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Nobel mata No

En esas estaba, tratando de remendar el proceso con babas, cuando llovió del cielo la máxima presea.

Jotamario Arbeláez
El antepasado domingo daba grima repasar las caras largas de los amigos, de los amigos personales amigos a la vez de la paz a través del Sí, que terminó derrotado. Se trataba en gran parte, amén de izquierdistas indeclinables, de luchadores sociales, artistas y escritores comprometidos, como se llamaban cuando todavía existía el matrimonio; de ‘querentones’ de vivir tranquilos, de víctimas directas del conflicto, de familiares perdonadores. Pero la voz del pueblo, que se dice es la voz de Dios, acabó con la fiesta, diciéndoles a sus pretendidos salvadores que no les comían más cuento. Que no y que no. Son los gajes de la democracia. Mandaba a la misma paz a la porra con tal de que no se impusiera el castrochavismo, no subiera ‘Timochenko’ a la presidencia ni se ‘mariquiara’ a los niños en los colegios, según se había adelantado en la guerra sucia publicitaria confesa a través del periódico La República por el mismo gerente de la campaña del Centro Democrático, doctor Vélez Uribe, tal vez en un apoteósico momento de euforia etílica, o por arrepentimiento moral luego de un detenido examen de su turbia conciencia.
Luego de que este personaje salió como pepa de guama de su partido, arrancó un movimiento que está pidiendo públicamente por las redes, y no con poca razón, que se eche atrás el resultado del plebiscito, apuntalando al señor Fiscal, que ya está haciendo las averiguaciones correspondientes. Lo peor fue que el deslenguado personaje echó al agua, como patrocinadores del entuerto, a respetables y poderosas empresas nacionales.
Los perdedores más alebrestados expusieron que sentían vergüenza de ser colombianos. Depusieron su voluntad de paz para agredir a quienes, así fuera obedeciendo a una manipulación, votaron por el No libremente. No los bajaban de la categoría de animales irracionales. Los nadaístas sentimos que perdíamos piso en nuestras aspiraciones presidenciales. No pocos opinadores optaron por retirarse de la arena política, redentoristas antimesiánicos, pues quedaba comprobado que el pueblo no quería redención. Otros anunciaron que abandonarían el país antes de que la ola de violencia volviera. Pues el triunfal senador Uribe no descansaría hasta petardear la paz del señor Presidente. Logrando que las Farc sintieran que “les habían puesto conejo”.
En esas se estaba, tratando de remendar el proceso de paz con babas, cuando llovió del cielo la máxima presea universal con que se reconoce y recompensa a quienes lo dan todo por la paz, el Premio Nobel noruego. Le era concedido a Juan Manuel Santos por sus denodados esfuerzos, aún sin culminar, pero con la seguridad de que con tal presea enarbolada pueda aún realizarse la pacificación de Colombia. Lo único que logró Uribe fue impedir que ‘Timochenko’ recibiera la mitad del premio, en honores y en efectivo, que de pronto se vería obligado a emplear adquiriendo arsenales.
Lo bueno del triunfo del No fue que de repente toda Colombia resultó partidaria de la paz, derrumbando la patraña de los del Sí de que sus adversarios eran partidarios de la guerra, como fue la justificación del señor Vélez Uribe para la fechoría comunicativa. A tal punto se llega en el absurdo interpretativo que The Wall Street Journal criticó la adjudicación del Nobel a Santos y expresó, en editorial tan estúpido que parecía escrito por Trump, que quien en realidad lo merecía era Álvaro Uribe.
Lo que hay que oír. En un nuevo tanto para el Presidente, el Eln arranca su proceso de paz soltando a uno de sus secuestrados y prometiendo que en breve lo hará con los otros. ¿‘Pablo Beltrán’ a la Presidencia?
Jotamario Arbeláez
jotamarionada@hotmail.com
Jotamario Arbeláez
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