poeta. Pero cuidado: el desespero es mal consejero, decía un palomo mensajero...
El Eln, que al fin dio el paso, podría también dar ejemplo. Este país, sus hombres, ‘Pablo Beltrán’, necesitan descansar de la guerra. Liberen gente, por favor, y libérense... Es la oportunidad de oro. ¿Será primero la paz con el Eln que con las Farc? ¿Con quién apostamos? Que no sea al ‘Sí’ y al ‘No’.
Luis Noé Ochoa
luioch@eltiempo.com.co