Bob Dylan finalmente obtiene un premio que merecía por su gran legado poético durante más de cincuenta años. Con seguridad no esperado por él y sorpresivo hoy para todo el mundo literario y, en general, para el universo cultural de todo el planeta.
Es cierto que ha obtenido reconocimientos especiales, más que todo, por su carrera musical, la cual inició a comienzos de los años sesenta en medio de un periodo de incertidumbre que afectaba en dos vías: en lo musical, el rock estadounidense, que no tenía más de diez años de existencia, atravesaba por tiempos de mucha dificultad que fue ayudada a superar por la nueva generación de músicos británicos. Por otro lado, la Guerra Fría era cada vez más compleja y el papel de Estados Unidos, cuestionable.
La Guerra de Vietnam fue un detonante que desencadenaría una reacción social encabezada por Bob Dylan y su poesía. Con su obra, el rock pasa de ser un género de letras frívolas y sencillas a contener un carácter social que, finalmente, sería la voz de la conciencia de los jóvenes a partir de ese momento.
Su Nobel llega en el momento indicado. Aunque se cuestiona su premiación (y vale la pena analizar las razones a continuación), es mucho más fructífero admirar su obra literaria desde esta perspectiva que nos permite ver, además, su valor histórico y social.
No es la primera vez que esta entrega resulta polémica. El asunto con Bob Dylan es que para la opinión pública, en general, es simplemente un músico de rock que surgió a comienzos de los años sesenta. En realidad, y si nos adentramos un poco en su obra, descubriremos que su actividad literaria fue fundamental para el desarrollo de su música: fue un poeta que puso música a su obra para convertirla en canciones.
Canciones que no correspondían a lo que se esperaba de un naciente rock que ni siquiera llegaba a diez años de existencia; y ya se estaba replanteando. Sus letras, al contrario de lo que proponían sus antecesores, proponían temáticas profundas. Eran un llamado de atención para que las realidades políticas y sociales fueran tenidas en cuenta por toda una generación de jóvenes para quienes eran inminentes los cambios e incertidumbre, propios de la Guerra Fría.
Así comenzó su carrera. Y para que el replanteamiento fuera total, Bob Dylan, el Premio Nobel de Literatura 2016, también impulsó cambios sustanciales e inesperados que afectaban de manera directa la composición instrumental en el rock.
Un género que había nacido bajo la premisa de la rebeldía sin causa y con el grito de unos jóvenes que no sabían muy bien la razón de sus reclamos. Un género que aprovechó la evolución tecnológica de los instrumentos eléctricos para hacerlo más “ruidoso y estridente”. Un género que cambió porque la música de Bob Dylan necesitaba solo de una guitarra acústica, una armónica y su voz para que el mensaje fuera más directo y evocara las raíces musicales más folclóricas y propias de Estados Unidos.
Sin lugar a dudas, Bob Dylan alcanza su nivel máximo en el reconocimiento a su carrera artística con este Premio Nobel de Literatura. Vale la pena destacar que ya había obtenido galardones que exaltaban su labor literaria como poeta, entre otros, el Premio Príncipe de Asturias de las Artes en 2007 y un Premio Pulitzer honorífico en 2008. No es, por lo tanto, una entrega azarosa por parte de la Academia; es el resultado de la obra intelectual, reflejada en la poesía, de un hombre que ha sido durante varias décadas la voz de la conciencia de los jóvenes que en medio de tiempos turbulentos pretenden alcanzar una mejor sociedad.
En este momento solo nos resta poner canciones como Blowin’ in the Wind, A Hard Rain's a-Gonna Fall o Like a Rolling Stone (que sí, la compuso él y no los Rolling Stones) para disfrutar, apreciar y valorar la poesía de un hombre que musicalizó su obra literaria para así cambiar la cultura del siglo XX, no solo en Estados Unidos en los años sesenta sino en todo el mundo y en todas décadas hasta nuestros días.
Luis Fernando Algarra García
Profesor de Historia del Rock
Universidad de La Sabana