Sobre Tim Burton hay dudas y certezas. Las primeras giran alrededor de cuál es su mejor película: ¿Ed Wood? ¿El joven manos de tijera? ¿Beetlejuice? La respuesta depende del ojo que mire.
Las certezas son más concretas: Burton es uno de los directores más creativos y entrañables del cine que nos ha tocado ver, pero en este siglo ha caído en una tremenda irregularidad. Y es que así como cintas como Frankenweenie aún logra seducir, mejor ni hablemos de cosas como Alicia en el país de las maravillas.
Ahora Burton regresa con Miss Peregrine y los niños peculiares, la adaptación de un libro infantil que parece haber sido escrito para él.
Un muchacho se lleva muy mal con su padre pero muy bien con su abuelo, quien le habla de un mundo fantástico anclado en el pasado. Aunque todos creen que el anciano está loco, el muchacho le sigue la cuerda y llega a una especie de orfanato donde viven niños con poderes especiales. Una vez ahí, el protagonista descubre sus propios poderes y las amenazas que tendrá que enfrentar.
Miss Peregrine y los niños peculiares tiene momentos memorables que nos recuerdan lo grande que es Burton, pero también problemas narrativos que empantanan el desarrollo de la trama. La historia no solo es una mezcolanza de cosas ya vistas (X Men, Harry Potter, El día de la marmota…), sino que además se enreda en decenas de personajes y detalles insignificantes.
Por eso lo mejor es relajarse y disfrutar del vestuario, la ambientación, los detalles más ínfimos de cada personaje y, sobre todo, de esas atmósferas tan Burton, ominosas y adorables.